Superman ya no tiene dónde cambiarse

Hace casi medio siglo que las primeras cabinas llegaron a Aragón. Competencia aboga por eliminarlas, pero forman parte de la historia de varias generaciones.

La cabina de arriba fue una de las primeras que se pusieron en Zaragoza, esta en concreto en la plaza de Santa Engracia.
La cabina de arriba fue una de las primeras que se pusieron en Zaragoza, esta en concreto en la plaza de Santa Engracia.
Archivo Heraldo

Qué años aquellos en los que el héroe de masas exportado de los Estados Unidos encontraba cabinas telefónicas por doquier para dejar su faceta de anodino reportero y echar a volar transformado en Superman. Aquella en la que más de uno burlaba el sistema de cobro de estos teléfonos atando un gancho (a veces un cordel) para recuperar la moneda en las interminables conferencias con la novia. O cuando, en Zaragoza, se quedaba en ‘los cañones’ del Corte Inglés y, el que llegaba tarde no tenía ‘whatsapp’ ni llamada comodín que valiese. Horas después, las cabinas eran el escenario en el que más de uno suplicaba una prórroga al toque de queda "porque a todos los demás les dejan, papá".


Como piezas de museo que ya casi nadie descuelga y que los niños miran preguntándose si alguna vez sirvieron para algo, quedan unos 500 teléfonos públicos en las calles de Aragón; la mayoría (213) en Zaragoza capital. Algunos conserjes y vecinos aún recuerdan las primeras cabinas: se pusieron en 1967 en la plaza de España (esquina con el Coso) y la de Salamero, y solo unos meses después en más de una se logró arrinconar y esposar a algún ladrón. En este caso, sus detractores (como "pegote antiestético" llegó a calificar algún reportero a la que se colocó en la plaza de España, mientras recordaba que en cada portería había un teléfono que podía usarse), le encontrarían un uso por el bien social. Ahora, tras décadas en las que llegaron a ser un servicio fundamental y a inspirar películas como la inolvidable "La cabina" -protagonizada por José Luis López Vázquez-, Competencia ha sentenciado su fin.


En los últimos años, su número se había ido reduciendo (en 2012 había más de 700 en Aragón); pero lo que podría precipitar su despedida de las calles es que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha propuesto al Ministerio de Industria que revise la obligación de mantener las cabinas telefónicas dentro del denominado servicio universal. Un real decreto de 2005 fija que debe existir un teléfono público de pago y uno más por cada 1.500 habitantes en cada municipio de 500 o más habitantes y al menos uno en los pueblos de menos de 500 habitantes. En Aragón, la cuenta sale a 508. Pero el servicio sale demasiado caro de mantener para lo que se usa. Tanto es así, que muchos creyeron volver dos décadas atrás cuando se supo que los autores del atentado al Pilar avisaron desde una cabina. En la era de los móviles con tarjeta prepago, pareció casi de película de los ochenta. Y es que, según el Eurobarómetro, el 88% de los españoles nunca han usado una cabina.Cincuenta años en las calles

Las primeras se inauguraron en Zaragoza el 11 de julio de 1967, y su ubicación se consensuó entre el Ayuntamiento y Telefónica. Al principio, solo podían hacerse llamadas urbanas y funcionaban con fichas (como las de la imagen). En abril de 1968, se sustituyeron por monedas de peseta y, poco a poco, fue abriéndose el uso para llamadas nacionales e internacionales.


El estreno fue sensacional. Algunos libros que han recopilado la historia de Telefónica cuentan cómo "entrar en una cabina causaba una gran excitación y temor, y también era una forma de impresionar a cualquier acompañante, mostrándose como una persona conocedora de la alta tecnología".


Un artículo publicado en Heraldo de Aragón, en agosto de 1967, daba fe de que ya funcionaban 57 cabinas, desde las que se habían registrado 9.565 ‘pasos’ (cada uno era una fracción de tres minutos) en poco más de un mes. Entre las más populares, la de la plaza de Salamero (328 llamadas desde su estreno), la de San Miguel (280), la de la ya desaparecida calle del General Franco (215) o la del Camino de las Torres (190).


El periodista reflejó también "los temores" de la gente e Isidoro González, el entonces subdelegado de la Telefónica, tranquilizó a los lectores: "Son vigiladas diariamente a cargo de los celadores de cada sector. La supervisión es puntual y meticulosa", dijo.


Además, hay constancia de que "la gente se ponía muy nerviosa dentro y sudaba por la tensión, e incluso había desmayos. Hablaban por la parte incorrecta del teléfono e incluso desmontaban el micrófono por si algo no funcionaba". Y claro, la picaresca no faltó. Al principio, había que pasar por una telefonista que establecía la comunicación, y que solo conectaba cuando oía el ruido de las monedas insertadas en el cajetín, así que algunos usuarios llevaban tenedores que hacían vibrar varias veces imitando el sonido para llamar gratis. Durante 75 años, el teléfono fue el gran fenómeno de comunicación en pueblos y ciudades. Aún lo sigue siendo, en nuestros días, gracias a los móviles y los ‘smartphones’, que son a la vez teléfono, emisores de mensajes, despertador, GPS, ventana al mundo a través de internet y hasta guía vital y personal, con miles de aplicaciones.El robo en el Simca 1.000

Los teléfonos públicos han formado parte de la vida de varias generaciones, y quien más y quien menos tiene una anécdota. Otros episodios fueron de dominio público. En noviembre de 1968, se detuvo en Zaragoza al miembro de una banda que se dedicaba a desvalijar cabinas y que guardaba el botín en un Simca 1.000.


También empezaron las averías y avances como la comunicación "automática" con Europa desde las cabinas aragonesas, que se anunció a bombo y platillo en 1974. Ríos de tinta y quejas hubo por los líos con las monedas de cinco y veinticinco, que desaparecían sin posibilidad de conferencia cuando los usuarios votaban un botón a la izquierda.


En 1972, Zaragoza tuvo algunas de las primeras cabinas insonorizadas de España, que se colocaron en la estación de ferrocarril. "Las nuevas cabinas, de líneas aerodinámicas, casi espaciales, están construidas a base de plástico azulado, transparente. Ypermiten mantener una conversación sin que lleguen ruidos del exterior", recogía HERALDO. Quién imaginaría que cuatro décadas después, se podría hacer una videoconferencia desde cualquier lugar del mundo y sin necesidad de acercar el auricular al oído.

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