Draghi dibuja una zona del euro al ralentí hasta 2017 pero promete más estímulos

El BCE empeora las previsiones de inflación y crecimiento al 0,1% y el 1,4%, respectivamente. La entidad se muestra flexible a ampliar el programa de compra de deuda y sube el límite por emisión al 33%.

Draghi, durante su intervención ayer en la sede del Banco Central Europeo en Fráncfort.
Draghi, durante su intervención ayer en la sede del Banco Central Europeo en Fráncfort.
R. ORLOWSKI/reuter

Llegó septiembre, volvió Mario Draghi y los mercados respiraron aliviados. El italiano cumplió este jueves 68 años y las bolsas se dieron un moderado festín teñidas de verde esperanza (Madrid subió el 1,05%, Fráncfort, el 2,68%, y París, el 2,17%). El camino es duro, la realidad macroeconómica muy compleja, pero el presidente del BCE volvió a demostrar que tiene duende y recordó que en la renqueante eurozona hay y habrá vida más allá de la férrea ortodoxia alemana. "Estamos listos para actuar", proclamó solemne desde Fráncfort.


Un mensaje que vale decenas de miles de millones de euros. El Banco Central Europeo está dispuesto a ampliar el histórico programa de compra de deuda (QE), a aumentarlo, a flexibilizarlo... Está dispuesto a más, a casi todo. Una noticia en apariencia positiva que en el fondo, sin embargo, solo denota que el motor no carbura como se esperaba.


"Hay recuperación pero será más lenta de lo previsto", admitió Draghi al anunciar un empeoramiento de las previsiones de inflación y de crecimiento para 2015, 2016 y 2017.


El jaque chino

No hay respiro en esta maldita crisis. Cuando ese particular Guadiana europeo llamado Grecia parecía estar encauzado por tercera vez, el gigante chino (esto sí son palabras mayores) ha puesto en jaque a la economía mundial y en concreto, a un euro aún convaleciente.


¿Qué hacer? Todas las miradas siguen apuntando a Fráncfort, a un Draghi al que se le están agotando los ases bajo su manga. Hoy, precisamente, se cumple un año desde que anunció una histórica bajada de tipos al 0,05% y sentó las bases para la aprobación del no menos histórico programa de compra masiva de deuda, sobre todo pública, por un importe de un billón de euros hasta septiembre de 2016 (el programa llamado Quantitative Easing se aprobó el pasado enero, pero entró en funcionamiento en marzo).


Una media de 60.000 millones de adquisiciones mensuales regidas bajo unos parámetros que podrían modificarse en los próximos meses si la situación de los países emergentes, sobre todo, complica sobremanera la realidad de la economía mundial.


Recuerden ese "estamos listos para actuar" porque Draghi no da puntada sin hilo. Habrá noticias. Ayer el verbo del consejo de gobierno del BCE fue "mantener". Los tipos (0,05%), la tasa negativa de facilidad de depósitos (-0,2%) o el QE. "No se ha discutido ninguna modificación, aún no estamos ahí", desveló.


En realidad, sí hubo un cambio y, aunque parezca nimio, quizá no lo sea tanto. Se amplió del 25% al 33% el límite de compra de cada emisión, una medida que se llevará a la práctica analizando "caso por caso" y que supone, per se, "una clara señal". "La decisión busca mantener una fluida implementación del programa. Las cuestiones técnicas no frenarán su aplicación", matizó.


Larga vida al QE. Porque, como recalcó Draghi, "no hay límites" en su forma de proceder. Sus únicas líneas rojas están fijadas por sus propios estatutos y estos recuerdan que el objetivo del BCE es que la inflación esté por debajo pero cercana al 2% y ahora apenas llega al 0,2% como consecuencia, entre otros factores, del precio del petróleo.


Es el mejor argumento del banquero italiano ante los halcones alemanes. ¿No quieren reglas? Pues las reglas dicen que hay que hacer todo lo posible por llegar a ese 2%, así que las compras masivas de deuda "durarán más allá de septiembre de 2016 si fuera necesario". "El programa seguirá en funcionamiento hasta que se haya producido un sustancial ajuste en la senda de la inflación", zanjó solemne.


Un horizonte para el que aún queda mucho camino por recorrer, ya que el BCE echó un jarro de agua fría sobre la realidad económica del euro al revisar a la baja tanto las previsiones de inflación como las de crecimiento. En lo relativo a las primeras y al 2% fijado como meta, el servicio de estudios del Eurobanco cree que 2015 cerrará al 0,1% frente al 0,3% previsto hace tres meses, 2016 al 1,1% (1,5%) y 2017 al 1,7% (1,8%).


El pesimismo también se cierne sobre las proyecciones de crecimiento, que fueron matizadas ligeramente a la baja. Los nuevos guarismos para 2015, 2016 y 2017 son el 1,4% del PIB, el 1,7% y el 1,8%, frente al 1,5%, 1,9% y 2% de junio.


Pese a todo, el presidente del BCE eludió mostrar una imagen de derrotismo y apostó, de nuevo, por ver el vaso medio lleno. "Tenemos pruebas de que nuestra política monetaria funciona porque el crédito en países como España, Francia o Italia (las tres grandes potencias junto a Alemania) está mejorando", se felicitó el banquero italiano.

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