El veneno del balón parado está ahora en los dientes del Zaragoza

Tras muchos años en los que las jugadas de estrategia han sido residuales en el ataque zaragocista, esta temporada ha comenzado con una solvencia excelente en ese arte.

Cabrera remata de cabeza el tercer gol que dio la victoria al Real Zaragoza.
Cabrera remata de cabeza el tercer gol que dio la victoria al Real Zaragoza.
Alcorta/Navarro

El balón parado, esa asignatura pendiente desde hace varios años en el ataque del Real Zaragoza, parece asomar para bien este año. Un método para obtener goles extremadamente útil que lleva tiempo olvidado por entrenadores y jugadores en el Real Zaragoza de temporadas pretéritas que, en este arranque liguero, está siendo la mejor herramienta para desatascar las defensas rivales. Para sumar puntos. Para ganar partidos complicados, como el que ayer lidió el nuevo equipo zaragocista en este tremendo estreno en La Romareda ante un Almería recién descendido que sigue destilando aroma a Primera División.


El epílogo del choque, con ese cabezazo ganador de Leandro Cabrera a la salida del enésimo córner botado por Pedro sobre el área andaluza, fue el paradigma de esta nueva dote atacante del cuadro de Ranko Popovic. El técnico serbio lleva seis semanas trabajando sin cesar la estrategia. No solo en faenas defensivas, otro lastre del pasado. También, sobre todo, en misiones goleadoras en el ataque blanquillo. Y, a las pruebas hay que remitirse, los resultados están emergiendo positivamente desde el primer instante del torneo liguero.


Anoche, el 1-0 llegó por esta vía. Como ya había llegado el gol de Miranda una semana antes. Lo logró Wilk al cabecear un buen córner botado por Pedro. En Anduva, lo hizo también Cabrera en un cómodo testarazo a la salida de una falta frontal centrada también por el pateador oficial, el incansable Pedro.


Poco después, Ángel reiteró otra definición aérea cabeceando al larguero un nuevo saque de esquina lanzado por el alicantino, que lo saca todo, absolutamente todo. Unas veces bien, otras con su clásico hábito de quedarse algo corto en la medición. Pero, cierto es, mejorando paso a paso la compenetración con los múltiples rematadores que este año tiene Popovic en su plantel.


Es una excelente señal que la estrategia funcione. Y que se quede como mecanismo crónico de ataque a las rocosas líneas de retaguardia adversarias. Pero, por ahora, tiene carácter de flotador. De maravilloso flotador para un equipo de nuevo cuño al que le está costando, como es natural, engarzar intenciones y mezclar convenientemente para lograr sacar partido de su buen ritmo de fútbol y de sus constantes llegadas al área contraria.


Se trata de una virtud, de una fabulosa herramienta ofensiva, que no debe ocultar las dificultades para llegar a la portería con la pelota jugada. Es, en este inicio de la competición, un remedio contra la falta de culminación de las combinaciones, muchas veces alborotadas y deslavazadas, de los mediapuntas, de los medios centro, que tienen problemas para llevar balones dulces al delantero, el peleón y menudo Ángel.


La feliz noticia de que ahora sí entran los goles a través de los córner y las faltas volcadas al área pequeña se disuelve en gran medida cuando se comprueba que es la única manera de celebrar un tanto. El balón parado ha de ser un además, un valor añadido. Nunca el camino único.


Y este análisis se va a hacer mucho mejor, con mayor sosiego y positivismo, desde las victorias como la de ayer. Épica, ante un rival de enjundia en la categoría. Sumar, en estas circunstancias todavía con varios tintes de provisionalidad, cuatro puntos y estar ya abocado a la parte alta de la clasificación, es un excelente estatus para este ilusionante Real Zaragoza que maneja Popovic.


De este sobresaliente hallazgo del balón parado sobresale todavía una arista fea del juego del Real Zaragoza: no hay creatividad suficiente en la línea medular. Hay velocidad de pensamiento, se quiere el balón, no quema. Pero no hay un organizador que catalice buena parte de las acciones de ataque que surgen desde atrás. Falta tiempo de maduración, mayor trecho para que los nuevos se conozcan entre sí y compinchen con los veteranos.


Por eso, es normal que, de los cuatro tantos que ya ha anotado este Real Zaragoza 2015-16, tres hayan llegado desde el balón parado. Bendita estrategia. Qué gozada supone ver que cada saque de esquina, cada falta lateral o frontal que saca el cuadro zaragocista, es un momento de peligro extremo para los rivales. Ayer, de no ser por el ágil Casto, el portero andaluz, el Zaragoza habría consumado una estadística todavía más aplastante en su eficacia en este tipo de acciones con el balón detenido.


Justo antes de que Lele Cabrera diera el triunfo a los aragoneses en el minuto 93 con su cabezazo en todo lo alto, Casto había hecho el paradón de la temporada en una acción gemela. El central uruguayo, que viene de crecida en todas las facetas del juego, había rematado frontalmente con su testa otro córner de Pedro. Una constante toda la noche.


En la primera parte, el mismo Cabrera había estado a punto de percutir las redes rojiblancas del mismo modo, en una jugada donde Ángel no llegó a remachar en el segundo palo por milímetros.


El Real Zaragoza fue una ametralladora en la estrategia. También en las faltas directas. Magnífica la lanzada por Jaime a falta de 12 minutos, que el arquero almeriense sacó volando de la misma escuadra.


Este Zaragoza huele bien. Destila potencial para estar donde todo el zaragocismo sueña. Y ahora tiene veneno en sus dientes cuando ataca en quietud. Solo falta que remedie con pausa sus ataques combinativos. Lo logrará. Mucho mejor desde los triunfos.

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