Enrique Amador, 'Musi': "a mi solo me pierden mis niños, mi mujer, mi familia, mi música"

Es uno de los pocos pianistas de flamenco que hay en España. Hijo de la Magdalena, ha estado junto a los más grandes, de Paco de Lucía a Camilo, y celebra este 2015 diez años de la aparición de su primer disco.

Enrique Amador, 'Musi': "a mi solo me pierden mis niños, mi mujer, mi familia, mi música"
Enrique Amador, 'Musi': "a mi solo me pierden mis niños, mi mujer, mi familia, mi música"
Francisco Jiménez.

Su biografía dice que nació en 1978 en Zaragoza y que con 4 años comenzó ya con el piano. Que su primera actuación relevante fue en 2004, en el Ciclo de Flamenco en Zaragoza como telonero de Duquenque y ya entonces era tan bueno que enseguida compartió escenario con Diego ‘el Cigala’... y pronto con Michael Camilo y Tomatito y Poveda y el más grande, Paco de Lucía, en Pirineos Sur, la que fue la última actuación del maestro. Pero Enrique Amador, ‘Musi’ –"un apodo que me puso mi tía por mi afición a la música. Todos me dicen así y me cuesta volverme si me llaman Enrique", es mucho más, es un tipo con imán, como esos grandes de los que habla con el respeto de la admiración profunda, y ante el que te rindes pronto, en cuanto explica con una sinceridad poco común que a él no le pierde una juega flamenca, sino sus niños, su mujer, sus padres. "Yo no bebo alcohol y no salgo de noche, nunca me ha gustado y soy muy feliz". Su vida arranca cada día casi de madrugada, en un comercio de metal y "mire qué manos de pianista", dice con sorna, resignado y cabeceando. Las manos de un virtuoso innato que enseña con humildad sus callos y sus heridas y esa piel áspera de trabajar duro con ellas. Porque Musi es chatarrero, aunque no le guste un término que siente algo despectivo, "porque hasta los que han hecho fortuna en este negocio se hacen llamar ‘ingenieros de reciclaje’. Lo que hacemos es recuperar el metal, además, qué quiere que le diga, no me gusta poner sellos a nadie y siempre que te ganes la vida bien qué más da en qué si eres honesto. Es como un futbolista, que para mi es un deportista". Y así se alarga una conversación en la que todo es sencillo, en la que habla maravillas de los músicos de su grupo, en el que combina el piano, la flauta travesera o el violín con el rasgueo de la guitarra o el tañido tan especial, tan jondo de las cajas, y ese sonido seco y visceral de las palmas, junto al cante que sale de las entrañas y la fuerza del taconeo.... Que se refiere con gratitud a la invitación a los Ciclos de Introducción a la Música del Auditorio, donde ha tocado en todas sus salas, y en el Teatro Principal y varias veces durante la Expo 2008, y de cómo le gustaría que lo hicieran para el Cante de las Minas, ‘sancta sanctorum’ del flamenco, y, sobre todo, poder acompañar a José Mercé, "un genio, el más elegante del flamenco: cómo habla, cómo viste, cómo se relaciona". Incluso hacer algo con el jotero Nacho del Río y llegar a hacerlo, por qué no, en la Romareda.


Tiene usted tres hijos, es gitano, ¿sigue sus tradiciones?

Me casé muy joven, con 21 y sí, soy gitano y me siento muy orgulloso de serlo, pero no lo digo si no me preguntan. Somos todos iguales y no hay que mirar el color de las personas sino en el corazón de la gente. Buenos y malos hay en todas las razas.


Con esas manos, ¿le cuesta tocar el piano?

Mucho, porque se me inflaman y tengo que cuidarlas más, pero es que es muy fuerte el trabajo que tengo, voy marcado.


Comenzó muy niño a tocarlo.

Me llevaron porque me apasionaba la música y casi tengo la carrera, pero no la terminé porque era muy mal estudiante, me costaba una barbaridad y ojalá pudiera volver atrás, aunque soy más de trabajar. Mire, a los profesores les engañaba porque tenía una gran percepción, tocaba uno por delante de mí y ya lo había cogido, así que cuando llegaba me salía perfecto, pero, como me gustaba mucho componer, eso de meterme con Beethoven y Mozart se me hacía muy cuesta arriba y lo dejé.


Usted compone todo, no solo para piano, sino para todos los instrumentos de su grupo.

Y toco de memoria en los conciertos. Si tuviera la carrera acabada tendría la mente más abierta, además, da rabia cuando con el tiempo te das cuenta de que debías haber hecho todo eso en lo que se empeñaban. Yo le debo mucho a la dedicación y paciencia de la directora del Conservatorio Santa María, María Pilar Sandibal, que viene con su hija a todos los conciertos. Estudiar me podía y con 17 años me puse a trabajar a pesar de que no lo necesitaba.


En su casa se vivía la música mucho, su padre fue rumbero.

Tuvo incluso un grupo y un tío mío. Además conmigo están mi cuñado en la guitarra española y un primo hermano, que es el pequeño de los cantantes, y no están por familia, sino porque considero que son los mejores, porque yo me debo al público.


Pianista y flamenco, no parece que ambas cosas casen mucho.

Hay pocos y pocos buenos. Están Dorantes y Diego Amador, poco conocidos salvo para quienes estamos metidos, porque se sabe de Michael Camilo a Chano Domíngez, que son más jazz o salsa.


Pero usted bordea esos mundos también.

Hago flamenco, jazz, música clásica, que me gusta y que mezclo. Cuando invito a mis conciertos muchos me dicen que nos les va el flamenco, pero insisto en que vayan porque hay de todo.


Ha estado con los más grandes, Michael Camilo, Paco de Lucía, Tomatito, Poveda...

Solo me falta Camarón, y porque ya no está. Ha sido lo más grande que ha habido porque era capaz de hacer arte cantando hasta con una cuchara de acompañamiento.


No le ha tentado nunca irse a Madrid e intentar una carrera más fuerte, al ser uno de los pocos pianistas flamencos.

Hubo posibilidades, pero cuando uno tiene tres niños hay que ser muy prudente. Quizá me hubiera arriesgado si me hubiera cogido soltero, o incluso casado pero sin hijos, aunque, además, yo tengo mis pies en mi tierra. Tampoco pensé que mi primer disco iba a ser un éxito, del que se cumplen 10 años, porque todo surgió a raíz de un concurso y a partir de ahí me puse a componer, creé un grupo, saqué el disco y hasta ahora.


Su grupo es muy amplio, son 8.

Son muchos, pero como no vivo de la música tengo el gran privilegio de poder elegir con quien estoy y el concierto que quiero, porque sino tendría que tocar en bares o en el peor teatro. Me permite seleccionar, mantener la calidad, porque intento hacer muy bien lo poco hago. Me encanta actuar y lo que más me llena es el contacto con la gente.


Usted es un hijo de la Magdalena.

Nací, crecí y sigo allí, aunque viva en San José. Mis padres tienen de siempre un bar en la calle San Lorenzo, donde tienen mi música.


Qué música le gusta escuchar.

De todo. Yo he sido un gran fan de Michael Jackson y hay temas en los que hay trozos mínimos suyos. Le vi en Zaragoza y fue increíble. De clásica me gusta Albéniz, que es un genio y porque hace flamenco, de hecho, aprobaba con sobresalientes en el conservatorio porque tocaba su música.