De Alcorisa a Auschwitz

La compleja historia de Domingo Félez que nunca dejó de luchar. Lo hizo hasta con Fidel Castro.

Retrato del joven soldado Domingo.
De Alcorisa a Auschwitz
Archivo familiar/Leret

El protagonista de este libro, Domingo Félez Burriel (Alcorisa, 1920), es uno de los últimos supervivientes de las peores tragedias de un siglo XX que alcanzó niveles de inimaginables ignominia y horror en la historia convulsa de la humanidad. De modo que su publicación debe celebrarse por cuanto arroja luz en la profunda sombra que oscureció un mundo de utopías y conflictos, ajeno al devenir de cada individuo en particular, y también por cuanto es el testimonio de una vida propia vivida hasta sus últimas consecuencias.


A la temprana edad de 15 años, Domingo decide dejar pueblo y familia, sumarse a las columnas del improvisado ejército republicano que de paso por el Bajo Aragón avanzan hacia Zaragoza, nada más comenzar la Guerra Civil, combatir por la legalidad ultrajada y echar por tierra para siempre la dorada juventud. En febrero de 1939 cruza como sargento la frontera francesa, camino de las playas del exilio, los campos de concentración de Argèles sur-Mer y Saint-Cyprien. Luego, se suma a las Compañías Militarizadas de Trabajo que construyen la ineficaz Línea Maginot y en mayo de 1940 es apresado por el invasor alemán. Al poco de ser trasladado al campo de concentración de Mauthausen, enseguida se le destina al campo auxiliar de Gusen, de donde se le remueve, en octubre de 1943, al de Wiener Neudorf, cercano a Viena.


Pero la liberación (mayo de 1945), a sus efectos, no será tal, sino que supone un nuevo traspié en la vida del joven Félez, al verse envuelto en el proceso abierto por el ejército norteamericano contra otros cuatro compatriotas, que se juzgará 26 meses después y del que será el único que sale con inmediata libertad del lugar de internamiento, en Dachau. Es así como en octubre de 1947 opta por el exilio en Venezuela, la que será desde entonces su otra patria.


Porque como reitera el protagonista, el recuerdo de su familia y su casa natal, de Alcorisa y su país, no le abandona una sola noche. Pero su espíritu rebelde no le permite descanso y le lleva a sumarse, en 1962, a la guerrilla procastrista, dejando atrás una familia recién constituida. En la guerrilla, como reconoce, más que combatir, sobreviven y penan huyendo por selvas y montañas, hasta que en 1969, por fin, la política de pacificación del gobierno le posibilitará en adelante, con casi 50 años, una vida de sosiego.


Esta es la parte central del libro, dictado por el propio Domingo Félez a la investigadora Laura S. Leret. El testimonio, sin embargo, puede parecer escueto para una vida tan intensa. Pero, en todo caso, debe entenderse que no puede ser de otro modo toda vez que los hechos son narrados en varias entrevistas cuando ya el protagonista tiene más de 90 años y cuando, como al final declara, "aquí estoy, ya viejo con 93 años (…), una foto de la puerta de mi casa, en Alcorisa (en mi cuarto), esperando que llegue la hora de morirme". Además, se percibe una honestidad que huye de la tentación de la historia recreada y embellecida por heroicidades que siempre suelen ser alardes de la imaginación y que, a la postre, invalidan los testimonios.


Leret se reserva un sucinto, pero suficiente, estudio introductorio y aporta una apretada síntesis del expediente judicial que afectó a Félez, aunque más en particular a otros cuatro compatriotas, y que instruyó el ejército de EE. UU. Cabe reseñar que la autora es nieta del primer militar asesinado por el franquismo nada más sonar los clarines de la rebelión, el capitán de aviación Virgilio Leret, muerto en Melilla acaso ya el infausto día de 17 de julio de 1936, por negarse a secundarla.


Con una lucidez fuera de lo común, Stefan Zweig nos relató su visión del desmoronamiento de nuestra cultura en ‘El mundo de ayer. Memorias de un europeo’, escrito en Brasil, adonde llega huyendo del nazismo, sin otro apoyo que su portentosa memoria y poco antes de suicidarse, en la creencia del triunfo inapelable de Hitler. Es una de las más preclaras muestras del fracaso colectivo del mundo occidental en el terrible siglo XX. Por el contrario, un libro como el reseñado aquí da fe, y ahí radica su gran valor testimonial, de una vida llevada y traída por el lado más despiadado de las ideologías que señorearon la pasada centuria, con resultado de horror y muerte ilimitados. Y aunque el protagonista dejase hace tantos años su querido Alcorisa y su patria, forma parte de nuestro patrimonio común y, por tanto, bueno sería que alguna institución aragonesa hiciese por gestionar una edición más accesible.