Quién se acuerda ahora de los niños sirios

Más de dos millones de menores en Siria necesitan ayuda y tratamiento psicológico. Nos lo recuerdan
las ONG y volvemos a ignorarlo, porque ahora no interesa este conflicto de complicada geoestrategia

Dos niños sirios sobre un tanque destruido en la ciudad de Alepo.
Quién se acuerda ahora de los niños sirios
Ahmad Gharabli/Afp

La propia Unicef reconocía estos días que sus datos sobre los niños en Siria están subestimados. Christophe Boulierac, portavoz del Fondo de la ONU para la Infancia, indicaba que los ataques contra las escuelas han acabado con la vida de al menos 160 niños en 2014 y heridos a otros 343. La cifra le habrá parecido extraña, pero relea y aprecie que el número de los menores muertos es solo en ataques a escuelas... un lugar supuestamente protegido por todas las convenciones internacionales de paz y de derechos del niño. Pero Siria va por libre y no parece importarle a nadie.


Cuando van a cumplirse cuatro años oficiales de guerra civil, Unicef calcula que el conflicto ha afectado a 6,5 millones de niños; que 2,8 millones de pequeños no van a la escuela;más de un millón viven como refugiados y más de 10.000 han muerto bajo las bombas, especialmente las lanzadas por las tropas oficialistas. Y calcula, también, que unos dos millones de niños necesitan asistencia psicológica y tratamiento. Una cifra demoledora. Dos millones. Dos millones. Vuelva a leer: dos millones. Es como si todo Aragón (rondamos el millón trescientos cincuenta mil habitantes) más seiscientas mil personas más estuviéramos en la cola de la consulta del psicólogo o del psiquiatra. ¿Puede imaginarlo? Porque muchos de estos pequeños han pasado del colegio a la mendicidad, a buscar comida entre los escombros, a deambular por los campos de refugiados entre el dolor, entre pesadillas que les imaginan y recrean todo el horror de la muerte que han vivido a su alrededor; que han sufrido en su casa, en su escuela, en esos lugares que lo son todo en la infancia, que son sus referentes de protección y cariño. O ese millón de menores atrapados con sus familias en las zonas asediadas, donde no llega la ayuda humanitaria; o los que han sido captados y obligados a convertirse en niños soldado.


¿Quién se acuerda ahora de los niños sirios? Nadie.

Javier Jiménez Olmos, doctor en Paz y Seguridad es pesimista respecto al futuro de este conflicto, "porque las conversaciones de paz no progresan, entre otras razones porque los que acuden a la mesa por parte de la oposición no representan a los combatientes más extremistas y porque el régimen de Al Asad no está dispuesto a ceder de sus posiciones". Y recuerda que salvo Rusia, China e Irán, defensores de Al Asad, toda la comunidad internacional, con Estados Unidos al frente, "deseaban la caída del dirigente sirio. Pero aparecieron en escena las facciones más sanguinarias del yihadismo: Al Nushra y El Estado Islámico. Entonces ante su avance y posible victoria, los que deseaban el cambio de régimen en Siria, comenzaron a temer se hicieran con el poder y extendieran su influencia en toda la región". Hay, además, una gran confusión en el bando yihadista "y todos actúan donde pueden, incluso sus militantes cambian a menudo de grupo. El resultado final es que Al Asad se ha visto fortalecido". Así que Rusia se frota las manos... mientras la Unión Europea sigue desaparecida, "porque su Política Exterior y de Seguridad Común es inexistente, simplemente porque cada uno defiende sus particulares intereses", indica Jiménez Olmos quien precisa que España tendrá mucho que decir estos dos próximos años "como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La diplomacia española se juega mucho y en conflictos como el de Siria o Libia tiene mucho que decir y que aportar".


Pero esto es geoestrategia, geopolítica que no quiere saber que la mayoría de los niños en Siria, cuando escucha el sonido de un avión o un helicóptero, "se queda en completo silencio esperando a que pase o a que tire el barril de TNT. Algunos lloran compulsivamente. Otros se orinan encima", explica Um Modar, directora de un colegio clandestino en la demolida y saqueada Alepo. Sí, ha leído bien, un colegio clandestino.