De naranjas y castañas a tabletas y drones como regalos de Reyes

El momento socioeconómico y la realidad de cada familia marcan considerablemente cómo se vive este día.

Arancha junto a su abuela el día de Reyes
De naranjas y castañas a tabletas y drones como regalos de Reyes

Melchor, Gaspar y Baltasar han recorrido esta noche Aragón para dejar a los más pequeños sus regalos. Sin embargo, esta ruta no se produce siempre de la misma manera. Unas familias tienen por costumbre acudir a la cabalgata de Reyes, disfrutar de un buen chocolate con churros y a su llegada a casa, los presentes les esperan debajo del árbol de Navidad. Por su parte, otras se van a dormir temprano, colocan los zapatos en el balcón o el árbol y esperan a la mañana siguiente para ver el resultado de sus deseos. Diferentes tradiciones que han ido evolucionando a lo largo de los años y que han tenido que adaptarse a las épocas más prósperas o apretarse el cinturón cuando ha sido necesario.


“Hace ochenta años no había muchos posibles, entonces nuestros obsequios eran naranjas, higos y alguna que otra moneda; eso sí, solo para los más pequeños de la casa puesto que éramos ocho hermanos”, recuerda Pepa Tineo de 76 años. Al mismo tiempo señala que lo más característico es que en aquellos momentos todavía no existía la cabalgata y que lo que hacían era llevar cebada y trigo a los bueyes a la puerta de la Iglesia.


Situación similar vivieron Elisa e Irene Castillo, dos hermanas de 86 y 83 años. “Cuando éramos pequeñas nos traían castañas, mandarinas y alguna vez muñecas de cartón”, detalla Elisa. Esta zaragozana recuerda con ilusión sus primeros regalos. “No había mucha cosa porque era una etapa muy mala, pero siempre nos dejaban algo”, subraya. De hecho, uno de sus mejores recuerdos es de cuando tenía unos 11 años y recibió como obsequio un diccionario. “Fue muy especial, todavía lo conservo”, puntualiza. Esta alegría se la intentó transmitir a sus hijos, a los cuales, a pesar de quedarse viuda muy joven, intentó que nunca les faltará un pequeño detalle en estas fechas. “Me acuerdo de un año que me quedé toda la noche cosiendo para hacerle un traje de Rin tin tín a mi hijo”, señala.


En esta época, la pequeña María Paz Vicario, de 54 años, comenzaba a dar sus primeros pasos y esperaba con ilusión la llegada de los Reyes Magos. “Nuestra noche era especial porque los recibíamos a las 4.00 horas cuando mi padre llegaba del trabajo”, relata. Para ella y sus seis hermanos era todo un acontecimiento y acudían corriendo hasta el balcón para ver qué les habían dejado sus Majestades de Oriente. “A mi madre no le hacía tanta gracia, por eso, una vez que abríamos los regalos nos mandaba a la cama para que siguiéramos durmiendo”, sostiene.


Salvador Sanz, de 51 años, y María del Mar Zuera, de 49, son un poco más jóvenes y aunque vivieron en la misma época sus Reyes fueron muy diferentes. “Siempre me han traído lo que han podido porque en esos años la economía no iba muy bien, sin embargo, esto no ha influido para que dejara de tener ilusión, de hecho, todavía la conservo”, asevera Sanz. Ejemplo de ello es que una noche se quedó en el sofá esperando la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar. “Pero al final me pudo el sueño y no los vi”.


Por su parte, María del Mar recuerda que todos los años recibía una muñeca diferente, excepto, en una ocasión. “Me llevé tal desilusión de ver que no tenía una muñeca que mi madre se tuvo que ir a una tienda cercana a casa para comprarme una”, rememora. En estos años es cuando comienza a cambiar la tradición, ya no son detalles o comida lo que reciben los más pequeños. Ana Rubio, de 46 años, recuerda que aunque vivía con sus padres y su hermana en Torrelapaja, un pueblo zaragozano, su tío les enviaba grandes regalos desde la capital aragonesa. “Una vez nos trajo un tocador para mi hermana y una cocina para mí, con lavadora incluida”, relata. Eso sí, los alimentos nunca faltaron entre sus presentes. “Siempre teníamos un bote con melocotón y nos encantaba”.


Los Reyes empezaron a ganar poder adquisitivo y a seguir los dictámenes de los anuncios publicitarios. Al mismo tiempo, en Aragón ganaron un espía que les comentaba cómo se habían comportado los niños durante todo el año. El pajarito Pinzón colaboraba todas las Navidades con Radio Zaragoza diciendo los nombres de los niños que hacían caso a sus padres y los que no. “A mi nunca me nombraron, pero me acuerdo de que a dos amigos míos sí”, relata María del Mar.


Arancha Bailo, veinte años más joven, también confiaba en que Pinzón solo trabajara en las jornadas previas a la noche de Reyes. “Ese día me acostaba muy pronto para que me trajeran muchos regalos y al día siguiente a las 7.00 ya estaba en pie”, recuerda. Entre todos los presentes que recibió, durante siete años fue la única hija, nieta y sobrina por ambas partes de la familia, el que más ilusión le hizo fue un disfraz de princesa hecho por su abuela materna. “Si me miro a los pies todavía puedo verlo”, recalca con ilusión. La misma ilusión con la que Óscar Llopis, de 33 años, recuerda su primer coche teledirigido que recibió con 4 años. “Al principio tenía muchos juguetes, pero con el divorcio de mis padres, la situación se complicó y solamente teníamos uno o dos cada hermano”, relata. No obstante, también recuerda con especial emoción el día en el que todos sus hermanos reunieron sus propinas para que los Reyes Magos le regalaran una bicicleta.

Tabletas y drones, los nuevos protagonistas de la misiva real

Pocos años después llegó la era digital, que empezó a inundar de consolas las cartas a sus Majestades de Oriente y que ahora se encuentran repletas de mp4, smartphones, tabletas digitales, e incluso, drones. Ejemplo de ello es la que escribía a principios del siglo XXI, Juan Sanz, un joven de 18 años, que rememora alegremente el día que abrió uno de sus obsequios y apareció su deseada PSP. “Llevaba todo el año detrás de ella, así que en el momento en el que la ví, me encantó”, puntualiza. Otro de sus grandes recuerdos se remonta a la noche de Reyes cuando después de la cabalgata, sus Majestades de Oriente nombraban a todos los niños de La Cartuja y les daban uno de los regalos que habían pedido en su carta. “Era algo sorprendente porque creías que habían leído lo que pedías y te hacía una ilusión enorme”, subraya.


Algo que tampoco suele faltar en ninguna casa es el carbón. “Algunas veces sí que le hemos traído y me decía con alegría 'mira mamá es dulce, así que lo podemos comer'”, recuerda Ana Rubio. Su hija Carolina de 11 años aguarda ansiosa todos los años la llegada de los Reyes Magos. “Se pone muy nerviosa y se acaba yendo a la cama a las mil, eso sí, nunca ha sido de levantarse a las 7.00 ni nada de eso”, asegura su madre. “Hay mucha diferencia con cuando yo era pequeña, ahora todo es más tecnológico y también tienen muchos más muñecos que antes”, recalca. Una visión que comparte con Elisa Castillo, que comenta con satisfacción las grandes diferencias que ve con su bisnieta. “Solo tiene dos años y medio, pero le traen un montón de juguetes, eso sí, todos muy chulos, nada que ver con las muñecas de cartón”, bromea.


Los tiempos han cambiado. La sociedad ha pasado de celebrar un acto religioso, en el que cualquier detalle era todo un acontecimiento, a vivir en un mundo consumista, marcado sobretodo por los anuncios televisivos y las jugueterias. Sin embargo, hay algo que se mantiene constante en el tiempo: la ilusión. Todos recuerdan sus regalos, los de sus hijos y sus nietos, pero en especial, la emoción que les invade en el momento en el que abren sus presentes. Esa sonrisa y ese nerviosismo que nunca pasarán de moda, aunque se tengan 20 paquetes para abrir en vez de unas castañas.