Los reyes del mundo
El Real Madrid se adjudica su primer Mundialito imponiéndose a un San Lorenzo desarmado. Marcaron Ramos y Bale
Si ante los del Cholo Simeone selló el empate con un brutal testarazo en el descuento que despejó el horizonte lisboeta para los madridistas y hundió a los colchoneros, esta vez descerrajó a San Lorenzo cerca del descanso, en un momento clave. Otra vez al cabecear un saque de esquina, lanzado con precisión de cirujano por Toni Kroos. Midió el tiempo y la distancia, se elevó y superó en el salto al colombiano Yepes, un central colombiano de nada menos que 38 años y curtido en mil guerrillas en Argentina, Francia e Italia. El sevillano aprovechó la inercia, corrió por detrás de la portería de Torrico y lo celebró a lo Raúl, mostrando con sus pulgares su nombre y apellido serigrafiados en la camiseta.
Carvajal y Marcelo no percutían por los laterales como en citas más rutinarias, James, que acababa de superar una lesión en un gemelo, no se encontraba, y el Real Madrid sufría una inmensidad para conectar con la BBC. Sin espacios, sin continuidad, sin ritmo y con tantos cuerpos y piernas por delante, las estrellas merengues padecían. El choque degeneraba en faltas y protestas continuas, aunque el dominio siempre era blanco y a Iker Casillas ni se le aproximaban los cuervos. El gol dio tranquilidad al campeón de Europa. Y apenas cambió el guión del Ciclón, que se defendía con uñas y dientes pero con el balón en su poder era una calamidad y mostraba signos de impotencia.
La segunda mitad fue mucho más calmada porque si el cabezazo de Ramos ya tuvo un efecto balsámico para el Real Madrid y depresivo para San Lorenzo, el tempranero tanto de Gareth Bale, otro especialista en finales, disparó las buenas sensaciones de los españoles y destrozó a los argentinos, ya sin capacidad de respuesta más allá de alguna patada a destiempo. El gol del galés fue más bien un churro, aunque el mérito fue el pase genial de Isco. Bale tiró mal pero a Torrico se le coló el balón por debajo del cuerpo.
El Madrid celebró a lo grande el título que faltaba en sus repletas vitrinas, donde sí relucían ya tres Copas Intercontinentales.