Más carrocería que juego
Un Zaragoza reconstruido sobre su arsenal de atacantes sacó un empate de Albacete
El equipo aragonés no le encontró el punto al partido, aunque se sobrepuso a la roja de Jaime
Las acumulación de ausencias en la zona de contención y la escasa longitud de recursos de la plantilla la resolvió Ranko Popovic con un doble o nada. Metió a todo el cuerpo de artilleros de su equipo, dibujando una alineación novedosa, poco ortodoxa en lo posicional y con varios futbolistas forzados a reinventarse. Casi nadie jugó en su lugar natural. En la defensa, Fernández fue el único instalado en la casilla habitual. Rico ejerció de central junto a Lolo. Al lateral izquierdo fue a parar Carlos Diogo. Iñigo Ruiz de Galarreta retrasó su área de influencia unos metros para acercarse a los centrales y componer la bisagra del equipo. Por delante de él, aparecieron Eldin y Pedro, volanteando como interiores. Otros dos que debieron adaptarse a las circunstancias. Y a la izquierda se acostó Willian José, más alejado de Bastón que nunca. Un 4-3-3, de apariencia experimental, que al Zaragoza le costó asimilar.
Tomó riesgos Ranko Popovic: afiló tanto al equipo que perdió su contenido intermedio, donde el fútbol que trató de proponer necesita sentido. Le faltó manija, algo de control y de pausa para vencer la intensidad y la actitud corajuda del Albacete, un rival con mejor fútbol que números. Apenas pudo desenvolverse con soltura ni proteger sus defensas con el uso de la pelota. Vivió demasiado metido en su campo con un arsenal de delanteros, como si al puzle le faltaran piezas.
Fue el efecto de la ausencia de centrocampistas, la posición profunda de Ruiz de Galarreta y la moderación de sus laterales, aunque el Zaragoza se valió desde el principio de aquello que lo hace diferente y lo eleva sobre la categoría: su capacidad de intimidación. Arriba golpea, es gélido, imperturbable, posee la frialdad de un enterrador. Al minuto siete, ya había sacado su látigo. Eldin adelantó a los aragoneses, cerrando una jugada a la que él mismo le había quitado el precinto. Armó una contra en el balcón del área de Whalley, la pelota corrió a los dominios de Borja, y el goleador sacó un pase que agradeció el bosnio.
El partido fue una nueva confirmación de todo aquello que define al Zaragoza: necesita dos soplidos en ataque para marcar, pero su compostura defensiva hace tiempo que dejó de ser una garantía. Ayer, en Albacete fue más carrocería que otra cosa. El Zaragoza sufrió por el lado de Diogo, superado por Keko y a la espalda de sus centrocampistas, donde Cidoncha reinó sobre el partido. No encajonaron los manchegos al Zaragoza, tenían la posesión, pero lejos de Whalley, hasta que en un error defensivo, donde faltó determinación, empató Jorge Díaz.
La cosa terminó de complicarse a la vuelta del descanso con el gol de Cidoncha. Había salido Jaime, quien estiró la banda izquierda. El Zaragoza creció con él, pero sobre todo con el ajuste de Popovic: puso a Pedro más cerca de Galarreta, adelantó a Eldin e implantó un 4-2-3-1 que dio serenidad y mejoró el control del juego. Se abrió un periodo en el que el Zaragoza rodó más cómodo y en el que Jaime aprovechó un fallo de Alberto antes de marcharse a la ducha por doble amarilla. Con la expulsión, el Zaragoza sacó la bandera blanca, anunciando su visto bueno al empate. Tampoco el Albacete le apretó en exceso. Era un buen punto. Pudo ser mejor, pero también peor.