Seis muertes en cinco años reabren el debate sobre la seguridad en las vaquillas

El reglamento prohíbe el alcohol en el callejón aunque prolifera en la grada.
Los jóvenes de 16 y 17 años no pueden ir a conciertos pero sí bajar al ruedo

La controversia está servida. Tras las cogidas con fatales consecuencias en las vaquillas de las últimas fiestas del Pilar (con un peñista fallecido y un joven al que hubo que inducirle el coma y que sigue ingresado, ya en planta), los reglamentos que regulan estos festejos taurinos, en los que han perdido la vida seis personas en los últimos cinco años –unos participando de forma activa en los festejos, otros que eran meros espectadores desde la barrera y una a la que atacó un toro que escapó del camión y acabó dentro de su casa–, vuelven a estar en entredicho. Si hace dos años la DGA se planteó subir a 18 años la edad para participar en las vaquillas (tras la muerte en Huesca de un chico de 16), ahora lo que preocupa es cómo evitar que salten al ruedo jóvenes con síntomas de embriaguez, corredores inexpertos o participantes que –por su condición física– puedan correr un excesivo peligro o provocar situaciones de riesgo.


El Reglamento de Espectáculos Taurinos de Aragón, que data de 2001 con sucesivas reformas tras el año aciago de 2009 –cuando se registraron tres muertos en diferentes pueblos–, fija que "la autoridad local evitará (incluso mediante el recurso a las Fuerzas de Seguridad) que en los festejos tomen parte menores de 16 años y quienes muestren síntomas claros de embriaguez o intoxicación". Y aunque la ley es clara, quienes cada mañana visitan la Misericordia comprueban que aplicarla es complicado. Afortunadamente, este año no ha habido que atender en la enfermería a ningún menor de 16 herido en el ruedo. Sí se ha visto sobre la arena a mozos titubeantes, con vasos en la mano, y con la razón, aparentemente, nublada. 


En la plaza es el director de lidia y sus ayudantes (diez en Zaragoza) quienes tienen la misión de ‘invitar’ a abandonar el ruedo a quienes no ven en condiciones para sortear a las vaquillas. Según explican, algunos de los corredores reconocen su aturdimiento y aceptan salir de buen grado (los hay que incluso les dan las gracias), pero también hay otros a los que tienen que llevárselos a la fuerza. En tal caso, agentes de la Policía Local o Nacional –vestidos de paisano– colaboran para evacuarlos. Algunas ganaderías, además, llevan motu proprio recortadores de confianza con el fin de evitar situaciones de riesgo, si bien los expertos reconocen que "es imposible controlar al milímetro a 9.000 personas en una plaza". Recientemente, el sindicato Asociación Taurina de Aragón (ATA)denunció el intrusismo profesional y los problemas de seguridad que genera la contratación de directores de lidia sin preparación para abaratar costes. Recuerdan los profesionales que solo pueden actuar como tales novilleros con picador, matadores o banderilleros que estén acreditados por el Ministerio del Interior. ¿Qué se hace en otras plazas?

¿Son más restrictivas las normas en otras comunidades? En esencia los textos legales son muy similares, si bien algunos tienen prohibiciones más específicas en lo referente a portar instrumentos que puedan causar malos tratos a las reses u ocasionar situaciones de riesgo. En los encierros de Pamplona, por ejemplo, se impide el paso a todo aquel que no lleve vestuario o calzado adecuado para las carreras, aunque una vez en la plaza proliferan las latas de cerveza y los vasos de calimocho, cuya presencia –como sucede en Zaragoza– está completamente prohibida tanto en la arena como en los callejones, pero no en los tendidos. Explican los organizadores de los festejos que es difícil impedir que los jóvenes que están en la grada bebiendo, de pronto, salten al callejón y apuestan tanto por que los burladeros queden más despejados –y sean utilizados por quien realmente los necesita– como para que haya una delimitación más clara entre la zona de espectadores y la de participantes en los festejos taurinos.


En otros cosos, como el de Huesca, se presta especial atención a que los mozos no lleven pañuelos, camisas anudadas, collares o cualquier objeto que pueda engancharse con las vaca o con otros corredores, mientras que en algunos pueblos de levante, en el espectáculo de los ‘bous al carrer’, se ha llegado a proponer que los corredores lleven cascos y protección.


Tras la reciente y exigente reforma de la Ley de Espectáculos Musicales, se da la circunstancia de que los menores de 18 años no pueden ir solos a los conciertos pero, si tienen han superado los 16, sí pueden correr delante de las vaquillas. Afortunadamente, en Cruz Roja han percibido en los últimos años un gran descenso de atenciones a menores, incluso, en los que llegan a la enfermería de la plaza, donde se valora si hay que trasladar al herido a un hospital o no.


"El 90% de las atenciones en las vaquillas son por golpes o traumatismos y suelen requerir traslados para hacer estudios radiológicos, aunque en la plaza hay dos quirófanos", explica José Manuel Miranda, coordinador del dispositivo de Cruz Roja en la Misericordia. "La gran mayoría de estos traumatismos –añade– son consecuencia de saltar forzosamente al callejón y caer mal, aunque también por volteretas tras una embestida de las vacas". Las reses, en Zaragoza, llevan los cuernos embolados y en el momento en el que se desprende esa protección, se anuncia por megafonía y la vaca es retirada.Sentido común y consenso

"Concebir las vaquillas como el fin de una noche de fiesta es una evidente temeridad", dicen los defensores de estos festejos, que explican que el número de atenciones sanitarias por peleas, intoxicaciones o incidentes en otros escenarios festivos arrojan unas cifras semejantes (cuando no peores) que las del coso taurino. A su juicio, la normativa tiene aspectos mejorables, pero cualquier reforma habría de afrontarse con sosiego porque requeriría el acuerdo de ayuntamientos y de los miembros de la Comisión de Asuntos Taurinos. Nunca sería, por tanto, una decisión unilateral del Gobierno, sino una opinión contrastada por expertos, que resumen que para comportarse correctamente en el albero bastaría con no estorbar y aplicar el sentido común.