​De El Cairo a Ciudad del Cabo... con la casa a cuestas

El zaragozano Álvaro Blanchard y su pareja, Cristina Uriarte, narrarán en Heraldo.es su viaje a través de África.

Álvaro y Cristina, junto a su 'nueva casa'
​De El Cairo a Ciudad del Cabo... con la casa a cuestas

Seis meses en la carretera africana (y en pistas de tierra, desierto y lo que toque). Desde El Cairo hasta Ciudad del Cabo a bordo de un todoterreno sin más recursos que una navaja suiza y con la filosofía 'overland' -haciendo vida sobre las cuatro ruedas-. Ese es el objetivo del zaragozano Álvaro Blanchard, viajero empedernido, y de su pareja, la madrileña Cristina Uriarte, quienes narrarán su aventura a través de Heraldo.es.


Su viaje arrancará este domingo, 2 de noviembre, cuando aterricen en Egipto. Allí, en el puerto de Alejandría, les espera su Toyota Land Cruiser 105 cargado hasta los topes, que previamente enviaron desde el puerto de Valencia. Entonces empezará una cascada de países: Sudán, Etiopía, Kenia, Uganda, Ruanda, Burundi, Tanzania, Zanzíbar...


"Tenemos el recorrido en mente, pero no nos importará modificarlo sobre la marcha, hacer alguna excursión que nos apetezca o detenernos algún día a descansar de tanto coche", apunta Álvaro. Malaui, Zambia, Zimbabue, Botsuana y Namibia completarán el ramillete de países que recorrerán antes de llegar a su destino: Sudáfrica.


Ambos tenían en mente un viaje largo, sin pensar en la fecha de regreso. El destino tardaron poco en decidirlo. "África es especial, todavía no ha perdido la inocencia. La gente aún se sorprende con las cosas más simples y se desvive por ayudarte. Ningún continente te aporta y te llena tanto", asegura el aragonés. "Además los paisajes son únicos, como en ningún otro sitio... los amaneceres y atardeceres, la sabana, los desiertos...", añade Cristina.


Ambos recuerdan los gestos de generosidad que han presenciado en anteriores visitas al continente. "Una vez, haciendo una ruta por Madagascar, tuvimos que detenernos porque entraba agua en una de las canoas. Mientras la reparaban, visitamos una aldea y una familia nos invitó a pasar a su casa. A pesar de la evidente pobreza en que vivían, mandaron al niño a comprar una gaseosa para invitarnos. Son gestos que no se olvidan", rememora el zaragozano.


En su periplo llevarán, casi literalmente, la casa a cuestas. En el 'africano' (así se conoce en el argot viajero al modelo de 4x4 que usarán) han dispuesto todo lo necesario: un colchón que ocupa la parte trasera, una pequeña ducha, una parrilla, un botiquín digno del doctor más previsor, dos ruedas de repuesto, dos cajones repletos de comida no perecedera (también un poco de lomo, fabada, crema de bogavante, jamón, leche condensada y hasta un sexteto de cervezas de la tierra).


Al automóvil tampoco le faltará la última tecnología. "Llevamos ordenador, tableta, cámara de fotos, GPS, un dispositivo con localizador de emergencia...". Todo ello se nutrirá de la energía de las batería principal del coche y de la secundaria. No es este el único 'añadido'. "Además del depósito normal, de 90 litros, lleva un tanque en el que caben otros 270. Esto nos da una autonomía de hasta 800 kilómetros", explica la pareja.


La preparación para un viaje de este tipo ocupa entre dos y tres meses. No solo a nivel burocrático -a los dos pasaportes se suma un tercero, el del coche, por el que hay que depositar una fianza de 6.000 euros para evitar que sea vendido en terreno africano-, también en cuanto a la planificación de la ruta. 


Y, por supuesto, han tenido que visitar el centro de vacunación en no pocas ocasiones para poder regatear un puñado de enfermedades: fiebre amarilla y fiebre tifoidea, las hepatitis A y B, el tétanos, la rabia, el cólera y la malaria. También han tenido que enfrentarse a un recordatorio de la triple vírica. Vamos, que a día de hoy tienen un cóctel químico corriendo por las venas.


Llegado este punto muchos se preguntarán si merece la pena tantos esfuerzos económicos y personales. Cristina despeja cualquier duda: "Claro que merece la pena. Es un reto personal, un aprendizaje de la vida, o al menos así nos lo tomamos. Sabemos que tendremos que hacer frente a problemas de todo tipo, como averías o trabas burocráticas, pero este tipo de experiencias te hacen vivir con lo básico y quitarte de la cabeza lo supérfluo".


Viajero de profesión


Álvaro, de 38 años, estudió Ciencias Económicas en la Universidad de Zaragoza y nada más licenciarse empezó a trabajar para una importante multinacional. Pero pronto descubrió que eso no era lo suyo. "Desde joven empecé a viajar por el mundo. A los 21 años trabajaba en un bar y con lo que gané me fui con un amigo a Boston, compramos un coche y nos recorrimos Estados Unidos". Luego vino Nepal, con la mochila a cuestas, y Mongolia, que atravesó en bicicleta.


Así que decidió emprender por su cuenta y creó Paso Noroeste, una agencia que organiza viajes al estilo mochilero, con guía pero con la posibilidad de ir modificando la ruta sobre la marcha según las decisiones de los propios viajeros. Con ella se ha movido por todo el mundo.