La Purísima o el milagro de los sordos que oyeron

El colegio que consigue cada día dar un plus en la enseñanza de los niños aragoneses con sordera recibió esta semana la Medalla de la Educación. En sus aulas, cada alumno es perfecto tal y como es: solo hay que encontrar la forma de despertar su potencial y lograr su integración

Los más pequeños del colegio en una clase junto a una de sus maestras, Mamen Sánchez.
Los más pequeños del colegio en una clase junto a una de sus maestras, Mamen Sánchez
Oliver Duch

Este es el milagro nuestro de cada día: el de los sordos que oyeron y los mudos que hablaron". Lo dice Lourdes Laiseka, la directora del colegio La Purísima para niños sordos; el único que, como ella misma recalca, "no lo eligen los padres, sino la patología de sus hijos". No hay ni pizca de derrotismo en sus palabras, porque este tipo de dificultades ("diferencias", como a las trabajadoras del centro les gusta precisar) y otras muchas son el acicate que han convertido al colegio en lo que es: un centro de enseñanza en el que cada niño es mucho más que un alumno: es un reto único y extraordinario que puede (y debe) insertarse en la sociedad.


Por esta visión y por sus 104 años de servicio a los pequeños aragoneses con sordera, La Purísima ha recibido esta semana la Medalla de la Educación Aragonesa de 2014. Durante más de un siglo, las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada han conseguido dar voz a uno de los sectores sociales más desprotegidos históricamente, y no solo en sentido figurado.El fin de los sordomudos

Sonia Ramos, la hermana que el pasado miércoles recogió la medalla de manos de la presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi, fue durante muchos años la directora del centro. Ella cambió el cartel del colegio que aseguraba que allí se educaban sordomudos, y borró también este estigma de sus estatutos. Sacó de las tinieblas a estos niños y les llevó de la mano hacia un mundo en el que se podía conquistar el sonido. Y, ahora, el actual equipo sigue con su legado y con un motivo por el que luchar: "Los sordos pueden". Eso sí, no todo es trabajo. La clave también está en la aplicación de las nuevas tecnologías.


El colegio es el único de referencia para los pequeños con este problema, y actualmente tiene 178 alumnos. Además, cumple un lugar principal dentro de la estrategia de los departamentos de Educación y Sanidad de la DGA destinada a los sordos. De hecho, en cuanto un niño es diagnosticado de hipoacusia, es derivado a La Purísima, así que muchos aún no tienen 3 meses cuando cruzan sus puertas. Allí se les trata con carácter ambulatorio (acompañados de sus padres) hasta que tienen 2 años. Desde el principio, las educadoras luchan para que sus cerebros conserven su capacidad innata para oír. "Esa área cerebral está ahí, pero si no se estimula, el cerebro economiza sus esfuerzos y se ve diezmada", explica Laiseka. Muchos reciben un implante coclear cuando tienen un año y otros no lo necesitan; ya que en el colegio existen infinidad de casos y soluciones diferentes. Pero, siempre, los niños reciben una estimulación y una rehabilitación adecuada a su problema.


En la sala destinada a los bebés, aguarda también su turno un pequeño aparato: el primero con el que oyen sus primeros sonidos. Y en esa aula, rodeados de títeres, cojines y dibujos, se obra ese pequeño gran milagro. "Es un proceso casi artesanal, hecho con un cariño especial", reconocen.


Algunos niños están escolarizados en el colegio a diario (se imparte educación infantil, primaria, secundaria y PCPI, ya que para el Bachillerato deben matricularse en los centros habituales). Otros acuden algunos días o reparten su tiempo: van por la mañana a La Purísima y por la tarde a un centro normalizado.


Al final, esta labor exige un plus: no solo deben impartir las enseñanzas con el mismo currículo aragonés que el resto de coles, sino que deben encontrar vías y herramientas para acortar la distancia con la integración que pueden tener estos chavales por sus condicionantes. Por eso, sus profesores y profesoras tienen una triple especialización: son maestros, especialistas en educación especial y, además, también en audición y lenguaje.


Su formación continua es muy ambiciosa: nunca se cansan de leer y aplicar las enseñanzas de estimulación temprana, inteligencia emocional o inteligencias múltiples de grandes expertos como Doman, Goleman o Gardner. Y, además, su meta es justo la contraria a la de otros centros: "No hacemos nada de esto para que se queden, sino para que avancen y se vayan", reconocen.


La resaca de la medalla casi ha pasado, pero ahora queda el premio de todos los días: contribuir a que estos chavales tengan un presente feliz y un futuro sin límites, y volver a casa cada tarde con la alegría del trabajo bien hecho.