Arropados

El Real Zaragoza ha recuperado su juego en casa, gracias sin duda al apoyo de los suyos.

Real Zaragoza - Hércules
Real Zaragoza - Hércules_10
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Pasado ya el ecuador de la Liga, justo en el momento en el que se ha producido la reacción del Real Zaragoza, un aspirante al ascenso no puede permitirse errores o traspiés que compliquen su camino hacia la máxima categoría. Y menos aún, si cabe, en su propia casa.


El ascenso ha de fraguarse en casa. Es la exigencia que se plantea Paco Herrera, que suspiraba por un cambio en la línea del equipo en casa y que ha llegado en los últimos encuentros, coincidiendo con la recuperación mostrada por la escuadra blanquilla.


Algo más de dos meses atrás, el técnico catalán afrontaba con el agua al cuello –y más allá- un duelo con el Girona que luego sirvió de trampolín hacia los puestos nobles de la tabla. El equipo ha mejorado, sin duda, su nivel. Pero el Real Zaragoza, sobre todo, se ha sentido arropado en La Romareda.


La afición es ya consciente de dónde están los males de la entidad, quiénes son los responsables de lo que ocurre en diario desgaste del club. Y esos no son ni el técnico ni los jugadores, por más que en ocasiones no sean capaces de brindar una imagen ideal.


Hoy, incluso en esos momentos, se han cambiado los pitos por los aplausos; el equipo juega cómodo, ya no tiene miedo a ganar y muestra unas virtudes que hasta hace poco no era capaz de ofrecer.


El gran mérito, no me cabe duda, estriba en la paciencia de una afición que es consciente de que sólo el zaragocismo –el de la verdadera afición y el que juega cada domingo- puede devolver al Real Zaragoza al lugar donde debe estar. Al menos, en el ámbito deportivo. Recuperarse del desprestigio institucional resulta, sin duda, una labor todavía mucho más comprometida.