Aragón

La niebla

La niebla despierta en mi la pereza y el deseo de volver a la cama, y evoca los días de erase una vez. Días de infancia en los que buscaba refugio en mi abuela; ella me acogía bajo las mantas de su cama, me abrazaba y me contaba cuentos. Pero no, no eran cuentos. Los narraba como si los hubiera vivido, como si los viviera en el instante en que los evocaba


A los pies de la cama emergían castillos y veleros, dragones y guerreros, príncipes y princesas, brujas y flores,… Imágenes que se sucedían una tras otra, como en el cine. Los relatos siempre comenzaban con un erase una vez y terminaban cuando yo, sorprendida, preguntaba ¿de verdad? Mi abuela nunca respondió mi pregunta, no era necesario.


Hoy es uno de esos días que la niebla y la nostalgia lo invaden todo. Pero no hay mantas donde cobijarme y, a pesar de la pereza y los días de erase una vez, salgo a la calle. Mis pies se mueven con destreza entre la niebla, me van llevando. Al llegar al puente miro el agua y la niebla con la vana esperanza de que él la diluya y emerja un castillo. ¿Un castillo?, ante mi asombro, surgen entre la niebla los perfiles de cuatro torres… ¿Un castillo?, digo de nuevo, y el sol emergente dibuja la silueta de El Pilar sobre el Ebro.


Ana Ripoll Camús


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