Aragón

Belchite

El investigador cerró la puerta del coche y se frotó las manos, aterido. La trémula luz de la lun entre las nubes iluminaba el Pueblo Viejo de Belchite, adonde había acudido a intentar grabar una psicofonías. Según el folclore aragonés, si se registraba con un micrófono el ruido ambiente, al reproducir la cinta se distinguía el sonido de fantasmales ametralladoras, hélices de aviones de la Guerra Civil... Fiel a sus costumbres, había usado un viejo magnetófono.


Tras una hora grabando, regresó al coche, aparcado en el Pueblo Nuevo. ¡Maldición! Se había olvidado las luces encendidas. Cansado de usar los auriculares, colocó la cinta en el reproductor del coche. Un sonido lúgubre, gutural, brotó de los altavoces, helándole hasta el tuétano. Lo encontraron a la mañana siguiente, víctima de un ataque cardíaco. La batería del coche, casi agotada, hizo que la cinta girara tan despacio que su propia voz al inicio de la grabación había sonado como la de un espectro.