especial agenda 2030

La energía, la palanca principal para acabar con el cambio climático

La emisión de gases favorece el calentamiento global, por lo que urge implantar nuevos sistemas energéticos que no contaminen.

El cambio de modelo energético es uno de los principales vectores de transformación para un desarrollo sostenible.
El cambio de modelo energético es uno de los principales vectores de transformación para un desarrollo sostenible.
Pixabay

La energía representa alrededor del 60% de todas las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según se pone de manifiesto en el objetivo 7 de la Agenda 2030. Por ello, la alerta climática que plantea la comunidad científica evidencia la importancia de apostar por otro modelo energético para el siglo XXI.

A nivel global, el petróleo sigue suponiendo el 42% de la energía primaria y el 52% de las emisiones totales de dióxido de carbono (CO2), mientras que el gas natural aporta el 20% de la energía primaria y genera el 15% de las emisiones totales. En España, es el carbón el combustible fósil que más CO2 emite, pues supone el 17% de las emisiones totales.

La descarbonización sistemática y profunda del sistema energético es el horizonte político prioritario que ratificó España en el Acuerdo de París adoptado el 12 de diciembre de 2015, que sirve de marco de referencia para desarrollar la política energética comunitaria. En él se pasa del debate sobre el objetivo climático, al de la estrategia que permita alcanzarlo y sus implicaciones.

A este respecto, la paulatina penetración de fuentes renovables implementaría beneficios, tanto de carácter medioambiental, en forma de reducción de emisiones, como de carácter económico, traducidos en generación de empleo, creación de nuevo tejido empresarial, reducción de la dependencia exterior y la mejora de la balanza de pagos de los países.

Desequilibrios naturales y pandemia

Los crecientes desequilibrios naturales causados por el cambio climático y la consecuente emisión de gases contaminantes se potencian mutuamente, poniendo en peligro la supervivencia de la especie humana. Un ejemplo claro de ello lo constituye la deforestación. En los últimos 100 años el planeta ha perdido casi la mitad de su superficie forestal. Y, como señalan informes de la FAO (Organización de la Alimentación y la Agricultura), la Tierra sigue perdiendo de forma neta cada año 11,2 millones de hectáreas de bosques vírgenes. Esto sucede, según informes del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), como consecuencia, fundamentalmente, de su uso como fuente de energía, de la expansión agrícola y ganadera y de la minería y de las actividades de compañías madereras.

Un reciente estudio del WWF, publicado el pasado mes de junio, alerta sobre la pérdida de 4.567 kilómetros cuadrados de la selva del Amazonas en los diez meses anteriores: un 54 % más que el mismo período del año anterior. Uno de las principales efectos de la deforestación en Brasil es la emisión de CO2 del país. En la década de los 90 esta selva absorbía 2.000 millones de toneladas de CO2, que, según datos de Greenpeace, ahora se traducen en la mitad.

Por otra parte, parece innegable para los expertos en ecología y medio ambiente la vinculación que tiene la aparición del coronavirus con estos desequilibrios naturales: «El 70%de las enfermedades humanas son producidas por la destrucción de la naturaleza», afirma en plena pandemia de la covid-19 un nuevo informe de WWF.

Nueva apuesta energética

El Plan de Acción Nacional de Energías Renovables (PANER), impulsado por la Unión Europea, fijó los objetivos que, en materia de energías renovables, debía conseguir España. Así,en este año 2020 este tipo de fuente energética debía representar en el país un 20% del consumo final bruto de energía, con un porcentaje en el transporte del 10%.

El camino emprendido por España para afrontar los retos señalados, con reconocido éxito tal y como se pone de manifiesto en el documento definitivo del PANER, se basa en el desarrollo de estrategias que permitan la liberalización y el fomento de la transparencia en los mercados, el desarrollo de las infraestructuras energéticas y la promoción de las energías renovables y del ahorro y la eficiencia energética.

En este año, el nuevo Plan deberá medirse en atención a otros parámetros, según se indica desde el Gobierno de España. Las estrategias a desarrollar deben representar un impulso a la investigación, desarrollo e innovación de las tecnologías renovables, profundizar en la implantación de las tecnologías más maduras e incorporar a nivel experimental otras nuevas. Igualmente el éxito de la política de fomento de las energías renovables deberá medirse por la consecución de los objetivos establecidos, y por alcanzarlos de manera compatible con la sostenibilidad técnica, económica y ambiental del sistema energético, fomentando su competitividad con la de las fuentes más tradicionales.

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