en colaboración con turismo de aragón

De ruta por los monasterios zaragozanos

Los monasterios de Veruela, Rueda y Piedra albergan entre sus muros un excelente patrimonio arquitectónico y artístico, pero también historias de lo más singulares.

El claustro del Monasterio de Veruela, ubicado a los pies del Moncayo.
El claustro del Monasterio de Veruela, ubicado a los pies del Moncayo.
Laura Uranga

Dicen que la primera taza de chocolate que se saboreó en Europa, allá por el año 1500, fue en el monasterio de Piedra, gracias al entonces abad de la institución, Antonio de Álvaro, quien recibió de un monje que había viajado junto a Hernan Cortés a las Américas un saco de semillas y la receta de tan delicioso manjar.

Unos siglos más tarde, en el año 1863, el poeta Gustavo Adolfo Bécquer, acompañado por su hermano Valeriano, se traslada al monasterio de Veruela, a los pies del Moncayo, para respirar aires puros que le curasen de sus dolencias –padecía tuberculosis– y encontrar la inspiración de algunas de sus obras más conocidas, como ‘Cartas desde mi celda’ y las leyendas de ‘El monte de las ánimas’, ‘El gnomo’ y ‘La corza blanca’.

En el monasterio de Rueda, a orillas del río Ebro, los monjes que lo habitaban construyeron una noria –o rueda, de ahí el nombre del edificio– de 18 metros de diámetro para subir el agua del río hasta el complejo cisterciense, construcción que todavía se conserva, a pesar de sus más de 800 años de historia.

Estas son solo algunas de las historias y vivencias que albergan los muros de los monasterios zaragozanos, tres edificaciones singulares que bien merecen una visita y ofrecen al visitante una experiencia turística completa.

Ya sea en el monasterio de Veruela, muy cerca de la entrada del Parque Natural del Moncayo; en el monasterio de Piedra, en Nuévalos, rodeado de un espectacular paisaje fluvial; o en el monasterio de Rueda, entre la localidad de Sástago y Escatrón, que con su imponente torre mudéjar permite contemplar todo el valle del Ebro; cuando el visitante cruza los muros respira la misma paz y tranquilidad con la que hace siglos los monjes de la orden del Císter que los habitaban practicaban su ‘ora et labora’ y contribuían al desarrollo económico y espiritual de los lugares donde se ubicaban.

Entre celdas y grandes historias

Están ubicadas en entornos naturales de gran interés, su arquitectura invita a la tranquilidad y al descanso y su visita permite viajar hasta el medievo aragonés. Los tres monasterios más importantes de la provincia de Zaragoza –Veruela, Piedra y Rueda– forman el conjunto de cenobios cistercienses más representativos de la Comunidad.

La Orden del Císter tuvo una rápida expansión en la Corona de Aragón a partir de la segunda mitad del siglo XII, muy ligada a la colonización del territorio en tiempos de la Reconquista cristiana. Entre sus valores se encontraba el silencio, la contemplación, el ascetismo y la pobreza, atributos que se ven reflejados en sus construcciones, pero que no restan ni un ápice de belleza de tan imponentes edificios.

Una muralla de un kilómetro recibe al visitante que llega al monasterio de Veruela, cuya construcción comenzó en el año 1145 y se prolongó durante más de 250 años. Tras atravesarla, un fresco paseo con árboles desemboca en la puerta de la iglesia, sobria pero de proporciones catedralicias, y cuyos arcos y columnas, ventanas y pilares configuran uno de los espacios más bellos que se construyeron en la Edad Media en Aragón.

Anexo a esta, se encuentra el claustro gótico levantino, con capiteles decorados con plantas como gustaba a los monjes cistercienses.

Junto a las dependencias monásticas, de gran interés arquitectónico, Veruela alberga también el Museo del Vino de la D.O.P. Campo de Borja y desarrolla una intensa actividad cultural a lo largo del año.

El Monasterio de Rueda se encuentra en la localidad de Escatrón.
El Monasterio de Rueda se encuentra en la localidad de Escatrón.
Laura Uranga

En 1182, el rey Alfonso II otorgó la villa y el castillo de Escatrón al Císter, paraje en el que se comenzó a construir el monasterio de Rueda, cuyas obras comenzaron en 1202 y se prolongaron hasta el siglo XIV. En los siglos XVII y XVIII se realizaron varias ampliaciones, dejando intacto el primitivo núcleo medieval, lo que permite hoy visitar las celdas de los monjes, la espectacular galería herreriana y el palacio abacial, que dan forma a la plaza de San Pedro y conforma la monumental entrada actual.

La iglesia, por su parte, es un excelente ejemplo de arquitectura cisterciense, con formas sencillas y rematada con un imponente campanario de estilo mudéjar.

Cuando se ordenó la construcción del monasterio de Piedra, allá por 1218, se buscó un lugar que cumpliese con los requisitos de la orden, apto para la soledad y alejado del mundo exterior, pero que les permitiera vivir de manera autosuficiente. El lugar escogido fue en torno al río Piedra, que deja a su paso preciosas cascadas, saltos de agua y grutas.

Por ello, visitar este monumento hoy no solo permite contemplar grandes estancias como la iglesia y su cripta, el claustro, la sala capitular o la cocina donde se elaboró el primer chocolate de Europa, sino disfrutar de un paseo por uno de los parajes naturales más bellos de Aragón.

Hospedería de cuatro estrellas en el monasterio de Rueda.

Lugares con encanto para descansar

Lo que fue el palacio abacial del Monasterio de Nuestra Señora de Rueda alberga hoy una hospedería de cuatro estrellas (en la imagen), con 35 habitaciones y varias suites para disfrutar de una estancia única. En el Monasterio de Piedra, el claustro nuevo, edificado en el siglo XVII, es también un fantástico alojamiento hotelero de cuatro estrellas con capacidad para 140 huéspedes, piscina, zona de ‘spa’ y varios salones para la celebración de eventos, entre otros servicios.

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