Descubrir Bruselas con los que saben: la corresponsal aragonesa Beatriz Navarro

La periodista de Sabiñánigo, autora también de un ensayo sobre Dolly Parton, nos guía por la capital europea donde trabaja.

La periodista sabiñaguense Beatriz Navarro, corresponsal en Bruselas.
La periodista sabiñaguense Beatriz Navarro, corresponsal en Bruselas.
H. A.

"Bruselas no es una ciudad que se abra al visitante, que se despliegue, que trate de seducirlo. Al contrario, le exige que sea él quien se lo curre y se involucre, si quiere tomar mínimamente el pulso a la ciudad", dice Beatriz Navarro. Lo sabe bien, pues esta periodista nacida en Sabiñánigo lleva varios años trabajando allí como corresponsal de 'La Vanguardia' solo interrumpidos entre 2018 y 2021, cuando hizo lo propio desde Washington. De aquella experiencia salió un libro, un ensayo sobre la figura de la cantante Dolly Parton que profundiza sobre los resortes de la sociedad estadounidense. De vuelta a la capital europea, Navarro nos desentraña algunos aspectos más desconocidos de la ciudad -comunicada directamente por avión desde Zaragoza- sin desdeñar sus zonas más turísticas.

"Obviamente, no estamos hablando de una gran capital europea al estilo de París, Londres o Berlín, pero recibe una cantidad brutal de turistas españoles", cuenta. "Y me consta que muchos salen chasqueados, decepcionados con lo que se encuentran". A su juicio, uno de los principales motivos es esa dificultad que presenta para ser descubierta fácilmente por los ojos legos. Y, a la vez, la periodista observa que "hay todavía un efecto postpandemia que se nota tanto en el número de visitantes como en el ambiente de la calle, porque después de 6 o 9 meses con los bares cerrados los bruselenses se echaron a la calle y no han vuelto a casa; cuando hace bueno en las plazas de los barrios siempre hay mucho ambiente. Se han abierto ‘guinguettes’ (cafés al aire libre, kioscos) en varios parques y eso les ha dado mucha vida. Hay por ejemplo un par en el Parc Royal y otro en el parque del Cincuentenario, cerca de las instituciones europeas".

"Sin dejar esa zona, desde el Parc Royal o el Palacio Real, se puede caminar hasta la Place Royale y desde allí, desde el llamado Mont des Arts, donde se encuentran los principales museos de la ciudad, bajar por la calle Coudenberg hacia el centro, pasando por los antiguos almacenes Old England, que hoy alojan el Museo de los Instrumentos Musicales (entrada libre al café-restaurante de la terraza, que solo merece la pena por las vistas), y otros edificios históricos con mucho encanto, como la antigua Pharmacie Anglaise (hoy reconvertida en coctelería, es muy fotogénica, Mick Jagger se tomó una copa allí la última vez que estuvo en Bruselas). Desde esa bajada hay unas vistas estupendas de Bruselas y las torres de la Grand Place, ahora al atardecer se llena de ‘instagramers’".

Beatriz nos sigue guiando: "Desde ahí, atravesando un parque, se baja hasta la Grand Place, que sigue siendo un lugar al que vuelvo constantemente. Paso a diario por la Estación Central, que está al lado, y siempre que puedo me sigo asomando a verla, sea de día o de noche, aunque sea por unos minutos. Es realmente la plaza más hermosa del mundo, nunca te cansas de verla (sobre todo si es temprano o ya de noche, sin gente)".

La Grand Place ofrece también alguna visita más concreta: "Se puede visitar el museo de la cerveza de Bruselas de toda la vida, la Casa de los Maestros Cerveceros. Es un museo a la antigua, pequeñito. Recientemente han abierto un ‘beer center’ en la antigua Bolsa, que acaban de renovar, muy espectacular, con precios ídem.El edificio merece mucho la pena y se puede acceder libremente (muy recomendable). También tienen un 'rooftop' (la última moda de las ciudades) con precios de lujo, como las vistas".

No por muy turístico Navarro deja de recomendar el Manneken Pis: "Es diminuto, un poco ridículo, pero creo que hay que verlo… Me parece tan enternecedor como absurdo el ritual de cambiarle de ropa casi a diario, los guiños que hacen con sus trajes a diferentes causas, a la historia de Bélgica o de otros lugares del mundo (uno de los momentos más esperados del año es cuando lo visten de asturianín y ‘mea’ sidra)". 2El Manneken Pis tiene además uno de los roperos más vistosos del mundo y ¡se puede visitar! A mí me parece muy divertido".

"Por esa zona -continúa la periodista- hay algunas cervecerías antiguas que merecen mucho la pena. Por lo profuso de la decoración y la carta, claro, recomiendo el Goupil Le Fol. Y, como originalidad belga, en una de las bocacalles de la Grand Place, Le Cercueil (el féretro), de ambientación mortuaria. Lleva más de 40 años abierto y sigue siendo bastante auténtico".

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