El pueblo de Aragón para triunfar este otoño en Instagram

Esta localidad y sus alrededores son una alfombra de hojas secas que convierte la vista en un manto amarillo de diferentes tonos; desde arriba parece un cuadro, y desde dentro es tan romántico que dan ganas de soltar versos, aunque sean malos, o leer algunos buenos sentados bajo un árbol.

El pueblo de Pancrudo (Teruel) en otoño.
El pueblo de Pancrudo (Teruel) en otoño.
Laura Uranga

Pancrudo está en Teruel, no demasiado lejos de la capital provincial. Tiene cada septiembre un festival de artes escénicas, el Gaire, que se alimenta sobre todo de teatro y que también incluye música, circo o poesía, todo programado con un gusto tremendo. Hay dos ermitas desacralizadas, una de ellas utilizada para fines culturales; también tiene un magnífico entorno natural, con zonas de paseo espectaculares junto al casco urbano y en las elevaciones cercanas. Ahora se han embarcado en el reto de recuperar su castillo, un esfuerzo que capitanea el Ayuntamiento, de la mano del equipo del arqueólogo Javier Ibáñez; se cuenta además con el apoyo del historiador militar Rubén Sáez. Pancrudo es además el pueblo natal de Esther Lahoz, atleta olímpica en Seúl’88 y Barcelona’92, y seis veces campeona de España de 400 metros.

El otoño es una estación perfecta para visitar el pueblo, que como buena parte de Teruel, obliga a vestirse como un esquimal a quien lo visita y no está acostumbrado al frío de verdad. En estos meses, Pancrudo y sus alrededores son una alfombra de hojas secas que convierte la vista del pueblo en un manto amarillo de diferentes tonos; desde arriba parece un cuadro, y desde dentro es tan romántico que dan ganas de soltar versos, aunque sean malos, o leer algunos buenos sentados bajo un árbol. Está la Ruta de las Dehesas, que va entre huertos de los vecinos; está cuidado, es fácil de andar y en apenas cuatro kilómetros llanos permite disfrutar de este marco por completo. Además, tiene varios puntos para acortarla si no se quiere completar. En algunos puntos, los árboles de ambos lados del camino juntan las copas: parece que brindan.

El Pozo del Prao también es otro magnífico lugar, en el camino hacia Alpeñés. Ahí son los chopos cabeceros los que se han encargado de la alfombra de hojas: se cuenta con una pequeña cascada que alimenta el pozo, y una formación rocosa llamada el Arco del Campanario. Desde ahí parte un sendero que conecta este punto por el pueblo, con unas grandes vistas. En el pueblo hay dónde comer (el bar está junto a la ermita desacralizada del Pilar) y dónde dormir gracias a El Rincón Solariego. Vale la pena asomarse. 

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