aragón es extraordinario

Ras Vals: el latido de Manuel Torres crea grandes vinos en el Somontano

La bodega más pequeña de la D. O. Somontano está en Castillazuelo, y su propietario trabaja con metodología propia, a la antigua usanza

Manuel Torres tiene raíces hondas en Castillazuelo; su padre y su abuelo. Él hizo su vida en Barcelona, y se estableció en el pueblo hace un lustro, después de plantearse la viña desde finales de la pasada década y sacar un primer vino en 2013. "No todos los años son felices. Se trinchó todo el año pasado; una viña la reventó el pedrisco y la otra, el mildiu. El año pasado no hice vino".

"¿Este año? Ya veremos. Acabé de podar en marzo -explica-y  luego ha llovido mucho… vamos a ver. La alcañón madura más tarde que las tintas, para una bodega grande e industrial es un problema, yo la he llegado a vendimiar a primeros de noviembre, con el blanco de temporada ya a la venta. La parraleta, con las levaduras salvajes, propias, sin aditivos de ningún tipo ni productos extraños en el suelo, tiene unas fermentaciones complicadas que no se pueden controlar bien con depósitos grandes. Tienen sus pegas, que se pueden manejar mejor a pequeña escala, que hay varias por aquí, o incluso en doméstico, como se ha hecho siempre en este pueblo y en los cercanos. Los resultados son espectaculares. Mis vinos tienen mucho grado y mucho aroma.

Dentro de la D. O. Somontano soy el más pequeño, y como trabajo variedades autóctonas creo que hago mi papel ahí. No significo gran cosa económicamente, pero me apunto a todas las actividades y participo. Hay gente encantadora y muy atenta ahí, Eli Río siempre está ahí para echar una mano, Óscar lo mismo, son muy majos; por otro lado, hay algún cenizo que incluso me ha sugerido que cierre, que mis números no justifican seguir abierto, pero aguanto porque esto es la forma de vida que he elegido y tengo mis asistentes, los pájaros, se me comen el 10% de la uva, pero me indican cuando están en su punto idóneo de madurez, porque son muy sibaritas y saben más que yo. Se comen más la uva blanca, pero también le dan a la parraleta".

El alcañón de Ras Vals se fermenta en barrica y evita procesos de frío. "Los blancos también van evolucionando, duran siete u ocho años y salen magníficos, no todos los blancos tienen que ser de temporada. Tengo una partida por etiquetar de apenas 300 botellas hasta la próxima vendimia". Yo me la juego a cosas diferentes, y suelen salir bien; soy el raro de la D. O. -ríe- y siempre estoy dispuesto a enseñar mis viñas y mis procesos de trabajo. Hay compañeros de bodegas más grandes que vienen a verme, y yo encantado, me halaga su interés".

No obstante, el juicio de valor que prefiere Manuel está muy cerquita, en el pueblo. "Cuando los mayores del pueblo empezaron a decirme que mis vinos sabían a los de antes, entendí que había dado en el clavo. A ver, vendimio después del Pilar, y a mano; selecciono en viña primero y en casa después, me quedo lo bueno y lo que pagas después al comprar mi vino en la tienda te va a rendir. Sé lo que quiero".

"Tengo caballos, mi perrita, buenos amigos, la música de Charlie Parker..."

Castillazuelo es un pueblo pequeño en el que viven menos de 100 personas, pero tiene sus recursos hosteleros, además de una de las bodegas más grandes de la D. O. Somontano: Estada. El hotel La Abadía, en la plaza, está cerrado actualmente, pero sigue activa la casa rural Ra Tenaja; además, se ha reabierto el albergue gracias a una voluntariosa nueva vecina, Ana; el albergue anima los fines de semana con servicio de bar. "Ahí nos vemos los del pueblo, es el punto de relación social favorito ahora mismo; eso sí, aparte de ella no ha llegado gente nueva, la verdad", explica Manuel.

En el día a día, el bodeguero maneja sus horas de ocio con la lectura, y disfruta de la música tanto en el ocio como en el trabajo. "Tengo a Charlie Parker para disfrutar, y a Tina Turner para todo, hasta para fregar… también me apoyo en a compañía de mis caballos, algunos llevan más de veinte años conmigo, y tengo una perrita que es mi socia en la bodega, aunque no he podido enseñarle a coger el teléfono. No me faltan buenos amigos aquí, como Chema González, que tiene un gran proyecto con su vivero; me encanta pasear por el campo, las aves, las flores raras… es verdad que he pasado de una actividad brutal cuando vivía en la ciudad, con muchas profesiones y horas de entrega, a una vida más contemplativa, que no ociosa, porque aquí siempre hay algo que hacer, incluso en el año raro que hemos vivido. ¿Sabes que tengo el título de enfermero desde 1980? Y lo acabo de recoger… estoy tranquilo, pero sí es verdad que quiero hacer algo más en el terreno productivo, es fundamental no tener la mente ociosa. Disfruté mucho siendo formador en su día, la docencia… quizá me plantee algo por ahí, creo que aún tengo cosas que aportar, pero sin dejar los vinos. Haciéndolos me siento muy bien, más allá de las dificultades. A los amigos de la ciudad les doy envidia, pero es una envidia pasajera, porque los inviernos de aquí les asustan, quieren otra cosa para sus hijos -ríe- pero oye, a mí sí me gusta esto, tal y como es".

Artículo incluido en la serie 'Aragón es extraordinario'.

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