Vicente

Vicente volvió la cabeza, para contemplar los muros de Caesaraugusta, junto con su maestro Valero, estaban siendo trasladados a Valentia, por orden de Domiciano, para ser juzgados. No podía evitar Vicente, los pensamientos placenteros, de su vida en Osca, al abrigo de su familia, que tolerante y culta, acogió de buen grado la doctrina cristiana, dentro de la cual, Vicente desarrollaría su educación, creciendo en piedad y extremada elocuencia, de tal modo que Valero, obispo de Caesaraugusta conocedor de sus habilidades le mando llamar a su lado e hizo de El, su apoyo y su palabra.


Fueron tiempos venturosos, pensaba Vicente, todo ha merecido la pena, la comunidad cristiana crecía en numero y en valor, los últimos acontecimientos, el arrojo de los compañeros de Engracia y la decisión heroica de la doncella, el asombroso caso del labrador ejecutado por la tropa, todo fortalecía la fe de la comunidad. Vicente se recostó junto a su maestro, entrecerró los ojos y se permitió soñar imaginando una sociedad libre de adorar a su dios sin imposiciones de ningún poder político.