El aragonés nostálgico

Por fin cumplió los sesenta. Después de demasiado tiempo en la misma empresa fue prejubilado. Hacía años que por una aventura estúpida su mujer pidió el divorcio. Su única hija trabajaba en el extranjero. Se encontraba solo y desocupado, sin ganas de seguir en su Zaragoza de toda la vida. Tenía una casa en la costa y lo vio como la mejor opción, tardó meses en decidirse pero finalmente hizo la mudanza. Se empadronó, obtuvo la nueva tarjeta sanitaria, hizo nuevas domiciliaciones de los pagos habituales, hasta compró un diccionario del idioma usado allí. Como era sociable, buen conversador y aún conservaba algo de su antiguo porte no le costó demasiado hacer nuevas amistades, incluso tuvo algunos ligues ocasionales. Ahí sigue envejeciendo poco a poco, está bastante bien de salud y parece que todavía le queda cuerda para rato. Sin embargo no ha solucionado su problema: sigue solo, desocupado y ahora además añora cada día a su querido Aragón. El sol y el mar no lo curan todo.


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