Una visita muy emotiva

Recuerdo aquél día de una manera muy especial, aunque tan solo tenía tres años.

Mi madre me vistió con la ropa de los domingos porque "tenemos que hacer una visita muy importante", me explicó.


Me cogió de la mano y salimos de casa para ir a la parada del autobús.

Allí le volví a preguntar adónde íbamos. Me respondió que era una sorpresa, pero que recordaría aquel día toda mi vida.


Al bajar del autobús nos dirigimos a una plaza muy grande. La recorrimos hasta su centro y nos detuvimos ante un colosal edificio cuyas inmensas puertas estaban abiertas. Cruzamos el umbral y nos adentramos en una preciosa estancia, con un aroma especial.


Mi madre me apretó la mano. Era su señal para que me preparara para vivir uno de los momentos más emotivos de toda mi vida.


Nos dirigimos hacia una zona concreta de aquella grandiosa sala y allí me dejó con un niño mayor que yo que me acompañó, subiendo unos escalones, ante una muy bella señora a la que di un beso: la Virgen del Pilar.