La auténtica historia del único y verdadero hombre invisible
Normalmente, ella no podía verlo.
Sin embargo, entre la música y las palabras de las canciones, lo escuchaba silbar tarareando la melodía. Conectados ambos en internet, aunque él nunca disponible. Al caminar entre algunas calles de Zaragoza, él seguía sus pasos. A veces también sentía su presencia en la cocina, cuando ella preparaba la comida o al mirar a través del culo de un vaso.
Pero sobre todo su calor en la cama, culpable de sus noches de insomnio y de sus mejores sueños. Él, casi siempre “estaba allí”.
Pero lo que le convertía en el único y verdadero hombre invisible era el hecho de que cuando se movía entre el resto de la gente, aquellos con los que se cruzaba cada día, nadie podía verlo… como lo veía ella.