Olvidado

Un amigo me dijo que en el pueblo viejo de Belchite habitaba el silencio. Al entrar en su cementerio me fijé en ese sepulcro. Era una lápida henchida de rosetones mugrientos. Sin nombre. Sin distintivos. Sin fotos. Tan solo una lúgubre y solitaria tumba. Lejos del resto. Apartada. Como si el enterrador la hubiese querido ocultar a los ojos de los visitantes. Nada más verla sentí curiosidad por saber la vida que hubo antes. Antes de la nada. Antes del antes. Antes de todo. Ni un triste rótulo. Ni vestigio alguno de su morador. Nada. Pensé en algún soldado de guerras olvidadas o un vagabundo que murió abandonado bajo un desconchado puente o un "sin techo" o un "don nadie". Y sentí tanta lástima de esa tumba solitaria que un desazón me recorrió el espinazo. No sé por qué me puse a llorar como una plañidera y varias de mis lágrimas cayeron sobre la tierra reseca.Desde entonces cada mes, sin faltar un solo día, dejo flores rojas y frescas sobre aquella tumba.


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