Fin del mundo

None

Apenas restan un par de minutos para la llegada del fin del mundo cuando la comandante me ordena que regrese a la nave, más no puedo obedecer, todavía no he terminado la tarea que yo mismo me he encomendado.


Trato de no mirar hacia el horizonte, hacia esa lengua de fuego que arrasa con todo a su paso.


Según los indicadores de mi servotraje el lugar que busco se encuentra justo bajo mis pies. Los avisos acústicos me alertan sobre el alto índice de radiación pero hago caso omiso y me dispongo a descender.


Al aterrizar sobre ese montón de escombros levanto tal polvareda que apenas veo lo que hay a mi alrededor. Aún así corro de aquí par allá sorteando los más diversos obstáculos hasta que por fin encuentro un montículo de tierra. Entonces saco el frasquito de cristal que traía conmigo y trato de llenarlo con esa tierra sin importarme siquiera que esté contaminada.


Aún no he terminado cuando la lengua de fuego me envuelve.


Estoy asustado, dolorido, cegado, aun con todo lucho con todas mis fuerzas por escapar de semejante infierno. Me digo que tengo que regresar a la nave donde espera el amor de mi vida, si lo consigo, le entregaré este valioso regalo, lo único que queda de su antiguo hogar, Zaragoza.

Javier Calleja Landivar