“Iris Lázaro es una maestra española del realismo contemporáneo”, dijo Fernando Rivarés, el concejal de Cultura y Economía, en la presentación de la exposición de la artista soriana, afincada en Zaragoza desde principios de los años 70: 'Iris Lázaro. Retrospectiva, 1997-2016'. La muestra está compuesta por alrededor de 60 obras: óleos sobre lienzo, sobre todo, y seis dibujos. Rafael Ordóñez, jefe de servicio del Ayuntamiento de Zaragoza y experto en arte, subrayó su trabajo perseverante y callado, de enorme precisión y de huellas machadianas, “sobre todo en la última obra”.

La inscribió en la figuración realista, tras sus inicios en el realismo mágico, y analizó su trayectoria. La calificó como pintora de paisajes y dijo que poseía “un extrema sensibilidad plástica y una sabiduría visual que nos sorprende y nos admira”. Observó que está lejos del hiperrealismo y de la fotografía y que su obra es un batalla contra el olvido del mundo rural. Al fin y al cabo, en sus cuadros laten “emociones y sentimientos muy profundos”.

Iris Lázaro es una mujer tímida, de pocas palabras. Prefiere que hable el pincel por ella: el pincel, sus colores más bien fríos y matizados y, por supuesto, su prodigiosa técnica que hace que sus cuadros vayan allá del realismo para adentrarse en la realidad de los sueños. Aseguró que exponer en la Lonja “es un honor” y expresó su gratitud a todo el equipo. Declaró que no sabe por qué pinta lo que pinta y matizó que sus temas, sus obsesiones, sus motivos constantes o cíclicos, ya estaban en su primera época, a la que titula 'El hueco del silencio', título de uno de sus cuadros.

Hecha esa salvedad cronológica, luego ha ordenado la muestra por temas: 'Sobre la piel del muro' recoge aquel período de letras y grafismos que aparecían en los bancos del Parque Labordeta o del Paseo Sagasta, que tenían algo de elegíaco por un tiempo que se va; 'Jardines fronterizos' es la serie más abundante: el diálogo con la naturaleza, con los muros de fronda, con las flores y los arbustos, la metamorfosis del huerto en jardín o viceversa y la presencia de la nieve, del invierno, del desamparo físico y espiritual.

'In memoriam' es otro viaje por Trébago y Soria a través de esos muros de piedra, que se desmantelan o que van quebrándose. Aquí pueden verse piezas tan sorprendentes como 'El huerto del azafrán', la nieve tamizada de una luz entre mágica y radiante, o 'Claro de tierra', donde ensaya una pintura un tanto romántica, que sigue, según contó la pintora, las huellas de Mariano Barbasán y de 'El barranco de la muerte' de Agustín Salinas. De admirable serenidad es esa pieza horizontal, y quizá un tanto oriental, como 'El cementerio de Trébago'. 'Del árbol caído' es una mirada a los árboles rotos que se transforman en tótems o en testigos casi monstruosos que abren su corazón de raíz, aunque también pueden adoptar la forma de 'Ola', una obra que resume la técnica, la sutileza y los matices pictóricos de Iris Lázaro.

La muestra se cierra con su pasión por el mar y con un retrato sereno e impresionante de sus padres, de 1995, “a los que quería rendirles un homenaje”. Iris Lázaro, que llevaba quince años sin exponer en Zaragoza, dice que no es una pintora melancólica y que pinta las cosas que le gustan y le fascinan: los vestidos, el horizonte, la vegetación, la publicidad, los inviernos de Soria (que vivió de manera especial con su padre, alcalde del pueblo y autor de un hermoso e intenso diario) y, por supuesto, el mar, “que me hechiza desde hace mucho tiempo”.

Cuando se le pidió que resumiese sus claves artísticas, dijo que en sus cuadros se observa el paso del tiempo, el deterioro (del paisaje, del mundo rural, de otras formas de vida) y el misterio. La muestra se inaugura este jueves y permanecerá abierta hasta el 31 de diciembre.