Tercer Milenio

En colaboración con ITA

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Continúa la historia de Homo naledi: ¿enterraba a sus muertos este insólito humano de pequeño cerebro?

Combina rasgos anatómicos modernos y arcaicos y los investigadores plantean si pudo tener un pensamiento simbólico y sofisticado. 

Cráneo de Homo naledi (especímen LES1) identificado en la cámara Lesedi.
Cráneo de Homo naledi (especímen LES1) identificado en la cámara Lesedi.
John Hawks, Marina Elliott, Peter Schmid y colaboradores.

En 2013 se descubrió en una cueva sudafricana una nueva especie del género Homo: Homo naledi. La gran profusión de restos encontrados y su particular aspecto –que combina rasgos anatómicos modernos y arcaicos (como un cráneo bastante pequeño)– sorprendieron a la comunidad científica. Especialmente porque se trata de un hominino que vivió hace menos de medio millón de años cuando ya andaban por nuestro planeta sapiens y neandertales.

En la primera parte de esta historia contamos el hallazgo de Homo naledi y describimos sus principales características, pero las investigaciones han seguido y el mismo equipo que lo descubrió, capitaneado por el paleoantropólogo Lee Berger de la Universidad de Witwatersrand, acaba de presentar sus últimos hallazgos.

En un sorprendente anuncio, el equipo de Berger afirma que Homo naledi enterraba a sus muertos en cuevas, encendía fuego con el que iluminaba el camino hacia las tumbas y marcó su lugar con grabados hechos en la roca. Todo ello a pesar de su pequeño cerebro.

Los tres artículos donde se describen en detalle los hallazgos y su controvertida interpretación se encuentran actualmente en fase de revisión antes de su publicación en la revista 'eLife' y, a principios de junio, Berger presentó en un congreso un avance de ellos.

De confirmarse que Homo naledi practicó algún tipo de ritual funerario, un comportamiento hasta ahora atribuido en exclusiva a nuestra especie, el hallazgo sería revolucionario, porque significaría que no era necesario un cerebro de grandes dimensiones como el de sapiens y neandertales para un pensamiento simbólico y sofisticado.

Como es de suponer, y antes de conocer el detalle de las investigaciones, su anuncio ha suscitado escepticismo y críticas en distintos especialistas en la materia, que ponen en tela de juicio las interpretaciones de los hallazgos.

¿El primer rito funerario de la historia?

En 2015, Berger y sus colaboradores propusieron que la gran cantidad de restos de Homo naledi que habían descubierto no habían llegado de forma fortuita a la cueva Rising Star. Sugerían que Homo naledi debía de haber transportado de forma intencionada a sus muertos allí y los había depositado en el suelo de la cueva, una afirmación que ya entonces provocó que más de un experto no implicado directamente en la investigación frunciera el ceño. Se trataría, por lo tanto, del primer comportamiento funerario de la historia.

Hasta la fecha, se han localizado fósiles que corresponden por lo menos a 27 individuos de distintas edades. Los investigadores han demostrado que los restos no fueron arrastrados accidentalmente por una masa de agua hasta las cavidades más remotas de la cueva. Tampoco hay ninguna evidencia de que fueran transportados por animales depredadores o carroñeros, porque los huesos no contienen las marcas de estos. Los cuerpos llegaron enteros a la cueva y fueron depositados en ella en diferentes períodos de tiempo.

De este modo, los investigadores fueron descartando las hipótesis más plausibles y finalmente se quedaron con las explicaciones que de entrada resultaban más inverosímiles. Otro argumento que esgrimieron para apoyar la hipótesis del traslado intencionado de los cuerpos fue que en la cueva únicamente se habían encontrado restos humanos y ni un solo hueso de otros animales.

Colocación ritual de los muertos versus entierro

Muchos de los especímenes recuperados en las primeras campañas de excavación se encontraban en el suelo de la galería Dinaledi, la cámara más remota y profunda de la cueva Rising Star. Durante los últimos años, los investigadores han seguido excavando el yacimiento más allá de la superficie y, en 2018, identificaron en capas inferiores dos esqueletos bastante completos que se encontraban dentro de dos depresiones del sedimento que, curiosamente, tenían forma ovalada.

Según el equipo de Berger no parece que las depresiones se hubieran formado por el hundimiento de los cuerpos en el sedimento. Una capa de arcilla de color naranja enmarcaba los esqueletos pero no estaba presente en su interior. Según los investigadores, el esqueleto dentro de la depresión oval se encontraba en posición fetal.

En la antecámara de la galería Dinaledi (la cámara Hill), encontraron evidencias de más entierros: cuatro cuerpos de criaturas en otro hoyo, entre ellas un niño de 13 años y un feto. Los investigadores extrajeron el conjunto entero, recubriéndolo de yeso, para así poder escanearlo mediante tomografía computerizada. Y al escanearlo se dieron cuenta de que cerca de la mano del niño había una roca que sorprendentemente tenía la forma de una herramienta de piedra.

¿Podría tratarse de algún tipo de ofrenda, de un objeto que acompañase al difunto hacia el más allá? Berger apunta que su forma se asemeja a la de la primera herramienta con marcas consideradas como “arte” procedente de la cueva de Blombos, también en Sudáfrica, de 78.000 años de antigüedad y atribuida a Homo sapiens. La del niño naledi, sin embargo, sería mucho más antigua.

Nuevos hallazgos asombrosos

Durante una década, Berger ha dirigido las excavaciones desde un centro de mando en la superficie, a través de las imágenes que en todo momento llegan desde el interior de la cueva. A principios de 2022, mientras estaban preparando los últimos artículos con los resultados más recientes de la investigación, decidió que tenía que ver directamente con sus propios ojos el yacimiento, aunque fuese una única vez.

La operación entraña riesgos, especialmente para alguien con las dimensiones de Berger, que no sabía si su cuerpo podría pasar a través de los tramos más estrechos (de 17-20 centímetros) de la chimenea que sirve de entrada a la galería Dinaledi. Tampoco sabía si, una vez dentro, podría volver a la superficie. Sin embargo, adelgazó 25 kilos y en julio del año pasado, en el primer intento, logró entrar en la cámara.

Una vez en su interior, y superado el mal trance, los ojos expertos de Berger empezaron a explorar los espacios que, durante la última década solo había podido ver a través de un monitor. De repente, su mirada se fijó en cosas que los otros investigadores que se habían adentrado en Dinaledi habían pasado por alto, probablemente porque las duras condiciones de trabajo en el interior de la galería no propician una observación relajada del espacio.

En el pasaje que conecta la cámara Hill con la galería Dinaledi, Berger se dió cuenta de que en la roca había lo que parecían símbolos grabados: cruces, recuadros, triángulos, una forma irregular como de pez, y dos líneas paralelas cortadas por varias otras perpendiculares. Según Berger los símbolos se parecen a las formas geométricas que constituyen las primeras manifestaciones artísticas de nuestra propia especie, pero realizadas decenas de miles de años antes.

Berger pasó varias horas en el interior de la galería, durante las que también pudo observar que había hollín en las paredes y el techo de la cámara. La exploración posterior de la cueva ha identificado huesos calcinados de conejo y de tortuga y carbón, que según los investigadores indican que Homo naledi controlaba el fuego y lo podría haber empleado para iluminar sus pasos por el interior de la cueva, cocinar alimentos o en algún tipo de ritual.

Los investigadores afirman que por la cantidad de restos encontrados y su posición en el yacimiento parece como si distintas generaciones de Homo naledi hubieran utilizado la cueva durante centenares de años para enterrar a sus muertos. Hasta la fecha, los ejemplos más antiguos de entierros tienen una antigüedad de 78.000 años y fueron llevados a cabo por Homo sapiens en África.

Otros especialistas, no implicados en las excavaciones, son más cautos. Algunos dan credibilidad a la práctica funeraria pero indican que todavía es pronto para concluir que se trate de entierros. Destacan que habrá que analizar las evidencias de forma detenida y que tanto los grabados como la presencia de fuego podrían ser posteriores, hechos por miembros de nuestra especie en tiempos más recientes. Por esta razón será indispensable poder datarlos de forma inequívoca.

La práctica de enterrar a los muertos conlleva la existencia de un sistema de comunicación complejo. Si se confirmase que Homo naledi había desarrollado este rasgo cultural, y que también fue el responsable de los grabados y del fuego, podríamos especular que, a pesar de tener un cerebro de dimensiones reducidas, poseía algún tipo de lenguaje. Este hallazgo pondría en tela de juicio algunas de las principales hipótesis en evolución humana y demostraría que otra especie con un cerebro que no es el nuestro, mucho más pequeño, logró desarrollar muchas de las capacidades singulares que atribuimos en exclusiva a nuestra especie.

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