Yoga facial: el rostro se apunta al gimnasio

Es una combinación de ejercicios y masajes que ayudan a fortalecer la piel, tonificar los músculos subyacentes y combatir los efectos del envejecimiento. ¿Está de moda? Sí. ¿Es algo nuevo? Para nada...

Yoga facial.
Yoga facial.
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Mejora la calidad de la piel y el tono muscular, reeduca los músculos faciales, elimina las líneas finas, suaviza las profundas, estimula la creación de colágeno y elastina, incrementa la circulación sanguínea, aporta luminosidad, elimina el estrés de las facciones y suaviza el bruxismo. ¿Qué tipo de magia es esta? ¿Dónde hay que firmar? ¿Estamos, acaso, vendiendo el alma al diablo solo por combatir los signos del envejecimiento?

No es magia, es yoga facial y está de moda. No solo porque lo digan las redes sociales, que por supuesto se desbordan de contenido más o menos acertado sobre esta técnica “de toda la vida”. Porque aunque parezca algo actual y el colmo de lo moderno, los ejercicios que propone no son otros que la gimnasia facial que ya practicaban, gesticulando ante el espejo, nuestras madres y abuelas, esas que nos conminaban a dejar de fruncir el ceño ante alguna infantil o juvenil rabieta con la amenaza, entonces lejanísima, de que nos iban a salir arrugas.

Nada menos que 57 músculos conforman el rostro, como para no ejercitarlos. “Me llama la atención que, si para fortalecer el cuerpo practicamos ejercicio físico, ¿por qué recurrimos a la aparatología, las jeringuillas o los rellenos para fortalecer la cara? Los músculos responden bien al trabajo. Si queremos remodelar nuestro rostro, ejercitemos su musculatura. Sencillo, ¿no?”. Ana Latorre, del Centro Femenino Sama de Zaragoza, considera que el yoga facial podría ser una alternativa al bótox… siempre que seamos constantes en su práctica. El camino de la gimnasia facial es largo y requiere disciplina y constancia, de la misma manera que pasa con el cuerpo. Lo óptimo sería dedicarle entre 10 y 20 minutos y se recomienda hacerlo cinco o seis días a la semana.

Pero, ¿qué es el yoga facial? Una combinación de ejercicios y masajes que ayudan a fortalecer la piel, tonificar los músculos subyacentes y combatir los efectos del envejecimiento. Y lo mejor es que puedes hacerlo en cualquier lugar y en cualquier momento, y no necesitas más herramientas que tus propias manos. Además, hay un montón de aplicaciones para descargarte en el móvil, amén de tutoriales en Youtube, que te indican cómo proceder. Aunque ¡cuidado! No todo lo que hay por redes es útil. Conocer la anatomía y funcionalidad facial es indispensable para recomendar unos masajes realmente efectivos, que no acaben haciendo más mal que bien. “En Instagram hay mucha gente que se sube al carro de las modas y proclama al mundo lo que, a su entender, hay que hacer para practicar yoga facial, y en realidad solo está poniendo caritas”, ejemplifica Ana Latorre.

Múltiples beneficios

Los beneficios de su práctica son estéticos, sí, pero también físicos y psicológicos, ya que mejoran tu aspecto, tu salud y tu autoestima. “Con el yoga facial se relaja la musculatura, y el cerebro responde a esa relajación relajando también a nivel hormonal. No en vano, hay estudios neurocientíficos que aseguran que esa relajación muscular también rebaja el estrés”, asegura Ana Latorre, quien lleva ya ocho años impartiendo talleres de yoga facial en su establecimiento y lo tiene también muy incorporado a su rutina diaria de belleza y bienestar. Desde su experiencia, sabe que los estiramientos, masajes, pinzamientos y demás ejercicios de esta práctica activan la circulación sanguínea en el rostro, la piel se tonifica, se oxigena y recupera su textura, combate los signos del cansancio y la flacidez, atenúa las arrugas y recompone los volúmenes perdidos. También, como ya se ha dicho, relaja la musculatura contracturada, como la de las órbitas oculares, sometida a un exceso de trabajo por el uso del ordenador o de los teléfonos móviles, o de la mandíbula, tan perjudicada por el estrés.

“El cerebro interpreta nuestros gestos, pero no siempre correctamente. Por ejemplo, si frunzo el ceño porque no llevo gafas de sol en la playa, cree que estoy enfadada. Y lo cierto es que puedo acabar sintiéndome así porque mi cerebro me está enviando mensajes en ese sentido. O si estoy triste pero alguien me arranca una sonrisa o me hace reír, mi cerebro entiende que estoy alegre, y lo cierto es que acabo sintiéndome mejor”, explica esta experta. Así que los beneficios del yoga facial trascienden lo meramente estético para adentrarse también en el terreno físico y de las sensaciones.

En este sentido, Marta Rodríguez tiene una buena anécdota que todavía le sorprende varios años después de que ocurriera. Esta zaragozana acudió a una sesión de yoga facial que impartía Maiko Tahara, una especialista japonesa en la materia afincada en España, en el centro de Ana Latorre. Cuenta que una de las asistentes no tenía apenas flexibilidad y nunca había llegado a doblarse hasta tocarse los dedos de los pies. Ni de lejos. “Pues bueno, tras el masaje de la profesora (algo doloroso, al parecer) y los movimientos de yoga facial, pudo inclinarse de forma completa. Nos quedamos todos alucinados”, rememora. “Tiene sentido -apostilla Latorre-, porque todo el cuerpo está conectado a través de las fascias, los músculos, es un todo; así que Maiko no logró de forma milagrosa que aquella mujer se volviera flexible, sino que trabajando específicamente un grupo de músculos consiguió desbloquear otros que llevaban mucho tiempo contracturados”. Con el yoga facial, señoras.

A Marta, la sesión le encantó y sorprendió muchísimo. “Me di cuenta de la cantidad de tensión que acumulamos en el rostro, especialmente en las mejillas y mandíbula, y lo conectada que está con la rigidez en otras partes del cuerpo. La profesora nos enseñó dónde estaba ubicados los diferentes puntos y cómo activarlos y automasajearlos”, asegura. Y sí, parte de lo aprendido fue incorporado a su rutina en casa.

¿Y cómo son los ejercicios? Muy sencillos, en realidad. Algunos ejemplos: para estirar la frente, colocar los dedos sobre ella en posición horizontal y las palmas hacia abajo, presionar hacia atrás mientras resistes con los dedos y mantener la posición varios segundos. Después, relaja y repite cinco veces. Para los ojos, coloca los dedos índice y medio de ambas manos en la sienes, cierra los ojos y presiona suavemente las sienes hacia abajo; mantén la posición unos segundos y relaja. Repite cinco veces. Para estirar los labios, coloca los dedos índice y medio en las comisuras, sonríe y estira los labios hacia los lados mientras resistes con los dedos. Mantén la posición unos segundos, relaja y repite varias veces.

¿Y el pilates facial?

Y si para el cuerpo hay ejercicios de yoga y ejercicios de Pilates, que a priori pueden parecer los mismos pero no lo son en absoluto, también hay un yoga y un pilates facial que conviene distinguir. A diferencia del yoga facial, el pilates insiste en la importancia de los movimientos isométricos (sin contracción muscular) e isotónicos (con contracción, acortar y alargar el músculo) y ejercicios de resistencia para desafiar a la gravedad de los rasgos, y de paso prevenir y tratar problemas de cervicales y articulaciones. 

De esta manera diferenciamos dos tipos de músculos: los estriados, que son los que podemos mover voluntariamente, y los no estriados, aquellos en los que necesitaremos la ayuda de nuestros dedos para trabajarlos. Algunos ejercicios de esta disciplina son alargar el cuello (beso al techo), fortalecer las mejillas (mediante un beso a la palma de la mano y succión), estirar cejas (con los ojos cerrados y la mirada hacia abajo), etc.

También hay artilugios...

Queda claro que para realizar yoga o pilates facial nos bastamos y sobramos con nuestros propios dedos y manos y un ratito de nuestro tiempo. También hay todo un mundo de aparatos más o menos exclusivos de los establecimientos de belleza que ayudan a rejuvenecer el rostro. Pero existen utensilios fáciles de adquirir y de tener en casa que pueden ayudar igualmente a masajear los músculos.

Un clásico es el rodillo de jade, una herramienta de masaje que tiene dos piedras de esta piedra en forma de cilindro en cada punta. La más grande se utiliza para masajear la frente, las mejillas, la mandíbula o el cuello. Mientras, la más pequeña sirve para el contorno de los ojos y de la boca. En Asia la utilizan desde hace miles de años para reducir la hinchazón de la cara, drenar las toxinas de la piel e incrementar la circulación de la sangre. El jade es una piedra relativamente fría al tacto y tiene la capacidad de mantenerse fresca, incluso cuando entran en contacto con la piel.

El rodillo de jade, de Ldreamam.
El rodillo de jade, de Ldreamam.
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Puede usarse todas las veces que se quiera y a cualquier hora del día, aunque siempre es bueno mantener la rutina constante y hacerlo después de limpiar y desmaquillar en profundidad el rostro, y con la piel bien hidratada.

El sentido de los movimientos del rodillo depende con el objetivo que se quiera conseguir con el masaje: si buscamos un masaje drenante o circulatorio, debe ser en el sentido descendente para favorecer su movimiento, y si buscamos reafirmar, es necesario trabajar en contra de la gravedad, haciendo que el tejido y la musculatura suban.

¿Y conoces el Gua Sha? Es una piedra de forma sinuosa de cuarzo rosa, jade u otros materiales que está causando furor entre las 'celebrities' de Estados Unidos. 

El Gua Sha es un masaje realizado sobre la piel de distintas zonas del cuerpo con una pieza, también llamada Gua Sha. El masaje facial se realiza a base de pases de distintos tipos (zigzag, pases largos o cortos, rotación, pulsación…) y de longitud homogénea. El masaje, según se lleve a cabo, puede relajar, drenar, tonificar, esculpir, afinar o regenerar. Y, elijas el tipo que elijas, todos ellos te ayudan a prevenir la formación de arrugas y, lo que es mejor, a suavizarlas de una manera natural.

Los psicólogos dicen que se necesitan 21 días para convertir un acto en hábito. A través de la repetición constante de una conducta, el inconsciente del cerebro lo toma como un aprendizaje y, finalmente, lo almacenará como una rutina. Cualquier ritual de belleza siempre sienta bien, tanto al cuerpo como a la mente. Nunca está de más practicar el autocuidado, y en este caso, la constancia tiene premio.

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