... y Tinder un lío de cables en una discoteca

A principios de los 80 surgieron en Zaragoza las primeras discotecas en las que podía utilizarse el teléfono para ligar.

Pedro Elías pinchando en Scotch a Gogo, la discoteca de los teléfonos
Pedro Elías pinchando en Scotch a Gogo, la discoteca de los teléfonos
I. C. B.

Tengo muchos amigos con Tinder que me cuentan sus batallitas cada vez que nos  vemos: si han quedado con alguien o no, si era lo que parecía en las fotos, si fueron a tomar algo por ahí o fueron directamente a casa de uno de los dos... No parece haber tabúes, de modo que pensé que no sería ninguna locura pedirles algo de valentía, dar la cara y contar su experiencia en un reportaje con foto incluida. Gente de distintas edades que explicase si lo usan para buscar el amor, liberar tensiones o entretenerse pasando fotos de otras personas. Pero nada, nadie quiere dar su nombre real para este tema cuando en realidad, si eres de Zaragoza y estás en Tinder, ya te han visto todos los demás solteros de la ciudad. ¿No dicen que todo esto ya no está estigmatizado? De eso fardan, al menos, los creadores de Tinder: se autodenominan los reyes del amor y creen que haber normalizado lo de conocer gente nueva por internet.

Por si acaso queda alguien que se atreva a criticarlo (y de paso tenerlo más fácil con mis amigos en la próxima intentona), creo que conviene recordar que en esta ciudad llevamos casi cuatro décadas usando el teléfono para ligar. Sí, desde principios de los 80. Antes de que nadie tuviese teléfono móvil ni internet.

Quienes hoy rondan los sesenta años habrán oído hablar de la Scotch a Gogo. Fue una discoteca que abrió sus puertas en el número 9 de la calle de Luis del Valle en enero de 1981 y que se anunciaba en los periódicos como 'la discoteca de los teléfonos'.

Cuando Tinder e Instagram eran un teléfono fijo

Anuncio en HERALDO de Scotch a Gogo

El porqué parece obvio. La pista de baile estaba rodeada de mesas para tomar algo y en cada una de ellas había un teléfono fijo. Los espejos de las paredes reflejaban el número de teléfono de cada cubículo de manera que en cualquier momento se podía "establecer comunicación" de mesa a mesa con cualquier persona que estuviese en la sala. Así lo explicaba Félix Sebastián, su propietario, a un redactor de HERALDO que le entrevistó en marzo del 81 y al que aquella novedad le parecía "francamente original".

Cuando Tinder e Instagram eran un teléfono fijo

Pista de baile de la discoteca Scotch a Gogo, 1981

Entre los compañeros de la redacción hay personas que la frecuentaron. Algunos conservan alguna foto e incluso los flyers. "Era un entretenimiento tonto entre jóvenes. Si te gustaba alguien en otra mesa llamabas para decir cuatro tonterías y luego te acercabas", cuenta uno de ellos. Vaya, lo mismo que Tinder y otras aplicaciones para ligar solo que con menor radio de acción.

Cuando Tinder e Instagram eran un teléfono fijo

Entrada de la discoteca Scotch a Gogo

Aquella discoteca no cumplió los cuatro años de edad y en septiembre del 84 ya se había traspasado e inaugurado en su lugar otra que se llamaba Luz de Gas, aunque la idea fue copiada por otros bares de Zaragoza. Se acuerdan de ello quienes salían por El Rollo y ahora tienen entre 40 y 50 años. Justo los de los 40 y pocos son los que vivieron el boom de las 'party line' en el 92 y tuvieron así la oportunidad de comunicarse al instante y a distancia con absolutos desconocidos por primera vez. Además, es la generación que empezó a tener teléfonos móviles cuando estaban en la universidad. Y si seguimos bajando hasta quienes ahora rondan la treintena nos topamos con los primeros que empezaron a tenerlos en el instituto.

Aquello lo cambió todo pero como todavía no había internet en el móvil, nadie tenía tarifa plana y se vivía bajo la tiranía del saldo de la tarjeta prepago, surgió un rudimentario sistema de comunicación: las llamadas perdidas. Algo así como el lenguaje del abanico del que hablaban nuestras abuelas pero a golpe de estridentes politonos. Una de aquellas perdidas sería comparable a hacer swipe en Tinder (pasar las fotos de distintas personas hasta que aparece algo interesante). Si te contestaban significaba que quizás había 'match' y si encima la respondías y te volvían a contestar podías respirar tranquilo porque eras correspondido. Lo que ocurría en aquella época es que te podías pasar la tarde intercambiando perdidas y al día siguiente no dirigirte la palabra en el instituto. Esa es la generación que hoy frecuenta Tinder. Los más jóvenes viven sumergidos en Instagram.

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