"El día que aprobé la oposición y conseguí plaza fija fue el más feliz de mi vida"

El zaragozano Juan Carlos Aparicio, de 50 años, lleva nueve trabajando para la DGA con una plaza adaptada. Tiene un 35% de discapacidad intelectual, y no ha dejado de formarse en este tiempo.

Juan Carlos Aparicio trabaja en el Centro de Atención a Discapacitados Intelectuales (CAMP) de Zaragoza. En la imagen, en la residencia de Las Hermanitas, donde acude cada tarde para ver a su madre.
Juan Carlos Aparicio trabaja en el Centro de Atención a Discapacitados Intelectuales (CAMP) de Zaragoza. En la imagen, en la residencia de Las Hermanitas, donde acude cada tarde para ver a su madre.
P. B. P.

Con dieciocho cursos a sus espaldas y una dilatada experiencia laboral a su paso por diferentes centros del IASS, Juan Carlos Aparicio, de 50 años, puede presumir hoy de ser el número dos en la bolsa de empleo para personal especializado de servicios domésticos (PESD) en Zaragoza. "Tener un trabajo es tener calidad de vida. A mí me gusta todo lo que hago y me ha ayudado a ganar autonomía", dice con una sonrisa.


Él es una de las 7.943 personas con discapacidad intelectual que viven en la comunidad aragonesa, un colectivo que representa el 8% del total de personas con discapacidad, según los últimos datos de 2015 facilitados por el departamento de Ciudadanía y Derechos Sociales. De ellos, un porcentaje muy pequeño permanece en activo; y una cifra todavía más reducida trabaja con plaza fija adaptada tras aprobar una oposición. Juan Carlos, con un 35% de discapacidad intelectual y un 22% de discapacidad física, pertenece a este grupo de "afortunados". Así se siente desde que aprobó en 2006 su primera oposición para PESD y logró su primer empleo público en la residencia de Movera. "Esta que cerraron del IASS", señala en un atisbo de nostalgia. Aquel 4 de abril de 2006 fue para este zaragozano tutelado “uno de los días más felices” de su vida. "Pusieron la nota en un tablón y convocaron a todos nuestros familiares. Entonces abrieron los sobres y les dieron la noticia. Yo estaba trabajando, pero me lo comunicaron enseguida. Lo celebré con mis padres yendo a comer por ahí", recuerda con una sonrisa.


En su entorno nunca le ha faltado apoyo. Sus padres y sus hermanos siempre han estado ahí para ayudarlo y él se ha esforzado en demostrarles a todos lo capaz que era de lograrlo. “Mi padre siempre me decía: ‘venga, estudia, estudia’; y no he dejado de hacerlo”, dice orgulloso. Al poco de fallecer su padre, en enero de 2013, su madre, de 87 años, ingresó en la residencia de Las Hermanitas. Él vive ahora en uno de los pisos tutelados que la Fundación Benito Ardid tiene en Zaragoza, pero no perdona una tarde para ir a verla. "Cuando tengo que trabajar, me vengo por la tarde; y cuando tengo fiesta, aprovecho y vengo mañana y tarde. Hoy le he traído un regalico que le compré y una caja de pastas para que merienden", cuenta tras visitar a su madre en el día de su cumpleaños.

Su paso por diferentes centros del IASS

En cuatro folios, guardados en una libreta, lleva anotados a mano los 18 cursos y diferentes trabajos que ha realizado hasta la fecha, una prueba material de que todo esfuerzo tiene su recompensa.


Su primer trabajo tras conseguir plaza fija fue en el comedor de la residencia de Movera. "Después me pasaron a plantas y hacía servicios de lavandería, bajaba basuras, subía y bajaba carros del comedor a la enfermería...", explica. De 2010 a 2012, se marchó en su primer traslado a la residencia Romareda, donde siguió desempeñando las mismas funciones de PESD mientras se preparaba para una nueva prueba. "Me presenté al turno independiente de discapacitados psíquicos para la bolsa de empleo de PSA-Ordenanza, y me quedé el segundo para Zaragoza", relata orgulloso.


Antes de llegar al Centro de Atención a Discapacitados Intelectuales (CAMP), donde trabaja en la actualidad, Juan Carlos pasó también por el Servicio de Régimen Interior de la DGA -donde trabajó de ordenanza- y posteriormente, estuvo en el instituto El Portillo, al reingresar de nuevo como PESD. "Allí limpiaba las clases, el hall, conserjería y PIEE. Estaba provisional hasta que en los resultados de 2014 tuve que escoger y elegí el CAMP", afirma. 


En este centro del IASS de la avenida de la Academia General Militar dice haber encontrado una "gran familia". Allí continúa fregando pasillos, tirando cartones, doblando ropa, recogiendo baberos, colocando mesas y sacando basuras. Lo cuenta con una sonrisa, feliz de estar en activo aun cuando la situación no acompaña. "Pienso que debería haber más plazas porque ayuda a la persona a realizarse. En bolsa suele haber mucha gente, pero llaman muy poco... Si en la ordinaria llaman a dos, en estas llaman a uno", asegura.


Su meta en este momento pasa por prosperar a ordenanza. "Si lo lograra, sería una alegría, porque dicen que van a sacar más plazas", concluye optimista.


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