Por
  • José Ángel Biel Rivera

Historias inacabadas para no dormir

Adolfo Suárez, en imágenes
Adolfo Suárez.
AGENCIAS

Aunque comenzó a relajarse en 1959, el franquismo murió el 20 de noviembre de 1975. Nadie acabó con él, nadie puede atribuirse ese mérito. Lleva muerto y enterrado –su fundador, dos veces– más del doble del tiempo transcurrido entre las dos guerras mundiales.

A partir de 1975 se puso en marcha una operación política, diseñada jurídicamente por el entonces presidente de las Cortes franquistas, impulsada por un rey Juan Carlos que había sido ‘designado’ por Franco, desarrollada por un presidente del Gobierno que había sido el último ministro secretario general del Movimiento, Adolfo Suárez, y refrendada por 425 procuradores franquistas que aprobaron la Ley para la Reforma Política, la cual eliminó desde un punto de vista jurídico las estructuras de la dictadura y permitió la convocatoria de las primeras elecciones generales democráticas, que se celebraron el 15 de junio de 1977. 573 días se tardó en pasar de una dictadura de casi 40 años a la democracia. Esto es lo que yo llamo ‘la transición chica’, pero que cumplió con creces sus fines y evitó la ruptura que pretendían algunos y que nos hubiera llevado a reengancharnos a las dos Españas de Machado. Las que sufrimos durante casi 175 años y que hoy algunos quieren reeditar para su provecho. Hay que estar en Babia para no adivinar sus propósitos.

Desde la guerra de la independencia hasta 1975, las dos Españas sufrieron tres guerras carlistas, una terrible guerra civil, algún rey felón y otros bastante inútiles, dos repúblicas fracasadas, dos dictaduras, muchas y variadas constituciones, los franceses nos invadieron dos veces, cinco presidentes del gobierno fueron asesinados, la palabra ‘pronunciamiento’ fue usada por un montón de generales, la mayoría de los cuales tienen calles en Madrid: Espartero, Narváez, Serrano, Prim, O’Donnell, etc. Fracasó la esperanza de las Cortes de Cádiz, perdimos nuestras posesiones en América y Asia, aguantamos guerras en África y a una parte de la Iglesia que no supo estar a la altura. En fin, si quieren saber más lean los Episodios Nacionales de Galdós; y quienes se crean progresistas no duden: don Benito fue liberal, republicano, socialista y anticlerical. De confianza. Del episodio 46 –‘Cánovas’– al año 1975 tendrán que echar mano de otros autores. Una pista: Chaves Nogales, en 1937, en ‘A sangre y fuego’, libro sobre la guerra civil, escribía: "El futuro dictador de España va a salir de un lado u otro de las trincheras".

El 15-J comienza la gran aventura de la Transición propiamente dicha, cuyo objetivo principal era acabar con los enfrentamientos entre las dos Españas. Así, se aprobaron la Constitución de la Concordia y los Pactos de la Moncloa; se olvidaron los peores recuerdos del pasado; se dieron por hechas las formas para garantizar la alternancia tranquila de los gobiernos; se aprobó la ley de amnistía de 1977 cuya lectura recomiendo; se configura un modelo de Estado descentralizado que es un hito (sin él Aragón no existiría como comunidad histórica), etc.

Desde 2015, una nueva generación de políticos parece empeñada en desmontar el gran logro de la Transición, que fue superar el enfrentamiento entre las dos Españas

Desgraciadamente, a partir del año 2015, las cosas empiezan a cambiar a peor. Las causas habría que estudiarlas con cuidado, pero mucho tuvo que ver la aparición de una nueva clase política que no ha sabido estar a la altura de su misión. Aparecen los populismos de variadas especies; los extremos a la derecha y a la izquierda llegan a conseguir cada uno en algún momento hasta una cincuentena de diputados (en la Transición la extrema derecha tuvo un diputado y la extrema izquierda una docena); la presión ejercida desde los extremos dinamita el centro político; los independentistas se aprovechan de la debilidad del Estado; se forma una tormenta perfecta, adobada por pactos ‘anti natura’ que un par de personajes sabe utilizar en su exclusivo interés personal y político: Los ínclitos Zapatero y Sánchez, que habían estado agazapados en la irrelevancia.

La operación parecía sencilla. Bastaba con resucitar el franquismo o su fantasma para tener a quién culpar de todos los males, para lo cual se inventan una ley cuya razón, en su parte humanitaria, merece todo respeto, pero cuyo resultado ha sido dividir al país en las clásicas dos mitades. Para conseguirlo, desentierran el cadáver de Franco para demostrar que son ellos los que, esta vez sí, lo vuelven a enterrar, y reeditan el mito de una República fracasada y débil que, como afirmaba un ilustre periodista de izquierdas, "la Segunda República es una referencia para la izquierda, pero no es ejemplo de nada". Espero que, con estas andanzas, incluyendo los fantasmas de otros tiempos no acabemos proclamando la Tercera República en cualquier esquina. Por supuesto, confederal, para dar gusto a los independentistas.

Si la Constitución del 78, cumbre de la Transición, acabó con los enfrentamientos entre las dos Españas, la cuestión es tener claro quién está a favor o en contra de la Constitución. En mi opinión, esa es la referencia para intentar adivinar de qué futuro de España podemos hablar a partir de ahora. Y que Dios nos pille confesados caso de no acertar.

José Ángel Biel Rivera fue diputado constituyente (UCD) y presidente de las Cortes de Aragón (PAR)

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