Por
  • José Ángel Biel

Algo habrá que hacer

Entrevista de Lola Campos a Hipólito Gómez de las Roces y Santiago Marraco, en noviembre de 1981.
Entrevista de Lola Campos a Hipólito Gómez de las Roces y Santiago Marraco, en noviembre de 1981.
Rogelio Allepuz.

Dadas las circunstancias que agobian hoy al aragonesismo moderado, añadidas las condiciones casi esperpénticas que marcan la política en España, se llega a la conclusión de que algo hay que hacer para que, con generosidad y altura de miras, el aragonesismo militante vuelva a ocupar buena parte del espacio político que logró Hipólito Gómez de las Roces cuando, en el tiempo de la Transición, fundó el Partido Aragonés Regionalista.

En el Estado de las autonomías diseñado por la Constitución, y a pesar de las amenazas de quienes la unidad de nuestro país les importa un pito, es necesario aceptar que para gobernar España o alguna de sus partes deben tenerse en cuenta, sin complejos absurdos, conceptos como autogobierno, bilateralidad, regionalismo o, en Aragón, el aragonesismo. No parece lógico gobernar Aragón sin ideas aragonesistas, como no se puede ser obispo sin ser católico. No es suficiente la mera gestión de lo público, como si se tratara de una comunidad de vecinos. Aragón necesita gobiernos atrevidos, que no pasen desapercibidos, innovadores y nada elementales. Por eso, ya hace tiempo que algunos –con sus correspondientes daños colaterales– dejamos en manos del presidente Azcón nuestras esperanzas, a la espera de tiempos mejores para el aragonesismo. Espero que nunca se frustren.

El aragonesismo ha aportado siempre, cuando estuvo en el gobierno (más de 30 años) –también desde la oposición– un plus que marca la diferencia y que hoy nadie quiere reconocer por fobias, personalismos o ADN caducados. O porque se imponen criterios casposos. No voy a extenderme en este aspecto: Ya lo comprobarán aquellos que lean mis memorias.

Para insuflar con eficacia dosis de aragonesismo a la vida política de este país, hay que fundar el nuevo Partido Aragonés Regionalista, con la denominación que se considere oportuna; con nuevas y mejores ideas, modernos proyectos, inteligentes estrategias y aceptando que si algo se ha hecho mal poco cuesta corregirlo. Y lo más importante: reconociendo que son muchos los aragoneses/as que esperan con ilusión que el acontecimiento tenga lugar. Basta ver las tres piezas del puzle que es preciso recomponer para intuir que en Aragón hay espacio de sobra para un nuevo aragonesismo moderado, se llame como se llame. Aunque aún estaremos lejos de ser el famoso ‘clavillo del abanico’: no están los tiempos para alternar nada con el sanchismo.

Para insuflar con eficacia la dosis de aragonesismo que la política necesita
en Aragón, es necesario fundar el nuevo Partido Aragonés Regionalista

Cuando la estructura del nuevo gobierno presidido por Jorge Azcón esté culminada y suficientemente reconocidos todos los protagonistas de la política –ubicados en el parlamento, en el gobierno y en el territorio–, habrá llegado el momento de iniciar el esperanzador proceso de refundación. Para lograrlo, es necesario que lo que queda del PAR salido del congreso del 19, Aragoneses y Tú Aragón, los tres, sean capaces de ponerse de acuerdo para, con las adaptaciones exigidas por el nuevo tiempo, volver al PAR de 1977. No en balde han pasado más de 45 años. Tiempo de la Transición, de cuyos principios tendrían mucho que aprender los protagonistas de la aventura que propongo. La política es el arte de llegar a acuerdos.

El proyecto de refundación requiere al menos un año. Para hablar y entenderse –el roce hace el cariño–, evaluar la situación política (atención a los efectos en Aragón de un gobierno de Sánchez con socios contrarios a la Constitución), superar las fobias, atemperar las filias, usar la cabeza para hacer política, dejar a un lado las meras cuestiones personales, olvidar lo innecesario y adivinar, entre todos, el tiempo que nos viene encima a este país. Un tiempo complicado y amenazador, de mera confrontación, más parecido en algunos aspectos al de los años 30 y muy alejado del de la Transición. En mi opinión y en nuestro reducido espacio, existe la obligación moral de elaborar un proyecto que sirva para hacer Aragón con la esperanza de un futuro para todos. Porque está claro que el proyecto de cada una de las partes, por separado está abocado al fracaso. A pesar de las buenas intenciones o algunos éxitos parciales.

Tal y como están las cosas en España, el segundo interesado en que el proyecto tenga éxito es, o debería ser, el Partido Popular. Vendría bien su colaboración. Sobre todo, teniendo en cuenta que la única manera que tiene el centro-derecha de conseguir el poder es haciendo amigos (los que le faltan, por ejemplo, para sumar 176 diputados en el Congreso). No va a ser suficiente, como se ha comprobado, con ir ‘comiéndose’ partidos en trance de desaparición, enteros o a trozos. No obstante, del centro-derecha y de sus tribulaciones, hablaremos otro día. Conservadores ‘contra’ progresistas es una batalla difícil. Las denominaciones tienen su importancia. Sin embargo, no resultaría difícil demostrar que la libertad acaba por ser más progresista que la igualdad.

En estos tiempos de convulsiones hay que aprender a sumar las diferencias con los más cercanos. Enriquecen el proyecto y lo extienden a más gente. La uniformidad no es siempre la solución. En política, los matices son importantes. Es la guinda lo que diferencia a un bizcocho de una tarta. Y cuatro años, si no es antes, pasan muy deprisa.

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