Doctrina Sánchez: haz lo que digo y no lo que hago

El nuevo pacto migratorio europeo figura entre las medallas que Pedro Sánchez se puede colocar en la pechera como uno de los logros de la presidencia española de la Unión Europea. Esta reforma, que aplica el concepto de "solidaridad flexible" (esto sí que es un eufemismo), permite a los países pagar por no aceptar a inmigrantes que precisen asilo dentro de la UE. El precio: 20.000 euros por persona rechazada. Se endurecen los controles y también se aceptan ahora las deportaciones rápidas en la frontera y las detenciones incluso de niños a partir de 6 años.

El Ejecutivo de Sánchez también lleva en su mochila (de gobierno de izquierdas y progresista) la devolución de menores a Marruecos llegados a Ceuta en 2021, expulsión "ilegal" según el Tribunal Supremo; la muerte de decenas de inmigrantes en la valla de Melilla en junio de 2022; el hacinamiento de los solicitantes de asilo en el aeropuerto de Barajas; y las 40.000 personas llegadas a las costas de Canarias el año pasado, entre ellas 5.500 menores que siguen en las Islas porque el resto de las comunidades solo ha aceptado atender a 360.

El presidente, que ha defendido en una improvisada gira internacional un Estado para Palestina -necesario y legítimo-, cedió hace dos años las aspiraciones del Sáhara de ver reconocida su soberanía ante Marruecos y aceptó ‘sottovoce’ que se convierta en una autonomía del reino alauita.

La guerra que mantienen el pueblo saharaui y Rabat no es tan mediática, ni de la misma intensidad que la que se libra en la Franja de Gaza, pero los abusos y las violaciones de derechos humanos en ese territorio por ambas partes se suceden libremente. Y las aspiraciones saharauis resultan ser tan legítimas como las palestinas.

Sánchez reclama estos días que hay que llamar a las cosas por su nombre. Y tiene razón. A ver cómo llamamos a esto.

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