Barrantes, De Pé, Irene

Lo de la justicia poética es una frase tramposa. Muchas veces se asocia al "toma, lo que te mereces", frase que se pronuncia mordiendo el labio inferior y dibujando un rictus chungo en la cara si es con retintín. También se puede quitar el "toma" y entonces puede ser hasta cariñosa, de alegría, porque el destino ha traído al fin la recompensa merecida por alguien acerca de algo, lo que sea, algo bonito y justo y poético, aunque no rime, que igual mejor si no rima porque a veces rimar tunante con exasperante es, cuando poco, cutre y petulante (uy), y la reflexión estomaga.

 Justo sería que se le encasquillara el rifle a todo aquel que lo empuña con ánimo matarife. Justo sería que las personas que acumulan méritos no se vieran opacadas por quienes no tienen otro talento que el de venderse bien, que es un talentazo. Justo es que te paguen con equidad por un trabajo igual al de la persona que hace tu misma labor, ya seas hombre o mujer, sea tu piel de color café o gastes rostro de cerúlea palidez. Sería justísimo que la tortilla de patatas con panceta no engordara y sí lo hiciese la col hervida, para desecharla (cuestión personal, chíllenme los coliflorófilos: ahí me planto) con una sonrisa de suficiencia en la jeta.

Justo sería que Irene Alquézar, Silvia de Pé o Carmen Barrantes, actrices aragonesas que se comen las tablas en pepitoria desde hace años (hay más, muchas, pero la columna se acaba), fueran descubiertas o redescubiertas por los Javis Palomeros Almodóvares Amenábares de los Ortiz Bollain de toda la vida, gente con gusto para contar historias, y tino a la hora de poner en sus películas a intérpretes con discurso propio en papeles de relieve. ¿Oído cocina? ¿Eh, eh?