El Ejército israelí arrasa Khan Younis sin piedad y hace temer por el futuro de Rafah

Los escasos civiles que vuelven se encuentran con sus casas en ruinas y ya se han recuperado 409 cadáveres bajo los escombros.

Destrucción israelí en la ciudad de Khan Younis
Destrucción israelí en la ciudad de Khan Younis
MOHAMMED SABER

Hay algo que llama poderosamente la atención en las dos grandes guerras modernas de este siglo: Ucrania e Israel. La filosofía de Atila, la destrucción despiadada y sistemática de las ciudades importantes hasta convertirlas en tierra quemada. El último infierno expuesto a la mirada del mundo se llama Khan Younis. Al sur de Gaza. De allí se retiró el Ejército de Israel este pasado domingo tras una ocupación de varias semanas. De una furia de violencia y fuego que ha reducido el enclave a esqueletos de cemento.

El Ejército ha liquidado varias unidades de Hamás acantonadas en la ciudad. Roni Kaplan, portavoz de las Fuerzas Armadas, de visita este martes en Madrid, explicó que en total han sido desmantelados 19 batallones en la Franja desde octubre y que a la milicia islamista le quedan solo cuatro, agrupados en Rafah. Sin embargo, las tropas no han encontrado al vecino más buscado de Khan Younis: Yahya Sinwar, jefe de las milicias que atentaron el 7 de octubre contra los kibutz y enemigo número uno de Tel Aviv.

La ciudad era una de las urbes más populosas de Gaza, habitada por 400.000 palestinos. Hoy es un desierto de piedras que ejercen de lápidas: en las últimas 48 horas, después de que las tropas salieran del enclave, los servicios de rescate han recuperado al menos 409 cadáveres sepultados bajo los escombros. Y los equipos de emergencia creen que es solo el principio. Numerosas familias han denunciado la desaparición de sus hijos durante la ocupación israelí. Según señala Mahmoud Basal, portavoz de Defensa Civil en la Franja, ya se ha confirmado que "decenas" de cuerpos permanecen enterrados por las bombas.

La destrucción es masiva. Y horroriza. Varias organizaciones humanitarias han aumentado el nivel de alerta sobre Rafah, el último pedazo de Gaza que Israel todavía no controla. Las ONG temen que este lugar, donde permanece un millón de civiles sin lugar alguno donde huir, siga el mismo camino de devastación que Khan Younis o Ciudad Gaza. El primer ministro anunció el lunes que ya existe fecha para el asalto y su Gobierno informó este martes del inicio de los trámites para comprar 40.000 tiendas de campaña y abrir campamentos de emergencia en el centro de la Franja. Estados Unidos mantiene la exigencia sobre Benjamín Netanyahu de poner a salvo a los civiles antes de atacar Rafah. La catástrofe humanitaria supera ya los 34.000 muertos, muchos de ellos mujeres y niños.

Calles "irreconocibles"

Los expertos en estrategia bélica consideran que en este afán de no dejar ladrillo sobre ladrillo que muestran las impúdicas guerras actuales se esconde el objetivo último de castigar a la población civil hasta las últimas consecuencias. Ocurre con Rusia contra los ucranianos. Y medios palestinos ven idéntica intención en el territorio arrasado de Khan Younis. En este caso medios palestinos perciben incluso un hipotético deseo del Ejército de castigar la ciudad natal de Sinwar, cuyas propiedades han sido derribadas o quemadas. Las Fuerzas de Defensa argumentan, en cambio, que los daños causados en la ciudad ha sido inevitables debido al grado en que los cuarteles y los subterráneos de Hamás se habían insertado entre los edificios civiles.

Muchos temen que los soldados vuelvan de nuevo o saben que no van a hallar alimentos ni agua. La primera oleada de evacuados que se ha atrevido a regresar asciende a unos pocos centenares de personas, según un diario palestino. Deambulan como zombis, impotentes ante un lugar que ya no reconocen. "En mi barrio ni siquiera quedan calles identificables. La realidad se ha distorsionado por la demolición masiva", se asombra un trabajador humanitario procedente de la localidad de Mawassi, donde permanecía refugiado con su mujer y sus seis hijos.

Cuenta que el viaje hasta Khan Younis resultó desesperante, con carreteras "destrozadas, impracticables a cuenta de los socavones de las explosiones o bloqueadas por escombros". En algunos momentos se enfrentó a paisajes "irreconocibles", pese a tratarse de una ruta hacia la costa bien conocida. "Debíamos detenernos y preguntar qué rutas eran factibles". Incluso metió su coche sobre las rodadas dejadas por los tanques israelíes en busca de trazadas limpias de obstáculos.

Quienes han vuelto coinciden en la misma descripción: "No queda nada". "Esperábamos encontrar nuestra casa, o lo que quedara de ella, aunque sólo fuera para sacar algo de ropa con la que cubrirnos, pero no hemos hallado nada en pie", explica Qandil, de 46 años, a la agencia AFP. Se lamenta porque "en cada casa hay un mártir, un herido; las palabras no pueden describir la magnitud de la devastación y el sufrimiento que experimentamos. Lloramos al ver la sangre".

Tiendas improvisadas

Decenas de familias han improvisado tiendas de campaña junto a las montañas de cascotes que antaño conformaban sus viviendas. Algunos civiles buscan rendijas por las que colarse en un intento de recuperar ropas, utensilios o herramientas de cualquier tipo. Otros escalan los escombros empujados por la desesperación de localizar una mano, una pierna, un cuerpo que sobresalga, por si se trata de un allegado. "Ni los animales pueden vivir aquí. ¿Cómo se supone que lo tiene que hacer un humano?", exclama Ahmad Abu al-Rish, un joven palestino que monta una tienda con restos de plásticos. "Lo hemos perdido todo", se duele. Su única esperanza es que llegue un camión de ayuda humanitaria. "Desde el sur es más fácil que entren", confía.

Las imágenes captadas por los satélites son definitivas: Khan Younis es tabla rasa. La ONU cuantifica en 12.710 los edificios que han colapsado. Si se suma a los que han sufrido derrumbes parciales o han sido incendiados, la destrucción afecta a uno de cada dos inmuebles. La mayoría de los que quedan en pie son igualmente "inhabitables" a causa de los combates que se han librado en su interior o a la onda expansiva de los misiles, "que los han reventado por dentro". "No hay electricidad, ni agua, ni gas. Los muros, agujereados, pueden caerse en cualquier momento. Entrar en una vivienda es un riesgo mortal por si se desploma", advierte Al-Rish. En una fotografía se observa a un hombre mayor. Mira impotente el marco erguido de una puerta. Es todo lo que queda de su casa.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión