Redactor de la sección de Cultura y columnista en HERALDO DE ARAGÓN

Las palabras como dagas

Las palabras como dagas.
Las palabras como dagas.
C. C.

Dice la escritora Marta Rubio este lunes en HERALDO cosas muy interesantes sobre el oficio de escribir: corrobora sensaciones universales acerca del asunto y, al mismo tiempo, revela la belleza de las pulsiones individuales a la hora de crear. La ética de trabajo necesaria para convertir una buena idea en algo inteligible y disfrutable para emisor y receptor es clave. La historia, que se va descubriendo al desplegarla, precisa primero de una estructura mínima para que los adornos posteriores tengan sentido: a veces hay que rehacerlo todo cuando ya parecía terminado. 

Ah, otra cosa: no se puede escribir para gustar. Te tiene que gustar lo que escribes (previo examen de conciencia personal: uno sabe cuando lo relatado no funciona) y ejercitar la autocrítica, que no la autocensura. Entonces, con un poco de suerte, atrapas la atención de alguien y llegas a provocar una reacción sincera, ya sea de adhesión o de repulsa, si has pisado callos. 

Lo que mata como respuesta, al igual que ocurre en otros aspectos de la vida, es la indiferencia. Ahora bien, quienes dedicamos nuestros esfuerzos a ordenar letras tenemos en cuenta otro factor: la ética. No hablo de tomar partido en cada debate, algo que inevitablemente se acaba haciendo si no eres Bartleby, sino del modo en que se ejerce esa acción. 

Hay quien miente sin perder la compostura, con deleznable maestría maquiavélica. Otros se dejan llevar por la rabia y también son bastantes los que calculan con tino todo el daño que pueden causar. Yo sigo aprendiendo: esta semana, por ejemplo, no he planeado triturar a nadie por hacer su trabajo, ni chocar mi coche borracho con una fila de vehículos aparcados, ni meterme en corruptelas, y voy a dormir bien, la MAR de bien. Así de fácil.

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