Por
  • Clemente Garcés Gambaro

El buen tiempo y los alimentos

El buen tiempo y los alimentos
El buen tiempo y los alimentos
F.P.

Dos conceptos fueron mediáticamente muy difundidos en los días previos a la Semana Santa, aunque se iban difuminando conforme se acercaba el puente festivo. 

El primero, para erigirse en protagonista, el denominado ‘buen tiempo’, entendido como la preocupación o más bien el deseo de que nos acompañasen el sol, las buenas temperaturas y la ausencia de lluvia para no entorpecer las escapadas minivacacionales a la montaña y la playa, así como las tradicionales procesiones. Entendible. Eso sí, una vez transcurrida la semana festiva, ha aparecido nuevamente la preocupación por la subida del precio de los alimentos y el concepto ‘buen tiempo’ se ha transformado en la ‘preocupante sequía que asola nuestro país’ arruinando cultivos, activando restricciones de agua y generando riesgo de incendios.

Y es que los más de 24 grados de temperatura diurna en abril, acompañados de fuertes heladas en las madrugadas no es sinónimo de ‘buen tiempo’ para los agricultores y ganaderos mayoritariamente, ni lo debería ser para los ciudadanos en general por la interrelación que pueden tener los fenómenos meteorológicos con el precio de los alimentos.

Sabemos que los precios de las materias primas, en general, y las que se utilizan para producir alimentos, en particular, no siempre están relacionados con la producción de cada país. Para los curiosos en este tema recomiendo la lectura de ‘El mundo está en venta’, libro por cierto de un coautor oscense, Javier Blas, de Sabiñánigo, muy muy interesante. Pero lo sucedido tras la pandemia y la guerra de Ucrania ha puesto patas arriba algunas teorías que parecían consolidadas en lo que respecta a que la globalización garantizaba el suministro y la libre y segura circulación de materias primas y alimentos en el mundo. Y lo cierto es que la situación nos ha hecho tan vulnerables que mermas considerables de cosechas internas provocadas por heladas a destiempo, escasez de lluvias y fenómenos atmosféricos varios… cambio climático, en definitiva, arruinan a productores primero y terminarán afectando a consumidores en lo que respecta al precio en la cesta de la compra.

Por tanto, ya sé que es pedir peras al olmo, pero en ocasiones debiéramos revisar cuando no matizar, por lo menos en lo que respecta a los informadores, ese concepto de ‘buen tiempo’ mencionado solo en una dirección, que demuestra la poca conciencia y sensibilidad que tenemos los ciudadanos de la importancia que representan el agua y la alimentación en nuestras vidas.

En vísperas de periodos vacacionales suele hablarse del ‘buen tiempo’, pero
el tiempo que necesitan el campo y la producción de alimentos es diferente

Poca conciencia y escaso análisis que se deduce de la clamorosa queja de los últimos meses en lo que respecta a la subida del precio de los alimentos, provocada entre otras cosas por el encarecimiento de las materias primas para producirlos, que apenas permiten subsistir a agricultores y ganaderos asfixiados por la subida a su vez de sus costes de producción y la industria alimentaria en general por el coste de esas materias primas, incluido el de la energía, desorbitado el pasado año y ahora los financieros. Mención especial merecen los márgenes de las distribuidoras, sobre todo en los productos de escasa elaboración, desde la producción primaria al consumidor, ya se sabe que quien tiene el mercado manda y no se van a perder la fiesta, pero aun así conviene ser riguroso en el análisis y para eso parece que el Ministerio de Agricultura intenta observar, por lo menos eso nos transmiten, los distintos márgenes de la cadena alimentaria, eso sí, con escasa capacidad de intervención en una economía de mercado.

Porque es más que razonable entender que haya un buen número de familias a las que hay que proteger sí o sí, que tienen serios problemas para cubrir dos necesidades básicas como son la vivienda y la alimentación, pero no es menos cierto que hay una cierta hipocresía en buena parte de la sociedad que clama por la subida de los precios de los alimentos pero que no está dispuesta a renunciar ni un ápice a ocio, viajes, hoteles, restaurantes, moda, etc. Teniendo en cuenta que cuando vienen mal dadas el techo y la alimentación parece lógico que sean prioritarios, además por supuesto de la sanidad y la educación que, aun con mucho por mejorar, afortunadamente tenemos un sistema en nuestro país nada despreciable.

Para no alargar el artículo invito a los lectores a consultar los datos que periódicamente publica el Instituto Nacional de Estadística sobre los porcentajes de renta que dedicamos los ciudadanos a vivienda, alimentación, ocio, etc., y la diferencia en los mismos entre las familias más pobres y más pudientes. Radiografía clarificadora que explica de dónde venimos en cuanto a porcentaje de renta dedicado a algo tan básico como la alimentación.

Vaya por delante mi convicción de la importancia del ocio, los viajes, la interrelación entre las personas, etc., como elemento vital y saludable. Tengo la teoría de que quien no se divierte no rinde en el trabajo. Incluso desde el punto de vista económico está claro que la producción de bienes de consumo y servicios está supeditada a que haya gente que pueda y quiera consumirlos. Oía decir a mi madre, una mujer de pueblo con escasos estudios, pero buena administradora, que el dinero tenía que ser como los tomates, es decir, perecedero, para que se mueva la economía. Sabia reflexión que he recordado permanentemente desde la crisis de 2008. Pero no deja de ser evidente que cuando se complican las cosas… lo primero es antes.

Espero y deseo que cuando se publiquen estas líneas haya regresado la necesaria lluvia, desaparecido las heladas y que volvamos a las temperaturas propias de la estación, en definitiva, que tengamos ‘buen tiempo para todos’ de verdad… Ya veremos.

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