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Junto a la Osa Mayor 

El telescopio James Webb llega a su destino final en el espacio
El telescopio James Webb llega a su destino final en el espacio
NASA TV

Hay lugares desde donde las estrellas pueden verse en todo su esplendor. Titilan con poderío, sobre todo en las noches de invierno, cuando reina la helada y el anticiclón permite observar despejada la bóveda celeste. Lo saben bien los monjes del Monasterio de Santa María del Olivar, en Estercuel, que sin conocer las artes de los ‘influencers’, han acertado al proponer una visita astroturística a sus aposentos: han logrado el segundo premio a la Mejor Experiencia Turística Aragonesa.

Ese rincón de la provincia de Teruel es buen lugar para divisar, con el instrumento óptico adecuado, junto a la constelación de la Osa Mayor, el telescopio James Webb. Desde esta semana ya orbita a un millón y medio de kilómetros de la Tierra. Concluyó así con rotundo éxito el lanzamiento, el pasado día de Navidad, del sucesor del Hubble, un proyecto histórico en la investigación del universo 100 veces más potente que su predecesor.

La unión hace la fuerza: esta iniciativa hecha realidad comenzó a gestarse hace 26 años y es fruto de una colaboración internacional dirigida por la NASA en asociación con las agencias espaciales europea y canadiense. Y entre los cientos de profesionales que han participado en el lanzamiento del mayor telescopio de la historia, brilla con luz propia uno de los nuestros: el ingeniero aragonés Guillermo Monreal. Desde la Guayana Francesa, se enfrentó con sobresaliente al reto, como él mismo confesaba en estas páginas, de poner un satélite de 10.000 millones de dólares encima de un petardo gigante. Ahí es nada.

La coreografía de espejos de berilio se ha desplegado con total precisión y pronto comenzará a enviar imágenes celestiales.

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