Sofía tiene mucha clase. Pizpireta, desenvuelta y alegre, fue la anfitriona improvisada de la reina Letizia en su visita al colegio Odón de Buen de Zuera. Con apenas 8 años de edad, la pequeña personifica la ilusión de Lucas y María, Paula y Jorge, Ariadna y Pablo... de los miles de niños que estos días llenan las aulas felices, deseosos de aprender y divertirse trabajando después de un largo verano.

Sofía, nombre griego que designa a la que tiene sabiduría, representa una parte poco visible de la sociedad, pero su aparición de este miércoles fue un soplo de aire fresco, un oasis en medio de la confusión.

Porque ni Sofía ni los de su tamaño encienden las redes sociales, ni alientan los desencuentros, ni lanzan improperios ni se atizan entre ellos (más de lo necesario). Sofía y el resto de locos bajitos valoran los pequeños gestos como picar con la tarjeta en el autobús, porque ya llegan, se emocionan si coinciden con un compañero de clase en el tranvía, y le enseñan con orgullo la nueva mochila de elefante.

Que nadie turbe la clase de Sofía ni del ejército que camina con ella con paso firme para adentrarse en el nuevo curso. Que ningún protocolo cenizo ahogue la felicidad de esta expedición dispuesta a avanzar con pie firme en la nueva etapa.

Deberíamos copiar de su entusiasmo para mirar al frente en positivo, orgullosos de sus maestras, contentos de compartir espacios con niños que son diferentes a ellos, pero no por ello dejan de ser sus amigos.

Sofía tiene mucha clase, y tanto ella como el resto de pequeños nos dan a diario con los hechos lecciones de tolerancia y de convivencia, de su capacidad aceptar y entender al otro. Tomemos nota.