De turista en Zaragoza: ¿Dónde está la tumba del último Justicia de Aragón?

El Monasterio de las Canonesas, en pleno centro histórico de Zaragoza, sigue siendo el gran desconocido de la ciudad

Interior de la iglesia de San Nicolás del Monasterio de la Resurrección.
Interior de la iglesia de San Nicolás del Monasterio de la Resurrección.
José Miguel Marco | Convento de las Canonesas Comend

¿Sabe usted dónde está enterrado el último Justicia de Aragón? ¿Dónde se conserva una monumental cocina de finales del siglo XIX prácticamente intacta? ¿Dónde el único retablo de Jaume Serra, entero y en su lugar original? ¿Dónde puede ver un asador de castañas o un órgano musical portátil del siglo XVI? ¿Dónde está la joya menos conocida del mudéjar zaragozano? Pues en pleno centro de Zaragoza, en el Monasterio de la Resurrección, el de las Canonesas Regulares del Santo Sepulcro. ¿Sabría situarlo en un plano de la ciudad? Seguramente no. Se ubica en la calle de Don Teobaldo, número 3, en pleno barrio de La Magdalena, y sigue estando muy vivo.

Con 700 años a sus espaldas, el libro de su historia tiene miles de páginas. Pero hay una espectacular, que convierte al monasterio y sus pobladoras en un monumento a la libertad: el 15 de junio de 1573, desafiando la autoridad del Papa y del arzobispo, que querían someterlas a la clausura impuesta en el Concilio de Trento, las canonesas, con la priora Petronila Cabrero a la cabeza, salieron del monasterio y se desplazaron a una huerta cercana que poseían, y estuvieron durante un buen tiempo recogiendo flores antes de regresar al cenobio. Fue su manera de protestar contra quienes intentaban mermar su libertad. Y no les salió gratis: se les abrió un proceso criminal que terminó con la excomunión de todas ellas. Tiempo después fueron perdonadas.

"El monasterio sigue siendo el gran desconocido del patrimonio histórico de la ciudad -apunta Vicente Gómez, restaurador y responsable de las actividades culturales-. Y me temo que vamos a tener varias generaciones de desconocedores, porque viene poca gente joven a visitarlo. También hay una explicación visual, y es que cuando pasas por la calle nada te hace pensar que detrás de esa fachada moderna, de Ricardo Magdalena, haya importantes vestigios de época medieval". Y mudéjares.

Vicente Gómez conoce a la perfección el monasterio y su patrimonio. Y el primer consejo que da a quienes quieran adentrarse en él, es consultar su página web, santo-sepulcro.com. En ella se ofrece información actualizada sobre las posibilidades de visitarlo. El monasterio está vivo, muy vivo y organiza actividades todas las semanas. Incluso su rico archivo documental, una vez inventariado y clasificado, ofrece su tesoro informativo a los investigadores.

La cocina protagoniza una de las visitas guiadas que ofrece el monasterio.
La cocina protagoniza una de las visitas guiadas que ofrece el monasterio.
Oliver Duch

El mejor día para visitarlo es el lunes. De 10,30 a 11,45. A las 12.00 ya es con guía (6 euros la entrada general, pero hay bonificaciones). Luego, cada mes se propone una visita extra por el monasterio mudéjar (26 de abril y 24 de mayo, 7 euros) y ocasionalmente por las estancias menos conocidas del cenobio, como la cocina y la muralla vista desde el interior (2, 17 y 23 de mayo, 9 euros). "Además, Zaragoza-Turismo realiza los primeros sábados de mes una visita por el mudéjar de la parroquieta de la Seo y por el monasterio", añade Vicente Gómez. 

Quizá el apartado más popular del conjunto sea la cocina. "A muchos de los que la visitan les acaba evocando recuerdos, les toca la fibra emocional. La cocina seguramente sea del siglo XVI, pero los pucheros, las orzas, los útiles que se muestran, aunque hay alguno muy  antiguo, son en su mayor parte de los últimos dos siglos, de finales del XIX y principios del XX".

El retablo de San Julián y Santa Lucía, antes de su restauración.
El retablo de San Julián y Santa Lucía, antes de su restauración.
Convento de las Canonesas Comend

Vicente Gómez es restaurador, y por eso da la máxima importancia a otro tipo de piezas, principalmente los retablos.

"A finales del siglo XIV en el monasterio había tres retablos góticos de los hermanos Serra -relata Vicente Gómez-. El retablo de la Resurrección, de Jaime Serra, estaba en la sala capitular y se sustituyó por otro en el siglo XVI. En 1921 fue vendido al Museo de Zaragoza, que es donde está hoy.  Estaba también el retablo de San Julián y Santa Lucía, de Pedro Serra, que lo restauró la DGA en 2023, sin sacarlo del monasterio. Hoy está en un lugar de difícil acceso por el público, en el antiguo dormitorio y, para llegar allí, hay que caminar sobre las antiguas bóvedas del siglo XIV del claustro, que están sin restaurar y en situación delicada, por lo que esa parte no está abierta al público. Es una joya que no se puede ver. Y, por último, hay cuatro tablas incrustadas en una mazonería barroca, ennegrecidas y con grietas, que están sin restaurar y que probablemente pertenezcan al hermano mayor de los Serra, Francisco. Así que posiblemente el monasterio atesorara un retablo de cada una de las épocas del taller de los Serra, algo único en el mundo".

El claustro del monasterio está pendiente de restauración.
El claustro del monasterio está pendiente de restauración.
Oliver Duch

Una circunstancia histórica prácticamente desconocida por todos los zaragozanos es que el monasterio se libró casi milagrosamente de ser volado durante los sitios de Zaragoza por las tropas napoleónicas. "En el primero de ellos apenas sufrió castigo; en el segundo, por el contrario, toda esta zona de la ciudad fue muy machacada. Las canonesas acabaron abandonando el monasterio y refugiándose en viviendas particulares. Parece ser que fueron declaradas Heroínas de los Sitios porque, aunque abandonaron el monasterio, con la ropa blanca que iban reuniendo atendían a los heridos que encontraban por la calle. Este dato aún lo tenemos que confirmar. Lo que sí es seguro es que se defendió la ciudad desde el interior de la muralla en el segundo sitio, y eso hizo que la zona interior que llamamos 'de los pasetes' quedara muy dañada. Los franceses, que iban minando manzanas de edificios en su conquista de Zaragoza, ya tenían minado el monasterio y estaban a punto de volarlo cuando la ciudad capituló". La guerra hizo que se perdieran casi todas las yeserías de las ventanas.

Tumba de Antonio Gavín, el último Justicia de Aragón, en la iglesia de San Nicolás del Convento de las Canonesas del Santo Sepulcro.
Tumba de Antonio Gavín, el último Justicia de Aragón, en la iglesia de San Nicolás del Convento de las Canonesas del Santo Sepulcro.
Oliver Duch

Otra curiosidad poco conocida: el último Justicia de Aragón, Antonio Gavín, está enterrado en la iglesia de San Nicolás. "Su familia era vecina y parroquiana de la iglesia. Está enterrado junto a la que fue su viuda, Valentina de Jasso. Tenemos un retrato de él, el único que se conserva original de un Justicia de Aragón, pero también está en mal estado, y lo empapelamos hace unos años para evitar que siguiera desprendiéndose pintura y lograr que llegue en las mejores condiciones a la restauración, cuando le toque".

Y otra más, dentro de los bienes que atesoran en su interior se encuentra un órgano portátil o procesional fabricado por Martín de Córdoba en 1538. Es un instrumento muy raro y perfectamente en uso porque la Diputación de Zaragoza lo restauró en los años 80. Está declarado Bien de Interés Cultural. Curiosidades las hay incluso en el archivo, donde se guarda documentación de Paula Botello, impresora del siglo XVIII con taller en la calle del Sepulcro, o un expediente matrimonial de un mozo que quería casarse en San Nicolás y no encontraba a sus padres, que habían sido expulsados de la ciudad por carlistas. También se conservan cartas de la reina Fabiola de Bélgica, que demuestran que mantuvo relación epistolar con las canonesas décadas atrás.

La zona de Los Pasetes, el interior de la muralla, se incluye en una de las visitas guiadas por el monasterio.
La zona de Los Pasetes, el interior de la muralla, se incluye en una de las visitas guiadas por el monasterio.
José Miguel Marco

Otro dato curioso es que el monasterio tuvo uno de los primeros teléfonos de la ciudad. Lo mandó instalar el arzobispo en 1933 para que pudieran llamar a los bomberos o la policía si ocurría alguna desgracia, y por temor a los que entonces quemaban o asaltaban conventos.

"El monasterio ha tenido momentos de esplendor y de penuria extrema -concluye Vicente Gómez-. Hubo un tiempo en el que la madre Rafols traía a las monjas de desayunar, porque ellas no podían permitírselo". Y se despide con otra curiosidad. En la iglesia de San Nicolás hay una virgen de vestir, una Dolorosa, que según la tradición apareció en un pozo y que tiene dos mitades, una de ellas una talla gótica, que recompuso para que pudiera ser lo que hoy es. 

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