Mercé Ibarz: "Buñuel, en ‘Tierra sin pan’, es un entómologo de la condición humana"

La periodista y escritora de Zaidín, reedita (PUZ) su estudio sobre el documental centrado en el  calandino: Ibarz visitó Zaragoza para presentar ‘Abeja furioso de su miel’, retrato de Mercè Rodoreda

La escritora Mercè Ibarz, natural de Zaidín (Huesca).
La escritora Mercè Ibarz, natural de Zaidín (Huesca).
José Miguel Marco | 

Mercè Ibarz (Zaidín, Huesca, 1954) es escritora y periodista; tiene claro que es muy aragonesa en su carácter, "por el uso del humor, porque soy somarda, y me siento muy conectada con Javier Tomeo, con Jesús Moncada y con Ramón J. Sender. Puede parecer que somos duros, pero en el fondo somos un pedazo de pan. También me veo un poco así", dice la autora de ‘Buñuel documental. Tierra sin pan y su tiempo’, que reedita Prensas de la Universidad de Zaragoza, y de ‘Abeja furiosa de su miel. Retrato de Mercè Rodoreda’ (Anagrama, 2024), que presentó en la librería Cálamo.

"Creo que hay otro factor que me define: mi origen, Zaidín, la pertenencia a la tierra y a un paisaje. Algo que se ve en mis tres libros de ‘Tríptico de la tierra’, que se publicó en catalán y en castellano. Yo nunca me he ido de Zaidín. Tengo casa allí y me paso la vida yendo y viniendo", explica. Recuerda Mercè Ibarz, que no ha abandonado la actividad periodística, que se formó en su pueblo y en Lérida, donde cursó el Bachillerato Superior.

La tierra, el paisaje, Zaidín

"El mundo de mi familia y de mis vecinos siempre me ha interesado, igual que el paisaje. No es lo mismo la visión de alguien que viene de fuera que la de los agricultores: para ellos es su escenario natural, lo que ven y lo que tienen delante. En mis libros me interesa dejar claro que hablo de una agricultura viva. Tengo en cuenta, cómo no, que la agricultura ha vivido la industrialización y la mecanización, y eso ha sido valioso, el campo es muy duro, pero ahora todo se ha cambiado por otra a la que no me gusta llamar intensiva, sino industrial".

Insiste la autora oscense en que todo esto lo ve y lo cuenta desde el amor y el intento de hallar "el valor literario" de las formas de trabajo. "Se trata no solo de contar las cosas sino de cómo se cuentan literariamente y yo he tenido muy claro que no trato de decirles a mis vecinos lo que ellos vivían, sino lo que yo he visto y he vivido, sin hablarles jamás como por encima del hombro con un lenguaje directo y austero ajeno a cualquier barroquismo".

Confiesa Mercè que para esa trilogía fueron claves libros como ‘Puerca tierra’ de John Berger, "Ramón J. Sender, que es de aquí al lado e hizo una novela de novelas tan formidable como ‘Crónica del alba’, y en menor medida Jesús Moncada, porque su experiencia es distinta: su pueblo de Mequinenza fue inundado y buena parte de su familia se trasladó a Barcelona, y me familia se quedó en el campo".

La pasión por el mundo rural también cristaliza en su interés por Luis Buñuel. "Al principio no lo vi así, pero luego me di cuenta de que también eso estaba conectado", explica, y recuerda que a finales de los años 90 dos autores publicaron un libro sobre el cine norteamericano y revisaron muchas cosas. "Recomendaban escribir de lo que se había visto o se podía ver. En la Filmoteca de Cataluña había una copia de ‘Tierra sin pan’ (1933). Pensé en alguien de aquí, Buñuel era perfecto, y esa película, idónea. Cerraba la trilogía surrealista iniciada con ‘Un perro andaluz’ y ‘La Edad de Oro’".

Apunta Ibarz que "en los años 30, los surrealistas estaban en crisis; algunos decidieron buscar temas exóticos de África u otros lugares. Luis Buñuel pensó que había historias sorprendentes y ‘exóticas’ aquí, y eligió ésta. Aquel viaje a Las Hurdes había sido un viaje muy mediático. El documental contó con jóvenes surrealistas como el poeta y guionista Pierre Unik y el fotógrafo Eli Lotar. Luego uno fue atrapado por los nazis y asesinado en 1945; Lotar se convirtió en un ‘bartleby’ y lo dejó casi todo".

Vidas en el éxodo y el alambre

En el proyecto estuvieron los aragoneses Rafael Sánchez Ventura y Ramón Acín. "Sánchez Ventura es todo un personaje a reivindicar, un gran emprendedor cultural aquí y en México, del que me hablaba mucho Sol Acín, hija de Ramón Acín, el gran renacentista de Huesca, al que le tocó la lotería y costeó la película. Fui a Las Hurdes con la otra hermana, Katia, y le explicaba a la gente que no quería hablar de la tierra, sino de una película". Cuando se publicó el libro, no acudió ni a congresos ni a presentaciones.

"Luis Buñuel logró la ayuda de mucha gente, la colaboración de los paisanos, que se implicaron, aunque está claro que fue una película de puesta en escena; el cineasta no va a hablar de la pobreza y de la enfermedad. No. Luis Buñuel se comporta como un creador profético y visionario, como un entómologo que analiza la condición humana y el desarrollo de la cultura occidental. A la larga, la película y la polémica han generado muchas ayudas europeas para los habitantes de la zona". Mercè Ibarz conecta esa obra con otra: ‘Los olvidados’.

Sigue trabajando sobre Mercè Rodoreda, a la que le ha dedicado varios libros. "Me encanta su estilo, su escritura. Dice algo que me impresiona: “Cada frase ha de ser una presencia”. Vivió en el alambre: fue escritora, pintora, costurera, sufrió rechazos, y lo aguantó todo. Y al final hizo una obra excepcional con libros como ‘La muerte y la primavera’, una novela tan grande que excede la vida, y mis favoritos, híbridos: ‘Viajes y flores’ y ‘Cuánta, cuánta guerra’", concluye.

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