MÚSICA CLÁSICA

Zubin Mehta dirigió en Zaragoza un concierto histórico, para la leyenda, al compás de Brahms

A sus 87 años, el maestro indio ofreció una lección de dominio, pasión y sensibilidad en una sala Mozart abarrotada de un público entregado a él

Zubin Mehta dirigió ayer dos piezas de Johannes Brahms, un músico romántico alemán.
Zubin Mehta dirigió ayer dos sinfonías de Johannes Brahms, un músico romántico alemán.
Guillermo Mestre.

ZARAGOZA. Iba a ser una de esas noches especiales del Auditorio y de esa sala Mozart que es una inmensa caracola de resonancias y de ritmos. Zubin Mehta (Bombay, 1936), uno de los directores más importantes del último medio siglo, volvía a dirigir en Zaragoza. Ahora sí podía y lo hacía –tras la enfermedad que sufrió el año pasado– con el sabor de un reencuentro: muchos recuerdan aún su estancia en 2008, cuando se iniciaba la Expo, y dirigió ‘Resurrección’ de Gustav Mahler, y aún otros conciertos anteriores como ‘La consagración de la primavera’ de Ígor Stravinski.

Javier Aguirre, escritor y crítico musical de HERALDO, decía: «Esta noche es especial e importante. Es una maravilla por la Filarmónica de Múnich y por Zubin Mehta. Se ha entregado con su calidad y su sensibilidad», decía en el descanso. Pablo L. Rodríguez, musicólogo y crítico de ‘El País’, seguía el concierto en el Ipad, donde leía las partituras y repasaba las intensidades, las suavidades y la plasticidad del romanticismo tardío de Brahms (1833-1897). «Zubin Mehta domina de maravilla a Johannes Brahms, lo conoce muy bien, y nos ofrece una versión quizá más suave pero personal», explicaba.

En el Auditorio no había ni una butaca vacía. Los espectadores, muy respetuosos, eran conscientes del momento que iban a vivir. Cuando salió el director indio con el pianista Yefin Bronfman, de origen ruso pero nacionalizado estadounidense en 1989, el público se volcó en aplausos con los dos pero también con los miembros de la Orquesta Filarmónica de Múnich. Empezaba a desarbolarse el bello ritual de la fiesta de los sonidos con su oleaje de sensaciones.

Ya metido en harina, tras la acometida de fuerza y hondura para iniciar el ‘Concierto para piano número 2 en Si Bemol Mayor, op. 83’, de Bahms (que también fue un buen pianista), de factura tan clásica como exquisita, Zubin Mehta dirigió desde la silla. Quizá menos enérgico que en otros tiempos –tiene 87 años– pero siempre carismático, con poderío y esa influencia sobre los músicos a la que es difícil ponerle palabras. Pareció, en esta primera parte, que se inclinaba más hacia los músicos de su izquierda, y de vez en cuando erguía la mirada y los ojos hacia el centro.

«Qué gran concierto. A lo mejor no lo volvemos a ver aquí. Zubin Mehta es un genio. ¡Cómo dirige! Me impresiona», sentenció Miguel Ángel Tapia, director-gerente del Auditorio.
Zubin Mehta despertó una gran curiosidad y fueron muchos los que llegaron un poco antes al concierto y leyeron con mucha atención el programa de mano.
Zubin Mehta despertó una gran curiosidad y fueron muchos los que llegaron un poco antes al concierto y leyeron con mucha atención el programa de mano.
Guillermo Mestre.

Si todo resultaba emocionante, y a veces hasta bailable, algo parecido a un paseo gozoso por los senderos del edén, incluso los ritmos rápidos y electrizantes del pianista, cuando sonó el ‘Andante’ muchos percibieron una emoción especial. Un vecino de butaca dijo: «Qué hermosa esa tercera parte. Me he emocionado». Alguien, fuera, en el descanso comentó: «Habría podido llorar».

José Luis Rodrigo, director de la Fundación Cultural de Ibercaja, confesó:«El concierto esta siendo una maravilla». Luis Franco, arquitecto de la Aljafería y del Paraninfo, estaba de acuerdo, y preguntó cuál había sido el tema de regalo de Bronfman: «¿Música española tal vez?». Pablo L. Rodríguez reveló que era un ‘Preludio’, de Sergei Rachmaninov.

En la ‘Sinfonía número en 2 Re Mayor, op. 73’. Mehta, ya sin piano, pareció incluso más vehemente. La batuta dibujaba pájaros, arabescos, ritmos en el espacio, armonías en vilo, con un medido gesto de protección. Al final sonaron los primeros «¡Bravo!».

El director, que había entrado en escena con bastón, regaló, ahora ya de pie, una última pieza, más bien festiva y vívida: la ‘Danza eslava número 8’ de Dvorak. El Auditorio estaba entregado. A pocos se les escapaba que estaban en un concierto para la Historia de un maestro absoluto de la música y, en el fondo, un mito vivo, y eso, tan armonioso y evocador, sucedía aquí, en la caja sonora que soñó y ejecutó el arquitecto José Manuel Pérez Latorre. «Qué gran concierto. A lo mejor no lo volvemos a ver aquí. Zubin Mehta es un genio. ¡Cómo dirige! Me impresiona», sentenció Miguel Ángel Tapia, director-gerente del Auditorio.

Zubin Mehta y el pianista y solista de la noche Yefin Bronfman, que regaló un 'Preludio' de Rachmaninov al público.
Zubin Mehta, apoyado en su bastón, y el pianista y solista de la noche Yefin Bronfman, que regaló con absoluta maestría un 'Preludio' de Rachmaninov al público.
Guillermo Mestre.
Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión