Un tesoro acuático a las puertas de Zaragoza

Aguas Fita, manantial famoso en todo el mundo por sus virtudes curativas, permanece sin uso desde hace décadas.

En el centro de la imagen, la caseta del manantial de Aguas Fita
En el centro de la imagen, la caseta del manantial de Aguas Fita
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Una caseta de ladrillo en la estepa entre Cuarte de Huerva y Cadrete, pero en el término municipal de Zaragoza, protege uno de los últimos tesoros naturales de la capital aragonesa: el manantial de Agua Fita. Es un edificio de apenas 8 por 4 metros donde un cartel pregona: 'Fita de Santa Fe, Zaragoza'. Caído hoy prácticamente en el olvido, hace apenas 70 años el agua de ese manantial se vendía en Argentina, en Cuba, en la India, en Brasil... y sobre todo en España.

Sorprende que en unos tiempos en los que se preconiza la vuelta a lo natural, cuando el termalismo está de moda y hay más balnearios que museos de arte contemporáneo, ese tesoro de salud a las puertas de la capital aragonesa permanezca sin uso.

Y es que el agua de ese manantial es prácticamente única en su género. Lo sabían muy bien nuestros abuelos: tiene un alto grado de sulfatos, por eso basta ingerir apenas medio vaso para sentir su efecto laxante. Pero es mucho más. Según la publicidad con la que antaño se distribuía, “aplicándola en lavados y dejándola secar por sí misma, libra a la piel de toda impureza”. Es decir, que también tiene propiedades cosméticas.

Por si fuera poco, posee además efectos digestivos y ayuda al hígado y a la vesícula biliar en sus respectivas funciones. Tiene efectos beneficiosos para el riñón y el estómago. No es de extrañar, por tanto, que durante décadas el Agua Fita fuera un 'best seller'. “Ese agua es laxante y purgante, y tiene una acción farmacológica clara. En los años 40, 50 y parte de los 60 era muy vendida en Aragón. En España solo tenía la competencia del agua de Carabaña, pero aquí, desde luego, no se vendía otra con esas propiedades. Además, los médicos la prescribían para tomarla antes de realizar una prueba médica, la prueba de Boyden”, rememora el farmacéutico Vicente Martínez Tejero, que durante décadas vendió en su establecimiento botellas de Agua Fita.

Cartel de Guillermo Pérez Bailo para Aguas Fita Santa Fe
Cartel de Guillermo Pérez Bailo para Aguas Fita Santa Fe
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Y es que los orígenes de la marca se remontan a finales del siglo XIX, cuando Bernardo Fita buscaba agua con la que poder abrevar el ganado en una finca de su padre, Francisco. Corría el año 1887 y, aunque el ganado rechazaba el agua por su fuerte sabor salado, al descubrir que tenía efectos laxantes la envió a analizar a un laboratorio francés para averiguar su composición y ver si ofrecía otros rendimientos. No se había creado todavía el hoy omnipresente laboratorio de Oliver Rodés (nacería en 1902), pero los resultados evidenciaron ya que no era apta para el consumo cotidiano por su alto contenido mineral. Pero eran tiempos en los que la hidroterapia, en todas sus vertientes, se había puesto de moda, y las obras del sacerdote y médico Sebastian Kneipp se vendían por miles de ejemplares.

Así que, la familia Fita pidió un nuevo análisis del agua al Instituto Nacional de Higiene de Zaragoza y, con los resultados en la mano, logró que fuera declarada de utilidad pública y mineromedicinal en 1940. Empezó a comercializarla como Agua Fita Santa Fé desde su factoría en la calle de Madre Sacramento, 28, donde se filtraba y embotellaba para venderla en farmacias de los cinco continentes. El éxito del 'Agua mineral, natural, purgante Fita Santa Fe” fue fulgurante y en 1941 recibió el primer premio en el Congreso Nacional de Medicina de Madrid.

Etiqueta antigua que llevaban las botellas de Agua Fita.
Etiqueta antigua que llevaban las botellas de Agua Fita.
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El agua se extraía del manantial con una bomba y se trasladaba a Zaragoza, en dos o tres envíos semanales, en cubas de 1.000 litros de capacidad. Luego se comercializaba en botellas de medio litro y 75 cl. Los zaragozanos de mayor edad aún recordarán que entre las décadas de los años 40 y 70, al lado de la puerta de entrada del inmueble de la calle de Alfonso I número 14 podía verse el fantástico cartel que Guillermo Pérez Baylo hizo a la firma, y en la fachada un fluorescente que decía: 'Agua Fita Santa Fe'.

Un litro tenía de promedio 65 gramos de minerales: dos tercios de esa cantidad eran sulfato sódico, pero también había importantes cantidades de sulfato magnésico, sulfato cálcico, cloruro cálcico y cloruro sódico.Esa composición se mantiene aún hoy, y es un líquido bastante abundante: el agua mana de un pozo de 13 metros de profundidad y a una temperatura de en torno a 15 grados centígrados. El pozo pertenece actualmente a los descendientes de Bernardo Fita.

Exposición de botellas de Aguas Fita.
Exposición de botellas de Aguas Fita.
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En el año 1999, Francisco Maraver y Francisco Armijo, profesores de Hidrología Médica de la Universidad Complutense de Madrid, aseguraban en un estudio que “las aguas de Fita Santa Fe constituyen un producto natural, de propiedades únicas y, a nuestro juicio de plena vigencia en la terapéutica actual”. Tan solo un año más tarde se mencionó el manantial en las Cortes de Aragón, cuando se debatió un plan de balnearios y se citaron una serie de establecimientos desaparecidos junto a algunas fuentes recuperables. Pero nada.

Y hace ahora una decena de años, la Diputación Provincial de Zaragoza, en tiempos de Luis María Beamonte, pensó en la posibilidad de volver a comercializar el agua, dentro de su apuesta por el termalismo e incluyéndola en el proyecto 'Life+Termasal'. Aquello tampoco condujo a nada. Todo esto no ha impedido que el manantial, a día de hoy, siga en el letargo de una caseta de ladrillo en la estepa entre Cuarte de Huerva y Cadrete.

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