María Gómez Rodrigo: "La sala capitular de Sijena no ardió en ningún incendio"

La historiadora del arte y restauradora defiende que en el monasterio hubo un "incendio seletivo" y que fue expoliado por Josep Gudiol en 1936

María Gómez Rodrigo pronunció una conferencia en la Asociación de Artistas Plásticos Goya.
María Gómez Rodrigo pronunció una conferencia en la Asociación de Artistas Plásticos Goya.
Guillermo Mestre

La aragonesa María Gómez Rodrigo es profesora de Historia del Arte de la Universidad de Valencia, especialista en restauración de obras quemadas y artista que cultiva el dibujo, la pintura y la escultura. Es técnico en Conservación y Restauración de Patrimonio Mueble de la catedral de Valencia. Allí, en 1991, cuando trabajaba en su doctorado, encontró en una estancia olvidada decenas de obras de arte que habían sufrido con las llamas durante la guerra civil. Las estudió y restauró. Algunos de sus trabajos en el ámbito de la restauración son emblemáticos y le han valido un enorme prestigio internacional, como la recuperación de las doce tablas renacentistas de altar mayor de la catedral de Valencia o la restauración de las pinturas murales al fresco, también quemadas, en la iglesia de Santa María del Mar del Grao de Valencia. Es miembro del Comité Técnico del Monasterio de Santa María de Sijena. Hace unos días visitó Zaragoza para dar una conferencia sobre sus investigaciones en la sede de la Asociación de Artistas Plásticos Goya.

Desde hace cinco años usted asegura que las pinturas de la sala capitular del monasterio de Sijena no se quemaron. ¿En qué se basa?Tenemos múltiples evidencias. No se quemó la sala capitular, pero tampoco el archivo, que también era llamado sala del tesoro, y que se ubicaba sobre ella, en la planta superior. Sabemos que Josep Gudiol, funcionario de la Generalitat, fue enviado en agosto de 1936 al monasterio para “realizar trabajos de conservación”. Gudiol tomó fotografías después del incendio y destrucción del ala norte, nada más llegar, y en una de ellas, en una esquina de la imagen, puede verse cómo el tejado que cubría el archivo, y por tanto la sala capitular, está intacto.

Podían haber ardido por dentro.No. Por ejemplo, en el archivo, lo primero que se quema en un incendio son los papeles. Y resulta que el archivo no solo no se destruyó, sino que los documentos que conservaba están en perfecto estado de conservación, gran parte de ellos en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Ni siquiera presentan manchas de humo.

Las fotografías de Gudiol son claves en su tesis, sobre todo las del interior de la sala capitular tras el incendio.En ellas se ve claramente que las pinturas no resultaron afectadas, y tampoco presentan señales de humo, que es lo primero que se extiende en un incendio.

Si no hubo llamas en la sala capitular, y tampoco sobre ella, en el archivo y sala del tesoro, ¿qué ocurrió con el artesonado, del que no se sabe nada? Usted defiende una tesis muy negativa para la reputación de Gudiol.En este caso, la investigación con documentos e imágenes es la que evidencia que Gudiol expolió sin miramiento alguno, al igual que hizo en otras localidades. Fue muy hábil como expoliador. Sabía lo que era valioso, según la demanda de esas obras de arte fuera de España. No olvidemos que Gudiol tenía una tienda de antigüedades en Barcelona llamada La Sacristía, en la calle de Trafalgar. Era comerciante. Yo creo que fue a Sijena, vio cómo había quedado todo y decidió llevarse el artesonado diciendo que se quemó y simulando que la sala capitular y archivo estaban totalmente carbonizados y en estado ruinoso, para llevar a cabo el desmontaje del artesonado y derribo del archivo en el primer piso. Las fotografías revelan lo ocurrido secuencialmente. En una de ellas se ve la sala capitular completamente cerrada y con la luz entrando por arriba. Es decir, que en el momento en que tomó esa instantánea ya no existían el tejado, el archivo y el artesonado. Pero el suelo de la sala no está lleno de los escombros que se generan en un incendio y derrumbamiento, donde los desmoronamientos son irregulares, dependiendo de los muros, vigas y otros materiales que caen en todas direcciones, con tamaños muy desiguales; sino que, en este caso, muestra un escombro fino, de los que se generan con picoleta al derribar algo. Hemos localizado la factura con los pagos que Gudiol hizo a tres obreros para que derribaran todo lo que había sobre la sala capitular. En cualquier caso, si el artesonado se hubiera quemado, incluso por completo, o si hubiera quedado bajo los escombros al caer o tirar la techumbre, hubiera dejado restos que no aparecen por ningún lado

Las pinturas de la sala capitular del monasterio de Sijena, antes de la Guerra Civil.
Las pinturas de la sala capitular del monasterio de Sijena, antes de la Guerra Civil.
Heraldo.es

Si el artesonado no ardió, ¿dónde está?Esa es la gran pregunta. No sabemos dónde está el artesonado, que en realidad no era uno, sino 12, cada uno de ellos de 4 por 2,3 metros y con distinta decoración con oro fino y policromía. Quizá esté en los almacenes del MNAC, donde no hemos podido entrar con los debidos permisos para ver el arte de Sijena, y se nos han mostrado otras salas del museo que no interesaban a los técnicos e historiadores aragoneses. Lo que sí sabemos es que Gudiol en ningún momento menciona o fotografía el artesonado quemado. Estoy segura de que no quedó destruido por las llamas. Con las dimensiones de la sala capitular, 5,40 metros de alto, por 16 de largo y 8 de ancho, aunque metieran dentro muchos árboles grandes y les prendieran fuego no hubieran conseguido quemar el artesonado, y menos “reducirlo a cenizas”, de lo que no ha quedado rastro alguno. Para que se produzca algo así se precisa mucho oxígeno y, en las obras pegadas a una pared o a un techo, como un retablo o un artesonado, ese oxígeno no entra por una de sus caras, lo que dificulta las llamas. Y, por la cara exterior, cuando se queman las resinas y los barnices, se crea una capa que tampoco deja que pase el oxígeno para que siga prendiendo la madera. El exterior se ennegrece, se forma una pequeña capa carbonizada, pero no arde en su totalidad. Hay innumerables ejemplos de ello. Restauré un retablo de Mora de Rubielos que estaba absolutamente lleno de costras de carbón en superficie, y en cuanto quité la capa de carbón de las primeras volutas ya apareció debajo la madera. Pero todavía es mucho más difícil que eso ocurra con una pintura mural al fresco, debido a la composición de los materiales de esta técnica, que son inorgánicos (cal y arena). Los frescos son muy resistentes a las adversidades. Pensemos en Pompeya, los famosos frescos rescatados de la lava volcánica que los inundó y que presentan hoy un colorido y unas condiciones optimas.

Hable de las pinturas. Siempre se ha pensado que su tono apagado proviene del incendio.No es cierto. Esa fotografía que mencionaba antes nos indica muchas cosas. Por ella se puede deducir también que el derribo de la planta superior de la sala capitular se hizo sin proteger las pinturas. Y también vemos que no hay rastros de humo en las paredes. Por eso me gusta definir irónicamente el presunto incendio en Sijena como un “incendio selectivo”. Gudiol fue enviado allí para “conservar” las pinturas. Y eso hoy, como ayer, se hace pegando con cola natural un papel o una tela a la obra que se pretende salvar. Es una medida provisional, pero la pintura puede permanecer así durante décadas sin correr grandes riesgos. En lugar de eso, Gudiol decidió arrancarlas, tarea en la que estuvo entre el 10 de octubre y el 17 de noviembre. Lo hizo con la técnica del 'strappo'. Con la ayuda de varios operarios pegó tela de algodón sobre las pinturas, con cola soluble, y las cortó en porciones de metro y medio, a dos, aproximadamente, y que se enrollaron. En esas condiciones, la pintura tiene un grosor de entre 5 y 7 milímetros y, al enrollarla hacia dentro, se contrae y sufre daños, que en ese caso se agravaron con la forma en que fueron trasladadas, en un camión, los rollos unos encima de otros. Una barbaridad, que produjo, con toda seguridad, aplastamiento y, por consecuencia, que el fresco se convirtiera en polvo en muchas zonas Aparte de eso, las obras no están quemadas, están oscurecidas. Gudiol no solo empleó cola de conejo, como no le funcionaba usó también cera de abejas y goma laca, según consta en el informe del MENAC. Son materiales que se oxidan con el tiempo y que no se usan jamás en un fresco porque penetran en el enfoscado de cal y arena, siendo irreversible su eliminación.

Ese oscurecimiento, ¿es ya irreversible?Con las técnicas actuales, sí. El fresco tiene una cualidad y es que la pintura se aplica cuando la capa de preparación, básicamente de cal y arena, aún está húmeda. Cuando seca, la pintura aplicada con agua se ha integrado completamente en el muro; es muy resistente, pero todo lo que logre entrar en ella es muy difícil eliminarlo. Las pinturas de Sijena sufrieron dos extracciones. En la segunda, que dirigió en 1960 el entonces director del MNAC, Joan Ainaud de Lasarte, ya no emplearon los materiales que usó Gudiol, y en las pinturas que se arrancaron entonces se da una paradoja: están en el mismo estado de conservación, o mejor incluso, con más color, pese a que habían estado más de 20 años a la intemperie.

Gudiol...No actuó por amor al arte. Lo que hizo en Sijena fue un saqueo, no se puede llamar de otra manera. Y lo hizo con mucha prisa, por lo que no fue cuidadoso y causó daños a las propias pinturas.

¿Qué respuesta han tenido en Cataluña sus afirmaciones?Ninguna especialmente. Pero en este caso, al desconocer qué hicieron con nuestro patrimonio, la gente sigue sumida en una confusión o mentira que deberíamos conocer. A partir de todas estas mentiras se ha construido un relato en Cataluña. En 2018 la consejera de Cultura de la Generalitat decía que las pinturas no podían “arrancarse” de donde estaban porque iban a sufrir. Y la realidad es que están pegadas a tablillas fácilmente transportables. Han viajado varias veces, incluso fuera de España. ¿Cómo se puede mentir en los medios argumentando que se dañarían al arrancarlas?

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