Montaje de cine en Aragón: una tarea hercúlea

Jorge Nebra e Iván Castell han editado ‘Cuando los amos duermen’, último filme del catalán Santiago Alvarado, y valoran los avatares y peculiaridades de esta profesión fílmica

Los guinistas, directores y montadores de cine aragoneses Jorge Nebra (izquierda) e Iván Castell conversan en el centro de Zaragoza
Los guinistas, directores y montadores de cine aragoneses Jorge Nebra (izquierda) e Iván Castell conversan en el centro de Zaragoza
Francisco Jiménez

El montaje audiovisual es algo más que completar un rompecabezas. Tarea esencial donde las haya, también se le llama edición y consiste en dar un sentido ulterior a lo filmado: poner las cosas en su sitio. El cine y las series se ruedan por tomas y tienen un orden preestablecido que hay que plasmar cuando concluye la filmación, o reordenar si han surgido imponderables (o retoques estructurales) en el guión.

Jorge Nebra e Iván Castell, cineastas aragoneses, se han encargado de montar la ficción de serie Z ‘Cuando los amos duermen’, del catalán (con abuelo de Sos del Rey Católico) Santiago Alvarado. Una de vampiros con un punto hilarante que recabó elogios en la Semana de Cine Fantástico y de Terror de San Sebastián hace tres semanas. La música del filme, por cierto, es aragonesa gracias a Néstor Romero Clemente, que ya había trabajado con Alvarado en ‘Capa Caída’ y ‘Menéndez’.

Nebra explica el proceso de este encargo. "Santiago me llamó para editar la película. Debido a los plazos que se manejaban, muy apretados, decidí contar con otro montador y llamé a Iván. Nunca habíamos trabajado juntos, pero nos encontramos hace como un año en el rodaje de ‘Rider’, de Nacho Estaregui, se lo propuse, nos pusimos a trabajar y ha sido una suerte traerle, especialmente al final del proceso; el director lo tenía bastante claro, nosotros también y el trabajo fue fluido. Iván es un tío muy solvente".

Un tándem eficaz

El sistema funcionó desde el principio. "Es una película –explica Castell– con pocas tomas y planos; lo que hicimos fue repartirnos las escenas. Jorge hacía una primera versión, yo la revisaba y se le reenviaba con las dudas que pudieran surgir, y así fuimos trabajando. Me encargaba un poco más de revisar la coherencia, del empaque; al final, cada cual tiene sus tareas y tics".

Castell se encargó de las revisiones finales junto a Alvarado. "Montar es complejo, y hacerlo con otra persona, también, pero menos. Somos tíos solitarios, estás ahí en tu cueva y a nivel mental es una labor que tiene su complejidad. Cuando trabajas con otro puede salir muy bien o ser un desastre, pero nuestro caso fue positivo, nos entendimos rápido".

Nebra y Castell no se llevan muchos años de diferencia y tienen varias cosas en común. Aunque trabajan en montaje, han escrito y dirigido proyectos propios y, curiosamente, atesoran cada uno dos documentales musicales: ‘Trovadores’ y ‘The Rise of the Synths’ en el caso de Castell, ‘Tierra de cierzo y ‘Local 7’ en el de Nebra. "Eso nos une, sí, venimos además del mundo del videoclip –apunta Castell– y la música es muy importante en nuestro trabajo".

La clave de un buen montaje se resume en una frase, que aporta Castell. "Sabes cuando un montaje es bueno cuando no lo ves, pero no hay que confundir un montaje invisible con un montaje lento: puedes hacerlo muy loco, pero si consigues que no se vean las costuras, lo has hecho bien. Has hilado fino".

"Sabes que un montaje es bueno cuando no lo ves"

¿Y los montadores? ¿Se ven lo suficiente? "Los montadores no tienen el mismo reconocimiento ahora que antes, aunque eso suene un poco viejuno. Montar puede montar cualquiera, hasta el famoso sobrino del que te hablan muchos clientes cuando te dicen que no tienen presupuesto. Cuando salen con eso, hay que decirles que adelante, que llamen al sobrino. Lo que pasa es que así como un montaje bueno puede salvar una película –rematan ambos– uno malo te puede destrozar la mejor de las grabaciones".

Nebra apunta que "es un cargo técnico como otro cualquiera, e importante como todos. El foquista, por ejemplo, es clave en el rodaje: si no se ve clara la toma, adiós". "Añado uno más: el DIT o técnico de imagen digital, que entre sus funciones suele tener la de avisar de que el material ya está volcado, hay copia o copias de seguridad y se puede borrar la tarjeta de memoria", apunta Castell.

La parte narrativa

Los dos profesionales aragoneses distinguen entre el montador eminentemente técnico, que hace su trabajo con corrección y precisión sin meterse en mucho más, y el narrativo. "Para nosotros es sobre todo una tarea narrativa, más allá de cuidar el tema técnico. Una película bien armada desde el principio tiene en el montador un acompañante, pero en la mayoría de los rodajes se tienen que afrontar cuestiones complicadas, muchas veces por falta de fondos, y toca hacer milagros. Por cierto, hay un montador excelente en Aragón al que no se le conoce como tal: Estaregui, que también viene del videoclip".

Ambos optan por el barbecho del material grabado antes de empezar a montar. "No se puede hacer corriendo, debes ‘descontaminarte’ del rodaje –explica Nebra– sobre todo si eres también el director. Hay que sacrificar planos que te parecen maravillosos si no funcionan para la película".

Otro aspecto clave del montador, tirando de metáfora, es hacer de barman con el cliente deprimido de madrugada que no quiere marcharse de la barra del bar. "Tienes que lograr que la visión de la película que tiene el director luzca del mejor modo posible, escuchándole siempre e incluso llevándole la contraria, aunque la última palabra siempre sea suya, claro. Nuestro trabajo es decir la verdad, y cuando nos toca estar en el otro lado como directores, preferimos un montador que te argumente una opinión contraria que otro conformista, que se limite a obedecer órdenes sin aportar. Eso sí, siempre con sentido".

Los éxitos de Raquel Marraco y Nacho Blasco llevan ADN aragonés

Repasar a todos los directores aragoneses que se han involucrado también en el montaje sería una tarea titánica, empezando por las dos grandes protagonistas locales del oficio en la última década, Paula Ortiz y Pilar Palomero. Sin embargo, hay un par de nombres que también han destacado en tiempos recientes por su tino en la sala de edición, con dos trabajos destacados que han alcanzado el reconocimiento de público y crítica.

La oscense Raquel Marraco reside en Madrid desde hace tiempo; su trayectoria está más centrada en la ficción televisiva y abarca series como ‘El embarcadero’, ‘Velvet’ ‘Sin identidad’ o ‘Zorro’, pero su trabajo más conocido en el mundo entero es, sin duda, ‘La casa de papel’, serie concebida por otro aragonés, el zaragozano Álex Rodrigo.

Nacho Blasco tiene igualmente una trayectoria extensa, jalonada por filmes como ‘Una de zombis’, ‘Los futbolísimos’, ‘Nuestros amantes’ (es el profesional de confianza de Miguel Ángel Lamata en este terreno) o el documental de Netflix ‘Héroes, silencio y rock&roll’ (2021). También radicado en Madrid, su trabajo más reciente espera estreno comercial tras triunfar en San Sebastián en septiembre y asombrar en Mar del Plata la semana pasada: ‘La estrella azul’, dirigida por Javier Macipe, que llegará a las pantallas comerciales el próximo 23 de febrero.

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