El patio de mi recreo

Belén Lorente: “Mi madre siempre decía que yo acabaría en la tele”

La periodista zaragozana Belén Lorente recuerda sus años de infancia en la capital aragonesa y sus excursiones al Pirineo.

Belén Lorente (centro), con sus hermanas Berta (izda.) y Conchita (dcha.) y una amiga en la Ofrenda.
Belén Lorente (centro), con sus hermanas Berta (izda.) y Conchita (dcha.) y una amiga en la Ofrenda.
B. L.

Nació en Zaragoza en 1973. Es Periodista. Estudió en la Universidad de Navarra. Hizo prácticas en Radio Zaragoza y en 2000 entró en el Centro Regional de Televisión Española, del que fue jefa de informativos y directora. Desde 2019 es corresponsal en Lisboa de TVE y Radio Nacional de España

¿Recuerda su infancia como una época feliz?
Superfeliz. Recuerdo especialmente las excursiones al Pirineo. Me subía a los árboles y me tenían que buscar mirando entre las copas. Nos encantaba jugar al escondite por los campos de maíz y atiborrarnos de cerezas. Recuerdo las chuches en los cumpleaños, los refrescos de cola La Casera y los sándwiches de Nocilla o chorizo.

¿Qué le hizo reír por primera vez?
Mortadelo y Filemón, Rompetechos… la película ‘Dos tontos muy tontos’, el personaje de Sandokán porque siempre iba la coletilla de "tiene el culo como un mazapán". Soy de risa fácil: subía en un ascensor con algún vecino y me entraban ganas de reír por nada. Hasta que empecé a trabajar y tuve que controlarme.

¿Qué le hizo llorar?
Amargamente, la muerte de Blas, el perro de Marisa, mi vecina del quinto. Salía del ‘cole’ y pasaba muchas tardes en su casa. Entendí que no es todo bonito en la vida. Blas era un gran amigo.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?
Por comer chicle en clase. Me hicieron pasar con el chicle pegado en la nariz, clase por clase, como un bufón, pero sin gracia. Se estilaba también lo de "¡castigada de cara a la pared!". Nunca entendí el sentido del castigo, aunque me sirvió para recrear la imaginación dejando mi mente como la pared: en blanco.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?
Salir con amigos al parque de debajo de mi casa con las bicis; hablar por teléfono sin mirar el reloj; leer ‘Los Hollister’ y tener conversaciones imaginarias con Ricky, uno de los protagonistas; o perseguir lagartijas. La tele, quién me lo iba a decir, me atraía poco, salvo para ver algún capitulo de ‘La abeja Maya’ o ‘La bola de cristal’. Hasta que llegaron los videoclubs, y las salas de máquinas donde podías echar la tarde jugando al ‘Ave Fénix’.

¿Tenía algún complejo que le amargara?
Sí, mis piernas fortachonas. Uff, tardé años en ponerme una minifalda… Y, también, la altura. Tardé en crecer y me veía como mi abuela Ambrosia, que también era bajita.

¿Cuál fue la calle de su infancia en Zaragoza?
Francisco de Vitoria.

¿Cuál es el episodio que con más frecuencia vuelve a su memoria?
Dos: cuando me rompí todos los dientes al lanzarme por el tobogán del colegio, pensando que tenía superpoderes y podría volar, si me concentraba, como Superman; y cuando con mi amiga Beatriz, hija de militar, fui caminando hasta la Academia General Militar. Pensaban que habíamos desaparecido. Aprendí el significado de la palabra ‘insensata’.

¿Echa de menos haber hecho algo en su infancia?
Haber estudiado idiomas y hacer más deporte en el colegio. Solo nos dejaban hacer rítmica o jota. Pero ni atletismo ni fútbol. Eso era para los chicos.

¿Tenía mucha conciencia política?
Más que política, social y de justicia con mi entorno. Era amante de los animales y no soportaba las injusticias entre amigos. En mi casa, de pequeña, no recuerdo hablar de política. Hasta que cumplí los 18 y pude votar.

¿Qué imagen tenía de Felipe González?
La de un hombre apuesto y un líder: el mejor jefe del mundo. Mi abuela Ambrosia estaba enamorada de él.

¿Era religiosa?
Sí, solíamos ir a misa con mis padres los domingos. Estudié en un colegio de monjas.

¿Qué le provocó una especial mala conciencia?
Cuando robé en El Corte Inglés un estuche doble de dos pisos con rotuladores, cartabón, escuadras y reglas de todo tipo. En la tapa llevaba una pegatina de una chica muy guapa haciendo windsurf. Me pillaron. Nunca más.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?
Nunca me ha influido, aunque siempre lo he tenido presente.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?
Fue en el hospital. Mi abuelo Andrés agonizaba. Yo estaba en una sala de espera con mis hermanas y mis primos y no hacíamos más que ver pasar a unos y otros. La muerte me llegó a los ojos cuando todos se empezaron a abrazar entre sollozos, pero, que yo recuerde, no fuimos al cementerio.

¿Cómo ganó su primer dinero?
De camarera, en Salou.

¿Hizo alguna locura que le guste recordar?
Coger una moto sin carné después de enfadarme con mi novio. La moto era suya. No pensaba que me fuera a atrever… Fui hasta mi casa creyéndome una diosa.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?
Sharon Stone.

¿La primera canción que memorizó?
La de la serie ‘Marco’: "En un pueblo italiano, al pie de las montañas…". Luego, muchas de Julio Iglesias –viajábamos con ellas en el coche– y de Dyango.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?
Los de Miguel Delibes y de Carmen Martín Gaite. Película, ‘E.T’. Fui al estreno en Zaragoza.

¿Qué personalidad fue para usted una referencia poderosa?
Mijaíl Gorbachov, uno de los mejores premios Nobel de la Paz.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?
El valor de la familia, el valor del quererse a uno mismo, el valor del respeto.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?
Cuando estudiaba periodismo, mi madre siempre decía que acabaría en la tele. Me embelesaba con la redacción de la serie ‘Lou Grant’ y con Jesús Hermida cuando era corresponsal. Aunque mi mayor referente fue Rosa María Calaf.

¿Hay algún defecto que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?
¿Demasiado intensa?

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?
El regalo de una Panther con marchas. Era la bici más masculina del mundo, je, je; la gran tristeza era no poder parar el tiempo.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?
Al último día de clase del curso, cuando dejábamos los pupitres vacíos y sabías que tenías un largo verano por delante.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión