Entrevista

Columna Villarroya: “De cría, como ahora, me apasionaban los ríos”

Nacida en Daroca en 1954, Columna Villarroya, figura sobresaliente de la fotografía
aragonesa, recuerda su infancia.

Columna Villarroya, con 5 años, en el colegio de las Anas de Daroca.
Columna Villarroya, con 5 años, en el colegio de las Anas de Daroca.
Archivo Columna Villarroya

Es fotógrafa y nació en Daroca en 1954. Combina la creación artística, el retrato de autor, el reportaje, el periodismo gráfico y la fotografía publicitaria. Abrió su propio estudio en los años ochenta. En 2018 recibió el Premio Artes y Letras de HERALDO. Una figura sobresaliente de la fotografía aragonesa.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?
Sí, fue una época cómoda.

¿Qué le hacía reír y llorar?
Era muy risueña. Y, como cualquier niño, lloraba para comunicarme, para decir qué necesitaba, para gritar que estaba en el mundo.

¿Qué era en el patio del colegio?
Era una niña sociable, comunicativa. Me encantaba jugar con las otras niñas.

¿Se sentía rara, especial, diferente?
No recuerdo haberme sentido ni rara ni especial, pero sí diferente. Desde muy temprano me llamaba la atención lo diferentes que éramos, siendo todas tan parecidas. Todas éramos niñas y compartíamos juegos, disgustos, conversaciones…, aunque sabía que no a todas nos gustaba lo mismo.

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?
Castigos recibí, como todo el mundo, pero ninguno me dejó huella. Bueno, hubo un castigo que recuerdo especialmente, pero no es un mal recuerdo: me descubrieron leyendo a Pumby en mis clases de costura. Me llamó la hermana y descubrió que entre la tela llevaba el tebeo, y me dijo: "Como te gusta mucho leer, leerás en voz alta para todas y la labor la harás en las vacaciones del verano". Y era cierto, me gustaba mucho leer. Un gusto que siempre me acompaña.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?
Pasear por el campo, descubrir lugares nuevos y compartirlo con los hombres de mi familia. Un placer que también mantengo.

¿Cuál fue la calle de su infancia?
La plaza de la Colegiata, de Daroca.

¿Qué es lo que más le gustaba de Daroca?
El río. De cría, como ahora, me apasionaban los ríos. Recuerdo cierta vocación por el agua corriente desde una edad temprana, ese flujo transparente. De adulta, con mi trabajo, he tratado de representar lo que para mí significa la relación entre la transparencia y el movimiento. Una significación vital.

¿Qué episodio de infancia o adolescencia vuelve con más frecuencia a su memoria?
Las excursiones que hacía con mi abuelo, mi hermano y mi padre. Las hacíamos en las cuatro estaciones. Creo que por eso me encanta la naturaleza. Recuerdo una excursión especial a la tejería que había en Daroca. Es curioso cómo la memoria de estas experiencias infantiles se va actualizando a lo largo de la vida.

¿Tenía mucha conciencia política?
No, pero sí tenía conciencia social, claramente vinculada a los valores de mi familia, al respeto como fundamento de la moral.

¿Qué imagen tenía de Francisco Franco?
Para mí era, más que nada, alguien que salía en los sellos.

¿Era religiosa?
Tenía, y tengo, un sentido trascendente de la vida.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?
Comparto la ética del cristianismo fundada en el reconocimiento de la naturaleza del ser humano, pero no he sufrido por la sensación de pecado o mala conciencia.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?
Nada. Nunca pensé en eso.

¿Cuál fue su primer contacto con la muerte?
La muerte de un niño vecino nuestro. Me dijeron que había ido al cielo. Pero yo tenía conciencia de que había muerto. La muerte no me angustiaba ni me daba tormento, pero siempre he tenido conciencia de ella.

¿Cómo ganó su primer dinero?
Dando clases particulares de francés.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?
Pues no debí de hacerla, porque no me acuerdo de ninguna.

¿Puede rescatar alguna emoción inolvidable?
El deshielo de los enormes chupiteles del balcón de casa. Aquellos fragmentos de agua congelada que muchos años después han sido objeto, como fotógrafa, de mis encuentros con el paisaje.

¿La primera canción que memorizó?
‘De colores’, siempre la cantaba en mis excursiones.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?
Un libro, ‘La vuelta al mundo en ochenta días’. A todas horas preguntaba qué había más allá de lo que yo veía. Iba con mi abuelo al castillo, a un carasol donde nos sentábamos y desde donde se podía ver la vega, y siempre hacía la misma pregunta. Unas Navidades me trajeron los Reyes Magos el libro. Una película, ‘El puente sobre el río Kwai’. La vi siendo muy niña, y la he vuelto a ver a menudo. Al margen de su valor cinematográfico, que de niña no podía apreciar, me cautivó la puesta en escena del trabajo en común; de mayor, los recursos psicológicos del ser humano para sobrevivir en condiciones extremas.

¿Había alguna persona que conociera –que no fuera de su familia– a la que admirara de un modo especial?
Sor Julia, una mujer que decía con sus hechos. Admiraba de ella su compromiso con los demás. Su lema: ayudar es no censurar.

¿Qué personalidad fue para usted una referencia poderosa?
María Zambrano. Me impactó la sencillez con la que nos acercaba a lo profundo.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?
La confianza en mí misma.

¿Qué o quién le desató la vocación por la fotografía?
Armando, mi marido.

¿En qué momento pensó a qué dedicar su vida?
Cuando revelé mi primera fotografía. Era una imagen ausente y su revelación fue un reencuentro con la imagen que había perdido.

¿Cuál fue su gran alegría? ¿Y la gran tristeza?
La tristeza, cuando en el colegio me contaron que no existían los Reyes Magos. Les pregunté a mis padres y me dijeron que era verdad, y me propusieron que les ayudase a preparar los regalos para mi hermano, que era más pequeño y aún creía en los Reyes. La confianza y la complicidad que me ofrecieron me hizo sentir más feliz de lo que pueda ser cualquiera por ser reina.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a qué día volvería?
A un viaje en tren, nevando, que hice a Madrid con mis padres.

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