Diego Ibarra: "Biescas es mi pequeño rincón del mundo donde parece que todo se alinea"

El fotógrafo zaragozano (1982), habitual en las páginas del ‘New York Times’, publicó en 2022 su primer libro, ‘El colapso de Fenicia’.

El fotógrafo zaragozano Diego Ibarra.
El fotógrafo zaragozano Diego Ibarra.
José Miguel Marco

¿Qué significa el verano para usted, qué le sugiere?

Infancia, nostalgia, aprendizaje, dolor y retorno a la tierra. Pero, sobre todo, significa trabajo. Como ‘freelance’, suelo usar el tiempo para poder viajar o desarrollar mis proyectos. No recuerdo haber tenido vacaciones en muchos años. Es parte del oficio. Es muy complicado gestionar la agenda, siempre volátil y sujeta a cambios impredecibles. No me quejo, son decisiones personales.

¿Cómo lo vivía en tu infancia y adolescencia?

Con mi familia, entre lecturas de libros, paseos por la montaña y largas tardes compartiendo televisión para ver a Marisol: Recuerdo con mucho ‘cariño’ las largas tardes del Tour de Francia que mi hermano me obligaba a ver en el pueblo de mis abuelos, los paseos por Salou o Peñíscola y los viajes por carretera con mis padres y amigos.

¿Y en la edad adulta?

Siempre he aprovechado para trabajar y poder continuar mis proyectos. Cuando estudiaba en la universidad solía trabajar todos los veranos para poder ahorrar y comprarme mi equipo de fotografía, libros o para futuros viajes. Veranos calurosos, limpiando piscinas, cadenas de montaje o bares nocturnos. Mucho trabajo que me permitió poco a poco encauzar mis proyectos.

¿Este año ha tenido tiempo para irse de vacaciones?

Tuve la suerte de poder escaparme unos días con mi familia a Jordania y Egipto antes de que empezase el verano. Cuando llegó el verano me tocó volver a la ‘oficina’. Lo he pasado en Ucrania, recorriéndome todo el país, trabajando para el ‘New York Times’.

¿Cuál ha sido el viaje estival de su vida?

El que todavía no se ha escrito. No se puede vivir de la nostalgia porque resta sentido al presente. Pero si toca ponerse melancólico, es difícil elegir entre los viajes con mis padres, los campamentos de verano en la montaña, o los primeros viajes con mi hijo Hugo y mi compañera

¿Cuál es su rincón de Aragón favorito para desconectar?

Biescas es mi pequeño rincón del mundo donde parece que todo se alinea. Por unos instantes el aire fresco de la montaña y su olor me permiten obtener la claridad y paz mental que debido a mi profesión a veces escasea.

¿Qué destino vacacional tiene pendiente por cumplir?

Descubir el mundo con mi hijo. No importa el destino sino el proceso del camino. El viaje siempre ha sido un momento de aprendizaje. Desde Homero a Kerouac, siguiendo los pasos de Julio Verne. Si no hay un aprendizaje, no me interesa.

¿Alguna anécdota veraniega vinculada a su profesión?

Creo que no hay espacio suficiente para escribir las que he ido recopilando a lo largo de los años, pero sí puedo mencionar que muchas experiencias personales vividas me han forjado para llegar a convertirme en lo que soy. Muchas personas irremplazables de mi infancia ya no están.

¿Qué tipo de lecturas u otras actividades realiza estos días?

Llevo dos meses intentando acabar ‘Los asquerosos’, de Santiago Lorenzo, pero con el cansancio acumulado apenas me da para leer cinco páginas seguidas. Justo antes de venir a Zaragoza he visitado el Prado con mi familia. Tenía muchas ganas de que mi hijo conociera a los maestros. Mi madre lo hizo conmigo con la misma edad que tiene mi hijo.

¿Qué película, canción y/o concierto evocan un verano inolvidable para ti?

‘Sueño sexual de una noche de verano’, de Woody Allen, las películas de Marisol y Paco Martínez Soria o los discos de Offspring, Héroes del Silencio o Bad Religion.

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