La fuente de Cella esconde una trágica historia de amor… o quizá algo más

Con un perímetro de 130 metros y un caudal de 3.500 litros por segundo, es uno de los pozos artesianos más grandes de Europa. Se dice que su origen puede ser templario pero, también, que brotó después de anularse una maldición

La fuente de Cella lleva dos meses sin manar por el periodo de sequía.
La fuente de Cella, en una imagen de archivo.
Antonio García/bykofoto

El agua ha sido siempre el principal recurso de la humanidad, y por eso ha dado pie a numerosas leyendas. No hay fuente o manantial en Aragón que no tenga la suya.

Una de las más conocidas es la que rodea a la fuente de Cella, Teruel, que es también el nacimiento del río Jiloca. En realidad es un pozo artesiano, uno de los más grandes de toda Europa. Sus orígenes se remontan al siglo XII pero su aspecto actual, configurado entre los años 1729 y 1731, es obra del capitán de ingenieros Domingo Ferrari, por orden de la Audiencia de Aragón.

La fuente es de forma elíptica y su diámetro oscila entre los 34 y los 24 metros, para completar un perímetro de 130. Los estudios que se le han realizado reflejan un caudal medio de 3.500 litros por segundo, una elevada cantidad, lo que hace posible que seis localidades, además de Cella, puedan servirse del agua mediante las convenientes acequias y canalizaciones: Villarquemado, Santa Eulalia, Torremocha, Torrelacárcel, Alba y Villafranca. En el centro de la fuente el agua tiene una profundidad de más de 11 metros.

Junto a la fuente, de la que ahora se cumplen 40 años de su declaración como Bien de Interés Cultural, se alza la ermita neoclásica de San Clemente, que cubre el paso del agua. Ahora bien, aparte de su monumentalidad (hay un pretil de piedra que permite asomarse a su interior con seguridad), ¿qué tiene de legendaria? Como decíamos, no hay fuente o manantial en Aragón que no tenga una leyenda detrás. La de Cella, como casi todas, hace referencia a sus orígenes y de ella existen varias versiones. Se ha hablado incluso de que la hicieron los templarios, vinculados a Cella tras la reconquista.

Una de las versiones habla de una joven cuyo marido marchó a luchar con Alfonso el Batallador y que, al rechazar a un pretendiente, fue asesinada por este. Al regresar, el marido se cobró venganza, y el lugar donde ocurrieron los hechos se ganó fama de estar maldito. La población decidió entonces construir un templo para acabar con la maldición pero lo que se construía por la mañana era derribado por la noche. Un peregrino que acertó a pasar por allí aconsejó que se usara agua bendita, y así fue. Y luego brotó agua.

Pero esta es la leyenda literaria. En la feria medieval que todos los veranos celebra Cella se representa una obra en la que se mezcla esta leyenda con otra, en la que dos pretendientes de una bella joven compiten por su corazón intentando encontrar agua para que la localidad la disfrute permanentemente, aunque los dos acaban muriendo. Las dos versiones tienen su encanto. 

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